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Eso Que Llamamos Tiempo

Mucora30 de Julio de 2012

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Eso que llamamos “Tiempo”

Alonso Cornejo (darmania)

Published: 2011

Tag(s): "mecánica cuántica" tiempo espacio einstein relatividad

El tiempo… ¿Qué es eso realmente? ¿Pasa o no pasa? ¿Su existencia

depende de nuestra percepción? ¿Es lineal o circular? ¿Qué

puede decirnos la Física sobre el tiempo? ¿Existe una diferencia

objetiva entre pasado y futuro? ¿El destino está ya determinado?

¿Es posible viajar en el tiempo? ¿Es posible cambiar el pasado?

Muchas son las preguntas acerca de eso que los humanos

hemos decidido llamar Tiempo, uno de los más grandes desafíos

para nuestro intelecto, en la comprensión de la naturaleza. En esta

serie de artículos escudriñaremos las distintas concepciones, no

concepciones, y paradojas que surgieron durante la existencia del

hombre, desde los antiguos griegos hasta los tiempos de Einstein,

en virtud de comprender al Tiempo. Así que partiremos desde el

punto de vista filosófico dirigiéndonos hacia el mundo de la

Física. Además, analizaremos la posibilidad de la bidirección temporal,

que permitiera realizar los famosos viajes.

Part 1

Las reflexiones de

los antiguos

griegos

El Tiempo Cíclico

Como se anunció en la presentación, en esta serie hablaremos de

las múltiples interpretaciones filosóficas acerca del tiempo, a lo

largo de la historia. Quizás no exista un concepto tan familiar y

corriente, y que a su vez esconda tantos enigmas y paradojas,

como es el de tiempo. Alguno puede pensar que examinar su naturaleza

es simplemente tener ganas de discutir; pero, como

veremos, cuanto más se investiga sobre este concepto, más perplejos

nos quedamos a causa de su inmensa complejidad. Cuando

se intenta describir lo que los humanos llamamos tiempo, frecuentemente

se llega a una confusión, acorde a la sinuosa y difusa

naturaleza de este término. Se puede notar tal desconcierto en las

célebres palabras de San Agustín cuando, por fines del siglo IV,

cuestionó:

¿Qué es, pues, el tiempo? ¿Quién podrá explicar esto

fácil y brevemente? ¿Quién podrá comprenderlo con

el pensamiento, para hablar luego de él? Y, sin embargo,

¿qué cosa más familiar y conocida mentamos

en nuestras conversaciones que el tiempo? Y

cuando hablamos de él, sabemos sin duda qué es,

como sabemos o entendemos lo que es cuando lo oímos

pronunciar a otro. ¿Qué es, pues, el tiempo? Si

nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo

al que me lo pregunta, no lo sé.

Confesiones, XI, 14

El deseo por comprender el tiempo ha generado perspectivas

muy variadas en las distintas civilizaciones y en los diferentes períodos

históricos. Los primeros hombres consideraban

fundamentalmente que tiempo era circular. Todo lo que comenzaba

se desarrollaba y moría, y el proceso se repetía. A esta concepción,

de la que hablaremos en este artículo se la denomina

tiempo Cíclico.

El concepto de tiempo se desarrolló en la antigüedad, a partir

de la contemplación de la finitud, del cambio, de la degeneración,

de la vida y muerte, de los ciclos presentes en la naturaleza. La observación

de los astros –que surgió mucho antes que la propia

Filosofía– fue de gran trascendencia, puesto que motivó a los antiguos

a creer que, tal como el Sol y la Luna, todo lo que existe es

movimiento cíclico, todo lo que perece luego renace. De hecho, en

las grandes civilizaciones, surgió una pasión de carácter artístico,

por el afán de medir el transcurso del tiempo, y comprender la estructura

de estos ciclos.

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Calendario maya.

Por ejemplo, los mayas desarrollaron uno de los calendarios

más sofisticados, basado en el conteo ininterrumpido de los días,

durante generaciones, y la observación permanente de los astros.

Tuvieron la necesidad de determinar un día cero inicial, al que

ubicaron en el 13 de agosto de 3114 a.C. -de nuestro calendario-,

probablemente por algún suceso astronómico. Lo destacable es

que no llevaban una sola cuenta de los días, sino varias, sincronizadas

brillantemente entre sí, siendo la más importantes la de 260

días llamada Tzolkin, dividida en 13 meses de 20 días –dado que

la numeración maya es en base 20- , y la de 365 llamada Haab, dividida

en 18 meses de 20 días también, más otros 5 para

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completar el ciclo. Combinaban estos dos calendarios, en la llamada

Rueda Calendárica, creando un ciclo de 18.980 días (el

mínimo común múltiplo de 365 y 260). Es decir que cada 52 años

del Haab, se cumplía un ciclo, que podría entenderse como el

“siglo maya”.

La avidez (u obsesión, quizá) por entender esta cualidad cíclica

del tiempo, impulsó notablemente el desarrollo de las civilizaciones

antiguas. El florecimiento de la Filosofía en Grecia no fue

la excepción. Los primeros griegos pensaban que el transcurrir del

tiempo iba desde el caos hacia el cosmos, para luego regresar al

caos, y así sucesivamente, en un ciclo eterno. Es decir que todo lo

que nace en la naturaleza, se degenera, deviene, y muere, para

luego volver a nacer, y repetir el ciclo.

En realidad, el concepto de tiempo se desarrolló en la mitología

antes que en la filosofía. Tal como cuenta la Teogonía

de Hesíodo, Cronos, el dios del Tiempo, temía ser destronado

por alguno de sus hijos, por lo que los iba devorando sin piedad,

uno a uno al nacer. El mensaje que parece querernos transmitir es

que el tiempo es una fuerza capaz de destruir a todo aquello que

se le interponga. Aunque, como en toda mitología, también se

presta para otras interpretaciones.

La noción cotidiana que generalmente tenemos sobre el tiempo

es, en efecto, aquello que todo lo degenera, que todo lo destruye,

como puede ser nuestra propia vida: nacimiento, niñez, adolescencia,

adultez, envejecimiento y muerte. En este caso es notorio

el pase del cosmos (orden) al caos (desorden). Pero los antiguos le

teníanpavor a la finitud; no podían aceptar de ninguna manera

que, cuando un evento terminase fuese el definitivo fin, sino

que cada final debería ser causa del comienzo de un

nuevo suceso. Esto condujo a que, en la mayoría de las civilizaciones,

surgiera la idea del la reencarnación o la nueva vida después

de la muerte.

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Tales de Mileto. Desde los orígenes de la propia filosofía surgió

la necesidad de explicar el mundo y el ser, remitiendo al "tiempo".

Uno de los más antiguos filósofos griegos, considerado también

como el primero de la historia fue Tales de Mileto (sí, el del

teorema matemático). Nacido entre los años 639 y 624 a.C., argumentaba

que el Agua es el arjé u origen, esencia y causa de todas

las cosas, en la que se cree, fue la primera explicación significativa

del mundo físico. Tales reflexiona que el agua es la condición de la

vida, del desarrollo, del cambio en el mundo. No existe la materia

inerte, todo está vivo; y es el agua el fundamento que impulsa la

naturaleza y le da sentido al transcurrir del tiempo. De este

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hombre no se conservan escritos; de hecho, se cree que su filosofía

fue transmitida sólo oralmente. Pero sí tenemos datos indirectos,

gracias a las menciones que hicieron de él, entre otros,

Aristóteles y Diógenes Laercio. Éste último, en su obra “Vidas de

los más ilustres filósofos griegos”, atribuye estas dos grandes

frases a Tales:

Lo más grande es el espacio, porque lo encierra

todo.

Lo más sabio es el tiempo, porque esclarece todo.

Uno de los discípulos de Tales fue Anaximandro, que nació

por 610 a.C. Él fue un extraordinario pensador y, como ahora

veremos, un gran exponente de la concepción cíclica del tiempo.

Anaximandro tenía una interpretación del origen del todo más

abstracta e interesante que la de Tales. Para él, no se trataba de

ninguno de los cuatro elementos de la naturaleza –agua, tierra,

fuego y aire-, sino de algo indefinido o infinito, a lo que

llamó ápeiron. Porque la razón última de la existencia de las cosas

materiales, no podría ser justamente algo material, como el agua

o el aire, sino que debía ser algo indefinido, infinito y atemporal.

Ahora bien, todo lo se desprende del ápeiron, todo lo que en la

naturaleza nace, se separa de este infinito e inmutable, para así

comenzar a experimentar temporalidad; desde entonces, está

condenado al cambio, a la mutación, así como a la destrucción y

desaparición, para luego volver a surgir en un ciclo continuo,

como Simplicio nos cuenta:

Anaximandro dijo que el “principio” y el elemento de

todas las cosas es “lo infinito”. Ahora bien, a partir

de donde hay generación para las cosas, hacia allí

también se produce la destrucción, según la necesidad

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