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La Estructura Logica De La Ciencia

ro_Italy28 de Abril de 2014

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La Minerva

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/html/varia.html

Primera Parte. La Estructura de la Ciencia

Ruy Pérez Tamayo

I. La Estructura de la Ciencia

VISTA de manera muy general, la ciencia moderna está basada en tres elementos distintos, que aparecieron en tiempos muy diferentes durante la evolución de nuestra sociedad. Estos tres elementos pueden identificarse de varias maneras, pero una de las más claras es presentándolos como tres renuncias sucesivas a sendas posturas filosóficas que en sus épocas se juzgaron inexpugnables. Tales renuncias pueden caracterizarse de la manera siguiente: 1) renuncia a las explicaciones sobrenaturales de los fenómenos propios de la naturaleza; 2) renuncia a la búsqueda de respuesta a las grandes preguntas, como por ejemplo, ¿de qué está formado el Universo?, o ¿cuál es el destino del hombre?; 3) renuncia al intento de contestar cualquier pregunta (grande o pequeña) sobre la naturaleza por medio del uso exclusivo de la razón.

I) El primer paso en el desarrollo de la ciencia ocurrió en Grecia hace unos 25 siglos (en el siglo V a. C) cuando un pequeño grupo de pensadores conocidos como los filósofos presocráticos empezaron a abandonar sus creencias primitivas y mitos tradicionales sobre la creación del mundo y la naturaleza de todas las cosas, y a sustituirlos por teorías que no tenían elementos divinos o sobrenaturales sino que se limitaban exclusivamente a los componentes propios de la realidad. Se dice que la ciencia y la filosofía se iniciaron cuando Tales de Mileto (siglo VII a. C.) propuso: "Toda la realidad está formada por agua" como respuesta a la antigua pregunta sobre la composición del Universo. Aunque se antoja que la proposición de Tales de Mileto es demasiado simple para constituirse en el cimiento de toda la ciencia y de toda la filosofía, no es el contenido de la frase sino su sentido general lo que la hizo importante, y no es lo que dice sino lo que excluye lo que la hizo inmortal. En efecto, Tales no habla de Titanes, de Zeus o del Olimpo; su única referencia es a un elemento de la realidad; su proposición se refiere al mundo natural y por lo tanto posee una virtud insigne: se puede examinar objetivamente para determinar si es cierta o no. Otros filósofos presocráticos, como Anaxímenes, Anaximandro, Parménides, Empédocles, Alcmeón, etc., hicieron otras proposiciones, distintas a la de Tales en su contenido pero semejantes en su renuncia a elementos sobrenaturales. En la historia del pensamiento científico, éste es indudablemente el paso más importante porque lo hace posible.

II) El siguiente paso en la evolución de la ciencia fue el más prolongado y probablemente el más doloroso, porque culminó con la abdicación de la filosofía como Regina Scientiarum y el surgimiento de los distintos precursores de las diferentes ciencias actuales. Se caracteriza por la sustitución de las grandes preguntas sobre la naturaleza por otras menos ambiciosas, más simples y aparentemente intrascendentes, pero con una propiedad maravillosa: eran (y son) potencialmente susceptibles de respuesta. En los muchos siglos que tardó esta transformación el mundo occidental vio el surgimiento, la gloria y el colapso del helenismo, la aparición y el derrumbe del Imperio romano, la hegemonía política y espiritual de la Iglesia católica, la irrupción y el dominio del Islam en Europa. Sin embargo, renunciar a las grandes preguntas era necesario pero no suficiente para que surgiera la ciencia, sobre todo cuando persistía la idea de que las respuestas correctas podían ser generadas por puro raciocinio. En otras palabras, el principal y único instrumento utilizado para explorar a la naturaleza era el cerebro del investigador, quien pensando intensamente y obedeciendo el principio de la consistencia lógica interna podía descubrir la verdad sobre los fenómenos naturales. Este fue el "modo griego de mirar al mundo", que con frecuencia se identifica con el método científico. Es indispensable afirmar con toda vehemencia que tal postura es característica de la filosofía, pero que no tiene nada que ver con la ciencia; de hecho, se trata de una postura típicamente anticientífica.

III) Después de la renuncia a las explicaciones sobrenaturales de la realidad, y de la renuncia a las grandes preguntas sobre la naturaleza, lo que todavía faltaba para que surgiera la ciencia moderna era la renuncia a la autoridad de la razón. Esto no quiere decir (de ninguna manera) que debía hacerse sitio a la sinrazón; lo que significa es que debía aceptarse que, para entender a la realidad, la razón es necesaria pero no suficiente. El elemento que falta es absolutamente indispensable para que la ciencia exista, es una conditio sine qua non; me refiero a la experiencia, al contacto continuo con la realidad por medio de observaciones, comparaciones, analogías y experimentos. La ciencia es una actividad humana creativa cuyo objetivo es el conocimiento de la naturaleza y cuyo producto es el conocimiento; este producto se confirma cuando hay consenso sobre su validez en el seno de la comunidad científica experta. Tal consenso se basa sobre todo en la reproducibilidad de los datos, cuando se siguen las indicaciones especificadas al respecto. La razón es necesaria, pero la verificación objetiva de los fenómenos es indispensable. La esencia de la ciencia es la experiencia, que debe ser pública y reproducible. En la ciencia, la única que siempre tiene la razón es la naturaleza; el oficio del científico es entenderla.

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/40/htm/sec_6.html

II. Sobre el Conocimiento

Una de las características sobresalientes de la especie humana es su incapacidad para tolerar la incertidumbre y para hacer decisiones basadas en información incompleta. Desde luego, tal característica es más específica del Homo sapiens que la de ser un bípedo implume, no sólo porque está muy extensamente representada en los hombres sino porque no existe (o no sabemos que exista) en ninguna otra especie de seres vivientes. Como la gran mayoría de las veces que debemos decidir no poseemos toda la información necesaria para ello, nos hubiéramos mantenido en un estado de inactividad extrema a través de toda la evolución de nuestra especie si no fuera porque, desde muy temprano, nuestros primeros ancestros encontraron una solución al problema: inventar lo que no sabemos.

El conocimiento verdadero es tan raro que hasta su misma naturaleza es motivo de discusión en medios académicos. El filósofo se pregunta: ¿cuáles son las diferencias entre entender, conocer, saber y creer? El hombre de ciencia (casi siempre ignorante de los esfuerzos filosóficos relacionados con su campo) sólo distingue entre dos categorías: el conocimiento científico, o sea la información obtenida por medio de una serie de construcciones teóricas sometidas a rigurosas pruebas objetivas (experimentales o de otra índole) realizadas personalmente y filtradas a través de otros investigadores, con las mismas o con otras técnicas, ampliamente diseminadas a través de los medios de difusión más críticos dentro de la especialidad, de modo de asegurar su percepción y análisis por la comunidad internacional experta e interesada en el campo, y el seudoconocimiento, constituido por las respuestas al mismo problema generadas por la fe y/o la intuición, o bien por corazonadas, deseos, ilusiones, sueños, caprichos, tradiciones, convivencias, angustias, tragedias, esperanzas y otras formas más de ideación y de sentimientos.

Vivimos en un mundo que es 95% fantasía y 5% realidad. En otras palabras, ignoramos casi todo lo que representa la realidad que nos rodea y de la que nosotros mismos formamos parte; lo que realmente conocemos de la naturaleza es una fracción pequeñísima, casi infinitesimal, de todo lo que ella contiene. Una de las expresiones más dramáticas de la magnitud de nuestra ignorancia es la de Newton (quien, paradójicamente, junto con Aristóteles, Galileo, y Darwin y unos cuantos genios más, contribuyó a disminuirla de manera significativa), cuando dijo:

Yo no sé cómo me juzgue la posteridad, pero yo siempre me he visto como un niño jugando en la playa, divertido en encontrar de vez en cuando una piedra más lisa o una concha más bella que las demás, mientras el gran océano de la verdad yace completamente desconocido frente a mí.

Desde épocas prehistóricas y hasta nuestros días, casi toda la humanidad ha llenado este inmenso vacío con invenciones fantásticas y sobrenaturales, repletas de magia y antropomorfismo. Es lo que los antropólogos actuales conocen como el pensamiento primitivo, refiriéndose así no a una estructura mental que pertenece al pasado sino a una forma de pensar ingenua y simplista, gobernada por categorías absolutas y con un fuerte componente mágico. El mundo primitivo no es un mundo antiguo, más bien es un mundo infantil.

El conflicto humano que intento resumir en estas líneas no es ni simple ni reciente: se trata de algo muy complejo y también muy antiguo. El problema ha estado vigente y sin resolver desde tiempo inmemorial: ¿qué hacer cuando se ignoran una parte o hasta todos los elementos que deberían conocerse para decidir? A través de la historia, el hombre ha producido dos respuestas a esta pregunta ancestral: i) la más antigua, la tradicional y la más popular ha sido y sigue siendo: "inventa lo que no sabes, adivina lo que ignoras, rellena tu ignorancia con fantasía;" ii) la respuesta minoritaria ha sido y sigue siendo: " detente ante lo desconocido, confiesa tu ignorancia, vive en la realidad de la incertidumbre."

Confieso que mis simpatías se

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