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La Mediocridad Intelectual


Enviado por   •  24 de Marzo de 2014  •  Informes  •  397 Palabras (2 Páginas)  •  169 Visitas

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Capítulo II – La Mediocridad Intelectual

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¡Sal de la Mediocridad!

La rutina no es hija de la experiencia; es su caricatura. En su orbita giran los espíritus mediocres. Evitan salir de ella y cruzar espacios nuevos; repiten que es preferible lo malo conocido que lo bueno por conocer. Su impotencia para asimilar ideas nuevas los constriñe a frecuentar las antiguas.

Evita La Rutina:

La Rutina, es el habito de renunciar a pensar. Los prejuicios son creencias anteriores a la observación; los juicios, exactos o erróneos, son consecutivos a ella. Es mas contagiosa la mediocridad que el talento. Los rutinarios razonas con la lógica de los demás. Ignoran que el hombre vale por su saber; niegan por la cultura es la mas honda fuente de la virtud. No intentan estudiar; todos los rutinarios son intolerantes; los condena a serlo. Los hombre s rutinarios desconfían de su imaginación. En toda idea nueva presienten un peligro; si les dijeran que su prejuicios son ideas nuevas, llegarían a creerlos peligrosos. En todo lo que no hay prejuicios definitivamente consolidados, los rutinarios carecen de opinión. El hombre rutinario no puede razonar por si mismo, viven de una vida que no es vivir.

El Ser Mediocre:

La mediocridad intelectual hace al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Pasea su vida por las llanuras; evita mirar desde las cumbres que escalan los videntes y asomarse a los precipicios que sondan los elegidos. Vive entre los engranajes de la rutina. Los mediocres, lo mismo que los imbeciles, serian acreedores a esa amable tolerancia mientras se mantuvieran a la capa; detestan a los que no pueden igualar, como si con solo existir los ofendieran. Los mediocres, mas inclinados a la hipocresía que al odio, prefieren la maledicencia sorda a la calumnia violenta.

Arriesgarse al éxito:

Mirar de frente al éxito, es asomarse al precipicio: se retrocede a tiempo o se cae en el para siempre. Los grandes cerebros ascienden por la senda exclusiva del merito; o por ninguna. El éxito les parece un simple reconocimiento de su derecho, un impuesto de admiración que se les paga en vida. El éxito es benéfico si es merecido; exalta la personalidad, la estimula. La popularidad y la fama suelen dar transitoriamente la ilusión de la gloria. Los hijos del éxito pasajero deberían morir al caer en la orfandad. Para estos triunfadores accidentales, el instante en que se disipa su error debería ser el ultimo de la vida.

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