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La Terapéutica Farmacológica


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2013  •  2.112 Palabras (9 Páginas)  •  257 Visitas

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Introducción

Marie François Xavier Bichat (1771-1802), una de las figuras más brillantes de la historia de la medicina a pesar de su corta vida, en unas notas manuscritas que utilizaba para la docencia, hizo una aserción simple pero pertinente: mientras las teorías cambian, los medicamentos que han utilizado los partidarios de unas y de otras, son los mismos. A esto puede añadirse el hecho de que en otras sociedades y culturas, tanto del presente como del pasado, también se emplean muchos de los productos que han significado destacados hitos en la medicina moderna.

El arsenal terapéutico que a lo largo de la historia ha reunido la humanidad no es más que el resultado de un largo proceso de mestizaje de conocimientos y prácticas de distintas sociedades y culturas. La medicina clásica griega supo recoger muchos elementos procedentes del Egipto arcaico; a través de la ruta de la seda que unió China con Europa desde el siglo I a. C., viajaron ideas, costumbres, religiones y objetos entre los que se encontraban sustancias medicamentosas; algo parecido puede decirse de la ruta de las especias cuyos puertos situados entre el este y el oeste fueron crisoles de ideas y creencias, lenguas, técnicas, arte y ciencia. Los árabes incorporaron a la medicina muchos productos procedentes de la India y de África. A partir del Renacimiento algunos médicos portugueses, como Garcia de Horta, incrementaron el inventario de medicamentos con sustancias procedentes de las Indias Orientales, mientras que los médicos y naturalistas españoles lo hicieron con los que procedían de las Indias Occcidentales; ahí están para corroborarlo las obras de Nicolás Monardes, de Francisco Hernández y de otros muchos. Este incremento notable de posibilidades fue completado también por las "drogas químicas" que incorporaron a finales del siglo XVI Paracelso y sus seguidores. En el periodo ilustrado, algunos médicos como Whitering, supieron observar con rigor el uso de productos populares y los incorporaron a sus botiquines, como el caso de la digital, la corteza del sauce, el cornezuelo de centeno, el aceite de hígado de bacalao y la belladona, tras estudiarlos científicamente. Incluso en la actualidad, muchos laboratorios farmacéuticos han puesto su punto de mira en las plantas empleadas por numerosas tribus aborígenes, después de que la búsqueda de medicamentos de síntesis haya perdido parte del optimismo de los primeros tiempos. En estos momentos una de cada 10.000 moléculas sintéticas se convierte en medicamento. Sólo uno de cada diez fármacos estudiados en la clínica llega a la oficina de farmacia. El desarrollo de un medicamento tarda por término medio de 10 a 12 años y cuesta de 20 a 25.000 millones de pesetas.

Como hemos dicho, aunque los productos que se han utilizado en sociedades distintas son, a veces, los mismos, no significa que los usos hayan seguido igual tendencia. En ocasiones han sido parecidos y la explicación de esto está en el empirismo, en el hecho de que muchos efectos vienen avalados por la experiencia y son comprensibles y evidentes para todos. Otras veces, sin embargo, han estado marcados por las teorías interpretativas que los científicos han utilizado para explicar los efectos de las drogas que utilizaban. Esto puede comprobarse en el caso de los productos americanos; los médicos más apegados a la experiencia les dieron empleos semejantes a los indígenas, pero hubo una mayoría que les encontraron nuevos fines terapéuticos a la luz de las teorías galénicas. El guayaco, por ejemplo, al contrario de lo que hicieron bastantes médicos europeos, apenas fue utilizado por los indios americanos contra la sífilis, frente a la cual no mostraba efecto alguno. La obra del cirujano Arias de Benavides (Secretos de chirurgia, 1567), quien estuvo ejerciendo en los nuevos territorios durante varios años, al hablar de las virtudes de ciertas plantas americanas, difiere mucho de las mencionadas por Nicolás Monardes en su Historia medicinal de las cosas que se traen de Nueva España. (1574). Esta obra se considera como una de las más importantes contribuciones a la farmacognosia. Ahonda en el origen y caracteres de identificación, además de los usos, de muchas plantas americanas. No obstante, detrás está siempre presente el razonamiento del galenismo de la época.

El médico de finales del siglo XVIII y de principios del XX contaba, pues, con una serie de productos procedentes del reino vegetal, animal y mineral; con unos conocimientos descriptivos de todos ellos (farmacognosia); con unas pautas de administración más o menos científicas; con unas interpretaciones acerca de cómo actuaban; y finalmente, con un repertorio de sus virtudes.

Inicios del cambio

A lo largo del siglo XVIII las ciencias de la naturaleza y de la vida iniciaron un cambio importante que les llevó a alcanzar la suficiente madurez como para convertirse en sólidos apoyos para la nueva ciencia médica. Dos fueron los objetivos llevados a cabo respecto a la terapéutica: por una parte, el estudio químico de la composición de los productos naturales así como de sus sustancias activas, y por otra, el análisis fisiológico de los mecanismos de acción. Esto se realizó, sobre todo, a patir de una fructífera relación entre la química y la medicina.

7.2.1. Medicina y química

A finales del siglo XVIII y principios del XIX la química se constituyó como disciplina científica. A ello contribuyeron la obras de J. Black, que demostró la presencia de gas carbónico en el aire; de C.W. Scheele y J. Priestley, que descubrieron el oxígeno; de C. Cavendish que describió la preparación del hidrógeno y del bióxido de carbono; y de nuevo de Scheele, que encontró la presencia de nitrógeno en el aire.

De gran trascencencia fue el descubrimiento de las leyes de la combinación. Lavoisier formuló la de la suma de los pesos, Richter y Wenzel la de los equivalentes, y Proust la de las proporciones definidas. La química se convertía con ellas -como dice Laín-, en ciencia racional y exacta. El gran químico francés Antoine-Laurent Lavoisier (1743-1794) contribuyó, además, con sus investigaciones sobre la calcinación y la respiración, demostrando la existencia de una analogía entre la combustión, la formación de "cal" a partir del elemento metálico, y la hematosis respiratoria. Todos estos procesos se debían a la absorción del gas descubierto por Scheele y Priestley, que Lavoisier llamó oxígeno.

Respecto a la química orgánica, los hallazgos de Fourcroy, Vauquelin, Chevreul y Gmelin relativos a la química vegetal y animal, comenzaron a sistematizarse gracias al concepto de "radical orgánico"

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