La Vida Aprendiente Y El Aprendizaje Vivo
RPitti7 de Febrero de 2012
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La vida aprendiente y el aprendizaje vivo.
Por: Rigoberto Pittí
Me senté a escribir, luego de leer los documentos sugeridos y se me pasó el tiempo sin haber logrado cohesionar un texto con sentido. Casi caigo en el desespero, pues había un tiempo acordado para leer, para escribir y para socializar nuestras relecturas, pero aún no había llegado ese tiempo propicio para que emergieran las palabras desde el interior.
La mayoría de la veces nos dejamos atrapar por el cronos, mientras el kairos aparece de repente. Tiempo cronológico y tiempo vivo o intenso no son paralelos ni se miden de la misma manera. El tiempo cronos se puede planificar, medir, dominar. El kairos es intuitivo, abierto, caótico, creativo; llega cuando menos lo esperamos y de la forma menos imaginada.
Hoy se ha detenido mi tiempo,
no el tiempo, ni tu tiempo.
Mientras gira la vida frente a mí,
yo estoy anclado, esperándote,
en algún espacio.
Hoy apenas he encontrado una rendija por donde asoman las palabras. Estos versos escritos de antemano, fueron talvez intuiciones iniciales que emergieron cuando quise formular mi trabajo personal (chifladura). Están ahí estáticos desde el inicio, pero hoy me recuerdan la lucha por trascender la linealidad de ese tiempo-reloj. Es cierto que a veces me anclo a ver pasar los minutos sin que afloren las ideas y la vida sigue corriendo como en una carrera desesperada por llagar a alguna meta superior. Pero de repente surge como un torbellino el crepitar de las palabras y entonces sí me dejo llevar por ese don de recrear la vida misma.
Creo que esa es la dinámica de la vida. Y es también la dinámica de aprender. El conocimiento no se produce cuando forzamos el momento, sino cuando nos dejamos inspirar por alguien o por algo. En poesía a eso se le llama musa. Tiene la apariencia de algo externo, pero al final es algo que construimos en nuestro cerebro/mente para darle forma a nuestras ideas e intuiciones (morfogénesis). Cuando encontramos nuestra musa, nos gozamos en hablarle desde lo más profundo. Nuestro cerebro/mente se despliega, se desdobla y asume una plasticidad tal que da lugar a los escenarios más creativos y fantásticos.
El arte de aprender es también el arte de vivir. Porque la intencionalidad de la vida es cambiar, adaptarse, relacionarse, abrirse en un orden/desorden que, al final de cuentas, no es más que la búsqueda de plenitud. Quien no quiere aprender se va muriendo, se va cerrando sobre sí mismo y deja de ser parte de la red de la vida. Mientras que quien aprende, se va nutriendo de las relaciones; su apertura al entorno le permite recibir y dar de sí; le permite crecer.
Nuestro cuerpo es un sistema complejo que, para subsistir y trascender, tiene que abrirse a la inteligencia colectiva que compartimos todos los seres que poseemos vida. No somos una máquina con un ordenador central programado para procesar información acumulada o suministrada desde el exterior. Varela nos advirtió que nuestra inteligencia no procede de un cerebro central que ordena jerárquicamente a todos sus miembros hasta llegar hasta la última cadena de mando. Aún no sabemos a ciencia cierta si es que hay una ubicación espacial desde la cual se toman las decisiones, o desde la cual sentimos o percibimos. Todo nuestro cuerpo actúa frente a determinados eventos sensoriales, racionales, intuitivos, y hasta espirituales.
No son mis ojos quienes te miran,
ni son mis labios los que ansían gustarte;
ni mis oídos los que quieren deleitarse
con una melodía de tu voz.
No son mis manos las que quieren posarse en ti,
ni mi piel conjugarse con tu tersura.
Soy yo: la totalidad de unos deseos,
la complejidad de un anhelo,
la creatividad de muchos sueños
...