La aurora de la física
juank11999977Síntesis20 de Noviembre de 2014
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Capítulo 1
La aurora de la física
Es muy difícil rastrear el origen de la ciencia física, tan difícil como rastrear el origen
de muchos grandes ríos. Unas cuantas pequeñas fuentes que burbujean bajo el
verde follaje de la vegetación tropical o gotean bajo las verdes cubiertas de musgo
en el estéril país septentrional; unos cuantos arroyos que descienden alegremente
por las laderas de la montaña y se reúnen para formar riachuelos que a su vez se
juntan y forman corrientes bastante grandes para merecer el nombre de "río". Los
ríos se hacen cada vez mayores, alimentados por numerosos tributarios, y,
finalmente, se convierten en poderosas corrientes —sea el Mississippi o el Volga, el
Nilo o el Amazonas— que vierten sus aguas en el océano.
Las fuentes que dieron origen al gran rio de la ciencia física estaban diseminadas
por toda la superficie de la Tierra habitada por el homo sapiens, es decir, el hombre
pensante. Parece, sin embargo, que la mayoría estaban concentradas en la punta
sur de la península balcánica, habitada por el pueblo que ahora llamamos los
"antiguos griegos" o al menos así nos parece a los que heredamos la cultura de
estos primeros "intelectuales". Es interesante labor que, mientras otras naciones
antiguas, como Babilonia y Egipto, contribuyeron en gran medida al temprano
desarrollo de las matemáticas y la astronomía, fueron completamente estériles
respecto al desarrollo de la física. La explicación posible de esta deficiencia, en
comparación con la ciencia griega, es que los dioses de Babilonia y Egipto vivían
arriba, entre las estrellas, mientras los dioses de los antiguos griegos vivían en una
elevación de sólo unos 10.000 pies, en la cima del monte Olimpo y, por tanto,
mucho cerca de los problemas de tejas abajo. Según una legenda, el término
“magnetismo" proviene del nombre de un pastor griego, Maguno que quedó
sorprendido al observar que el regatón de hierro de su bastón era atraído por una
piedra (mineral de hierro magnético) que había en el borde del camino.
Análogamente el término "electricidad" proviene de la palabra griega hλεκτρον
(ámbar), a causa de que tal vez otro pastor helénico, al tratar de pulir un trozo de ámbar frotándolo sobre la lana de una de sus ovejas, observó que poseía la
misteriosa propiedad de atraer pequeños trozos de madera.
1. La ley pitagórica de las cuerdas
Mientras que estos legendarios descubrimientos difícilmente encontrarían base para
un litigio legal sobre la prioridad, el descubrimiento del filósofo griego Pitágoras, que
vivió a mediados del siglo VI antes de Cristo está bien documentado. Convencido de
que el mundo está gobernado por los números, investigó la relación entre las
longitudes de las cuerdas en los instrumentos musicales que producen
combinaciones armónicas de sonidos.
Figura 1. Ley pitagórica de las cuerdas
A este propósito empleó el llamado "monocordio", es decir, una sola cuerda cuya
longitud se puede variar y someter a diferentes tensiones producidas por un peso
suspendido a su extremo. Usando el mismo peso y variando la longitud de la
cuerda, vio que los pares de sonidos armónicos se producían cuando las longitudes de la cuerda estaban en relaciones numéricas sencillas. La razón de longitud 2:1
correspondía a lo que hoy llamamos "octava'"; la razón 3:2 a una "quinta", la razón
1:3 a una "cuarta". Este descubrimiento fue probablemente la primera formulación
matemática de una ley física y se puede muy bien considerar como el primer paso
en el desarrollo de lo que boy conocemos como física teórica. En la moderna
terminología física podemos formular de nuevo el descubrimiento de Pitágoras
diciendo que la frecuencia, e s decir, el número de vibraciones por segundo de una
cuerda determinada, sujeta a una tensión dada, es inversamente proporcional a su
longitud. Así, si la segunda cuerda (Figura 1 b) es la mitad de larga que la primera
(Figura 1a), su frecuencia será dos veces mayor. Si las longitudes de las dos
cuerdas están en la proporción de 3:2 ó 4:3, sus frecuencias estarán en la
proporción de 2:3 ó 3:4 (Figura 1 c, d). Como la parte del cerebro humano que
recibe las señales de los nervios del oído está construida de tal forma que una
sencilla relación de frecuencia como 3:4 proporciona "placer", mientras que una
compleja como 137:171 "desplacer" (hecho que tendrán que explicar los futuros
fisiólogos del cerebro), la longitud de las cuerdas que dan un acorde perfecto deben
estar en una relación numérica sencilla. Pitágoras intentó dar un paso más al
sugerir que, como el movimiento planetas "debe ser armonioso", sus distancias de
la Tierra deben estar en las mismas relaciones que la longitud de las cuerdas (bajo
la misma tensión) que producen las siete notas fundamentales de la lira, el
instrumento musical nacional de los griegos. Esta idea ha sido probablemente el
primer ejemplo de lo que ahora se llama a menudo "teoría física patológica".
2. Demócrito, el atomista
Otra importante teoría física que en la moderna terminología podría ser llamada
"una teoría sin ninguna base experimental" pero que resultó un “sueño que se torna
realidad", fue propuesta por otro griego antiguo, el filósofo Demócrito, que vivió,
pensó y enseñó hacia el año 400 antes de Cristo. Demócrito concibió la idea de que
todos los cuerpos materiales son agregados de innumerables partículas tan
pequeñas que no son visibles por los ojos humanos. Llamó a estas partículas
átomos o indivisibles (atomos) en griego, porque creía que representaban la
última fase de la división de los cuerpos materiales en partes cada vez más pequeñas. Creía que hay cuatro clases diferentes de átomos: los átomos de la
piedra, pesados y secos; los átomos de agua, pesados y húmedos; los átomos de
aire, fríos y ligeros, y los átomos de fuego, fugitivos y calientes. Por una
combinación de estas cuatro diferentes clases de átomos se suponía que están
hechas todas las materias conocidas. El suelo era una combinación de átomos de
piedra y agua. Una planta que crece desde el suelo bajo la influencia de los rayos
solares consistía en átomos de piedra y agua del suelo y los átomos del fuego
procedían Sol. Por esta causa los átomos de madera seca que han perdido sus
átomos de agua pueden arder, desprendiendo átomos de fuego (llamas) y dejando
átomos de piedra (cenizas). Cuando ciertas clases de piedra (minerales metálicos)
son puestas a la llama, los átomos de piedra se unen a los átomos de fuego
produciendo las sustancias conocidas como metales. Los metales baratos, como el
hierro, contienen muy pocos átomos de fuego y, por tanto, parecen bastante
apagados mientras que el oro tiene el máximo de átomos de fuego y, por esta
razón, es brillante y valioso. En consecuencia, si se pudiera añadir más átomos de
fuego al simple hierro ¡se podría obtener el preciado oro!
Un estudiante que dijera todo esto en su examen de química elemental
seguramente sería suspendido. Pero, aunque estos ejemplos particulares de la
naturaleza de la transformación química eran, desde luego, erróneos, la idea
fundamental de obtener un número casi ilimitado de sustancias diferentes, por una
combinación de unos cuantos elementos químicos básicos era indudablemente
correcta y ahora representa el fundamento de la química actual. Sin embargo, tardó
veintidós siglos, desde la época de Demócrito a la de Dalton, en demostrarse su
verdad.
3. La filosofía aristotélica
Uno de los gigantes del antiguo mundo griego fue un hombre llamada Aristóteles,
que se hizo famoso por dos razones: primera, porque era un, verdadero genio;
segunda, porque fue preceptor y más tarde protegido de Alejandro Magno de
Macedonia. Había nacido en el año 384 antes de Cristo, en la ciudad colonial griega
de Estagira, en el mar Egeo; su padre había sido médico de la Corte de la familia
real de Macedonia. A la edad de diecisiete años se trasladó a Atenas y se unió a la escuela filosófica de Platón, siendo un ardiente discípulo de Platón hasta la muerte
de éste en el año 347 antes de Cristo. Después siguió un período de extensos viajes
hasta que por fin regresó a Atenas y fundó una escuela filosófica llamada
"peripatética" que se reunía en el Liceo. La mayor parte de las obras de Aristóteles
conservadas, hasta nuestros días son los "tratados" que probablemente representan
los textos de las lecciones que explicaba en el Liceo sobre diversas ramas de la
ciencia. Son tratados de lógica y psicología, de la que fue el inventor, tratados sobre
ciencia política y sobre diversos problemas biológicos, especialmente sobre la
clasificación
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