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La tradición marxista

DELREY_24 de Octubre de 2013

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Por cierto el concepto de enajenación es un problema largamente comentado en la tradición marxista. Pero es justamente de esa tradición que, creo, debemos liberarnos. Por eso voy a hacer una serie de distinciones, para las que no pretendo originalidad alguna, pues se pueden encontrar de una u otra manera en muchos autores marxistas, pero que quiero poner en un orden y con unas connotaciones definidas, que nos ayuden a pensar los problemas de hoy.

Creo que es útil y necesario distinguir entre objetivación, alienación, extrañamiento, enajenación, reconocimiento y reconciliación. Pero que es previo, metodológicamente, establecer cuatro principios, en beneficio de nuestra salud intelectual. El primero es que voy a hacer esta distinción en castellano, no en alemán. Es decir, no voy a preguntarme por los términos alemanes que habrían usado Hegel o Marx para, luego, encontrar sus equivalentes posibles y problemáticos en castellano, sino que voy a pensar directamente en castellano cada uno de los conceptos que me interesan. El segundo es que voy a describir estos conceptos en lenguaje natural, es decir, usando las palabras que usamos todos los días. La hipótesis es que siempre pensamos en lenguaje natural, por muy sofisticadas que sean nuestras ideas, y que la traducción posterior a lenguaje técnico es más bien un truco gremial que una necesidad real. El tercero es que voy a usar el truco de las etimologías, que es un recurso retórico típico de la tarea intelectual, desde el castellano, nuevamente, no desde el alemán, y sólo para dar a entender mejor el sentido de una noción, ni siquiera pretendiendo que sean etimologías reales o rigurosas. Me importa más especificar un conjunto de nociones que pasar por erudito. Y el cuarto que, desde luego, no debe darse por obvio, es el de usar palabras distintas para nociones distintas. En el caso que desarrollaré se trata de nociones estrechamente relacionadas, en que es muy fácil mezclar las connotaciones de cada término. El principio que seguiré será el de asociar palabras distintas para designar connotaciones distintas, aunque las nociones sean de hecho difícilmente separables.

La base de todos estos conceptos es la idea, originalmente hegeliana, de que la historia humana es una totalidad viviente. La generalidad de la categoría "historia humana", vista desde Marx, puede concretarse ontologizando la categoría "trabajo". Llamo trabajo, de manera ontológica, al proceso efectivo de producción de ser. En el trabajo, en el fondo, lo que se produce es el ser mismo.

En términos lógicos, el primer paso de este proceso de producción de ser es la objetivación. En la objetivación la totalidad que es la historia humana deviene a la vez sujeto y objeto. Se desdobla en términos, no siendo su ser sino la vida de estos términos. Considerada desde el marxismo esta noción sugiere que en el acto de la producción un sujeto pone su subjetividad en un objeto y, a la vez, por hacerlo, resulta él mismo, objetivado. Puede parecer extraño, es una lógica no convencional, pero lo que ocurre es que la producción es el término real y central, de la que resultan los otros dos términos.

Se podría decir que la objetivación es un proceso social, pero en rigor es al revés : llamo "social" a la pluralidad de dimensiones de la objetivación. No es que lo social se objetive, la objetivación misma es lo social.

Esta manera extremadamente abstracta y general de introducir el tema es necesaria para conservar una intuición fundante del marxismo, la idea de que todo objeto vale por la subjetividad, en forma de trabajo, que contiene. Pero también, a la inversa, la idea de que sólo se es sujeto en el marco del proceso social del trabajo.

Más allá incluso. Todo objeto es el objeto que es sólo en virtud de haber sido objetivado. Simplemente

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