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FORMACIÓN DE UNA TRADICIÓN MARXISTA EN LATINOAMÉRICA

kerel19897 de Mayo de 2012

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FORMACIÓN DE UNA TRADICIÓN MARXISTA EN LATINOAMÉRICA

Pedro Ribas Ribas

Universidad Autónoma de Madrid

Ya sé que para mucha gente hablar de marxismo hoy es hablar de algo del pasado, o bien de una ideología política que va ligada a la dictadura. No voy a detenerme en considerar esta visión del marxismo, pero tengo que aclarar que cuando hablo aquí de él entiendo que hay que distinguir cuidadosamente entre la obra de Marx y las interpretaciones que históricamente ha tenido esta obra. De paso diré que su misma edición, que finalmente está avanzando, es toda una muestra de lo deficientemente que se ha leído a Marx con frecuencia. La nueva MEGA, de la que van publicados 50 tomos de los 114 previstos, permite ya afirmar sin lugar a dudas que Marx nos dejó un taller de trabajo en elaboración, de ninguna manera un sistema terminado. En lo que a la economía se refiere, esto quedaba ya bastante claro con la publicación de los llamados Grundrisse, que han sido muy poco estudiados por los marxistas, hasta el punto de que un autor como Althusser, tan influyente en los sesenta y setenta del siglo XX, no los conocía.

Pero vayamos al tema. Decía que conviene distinguir entre marxismo y Marx, esto es, entre lo que Marx escribió realmente y lo que sus amigos y seguidores han dicho y escrito de él. No hablo de sus detractores y adversarios, ya que si bien la denominación “marxismo” se debe a sus adversarios, fueron sus seguidores quienes la fueron asumiendo hasta hacerla distintivo propio. Con este nombre, marxismo, socialismo marxista o simplemente socialismo, se fue formando en distintos lugares del mundo una corriente social y política que tenía como objetivo transformar el sistema de explotación capitalista en una sociedad democrática. El referente teórico de esta transformación era el pensamiento de Marx y Engels, a los que progresivamente se fueron incorporando nombres que resumían para el mundo obrero, ampliaban o simplemente comentaban la obra de Marx y Engels. Llegado un momento histórico, este pensamiento fue usado de manera fraudulenta hasta convertirlo en un dogma, en una nueva escolástica, y sirvió para legitimar una política y una estructura social que se amparaba en el hecho de haberse iniciado bajo la bandera de Marx. Me refiero al estalinismo que se instala e la Unión Soviética desde los años 30 del siglo XX.

Dicho esto, voy a tratar de mostrar algunos puntos que permitan seguir la trayectoria o formación de una tradición marxista en Latinoamérica. También soy consciente de que hablar de una tradición es quizá dar por sentado que existe una historia larga, plagada de autores y obras que formarían esta tradición. No existe tal tradición en el sentido de abundancia imponente de autores y obras, pero sí en el de una presencia social y política que tiene que ver con el mundo obrero, vale decir con el mundo de los marginados.

¿Cómo empieza esta historia? Como en todo el mundo, como una reivindicación obrera. Y como el mundo obrero es distinto en Europa y en Latinoamérica, hay diferencias en este sentido, como las hay entre distintos países. Al igual que el desarrollo del marxismo es distinto en países industriales como Alemania o Bélgica respecto de lo que ocurre en países como España y Portugal, también es distinto en Argentina y en Perú.

La obra de Marx fue tomada como guía teórica, como guía de la acción socialista, pero esto ocurrió en un proceso lento. Esta obra fue muy desconocida hasta que los socialistas fundaron partidos y éstos, en su prensa y en sus congresos y en sus mítines, hablaron y escribieron sobre ella. La fundación de la Internacional fue, naturalmente, el primer acontecimiento importante para su difusión, con lo cual no quiero decir que Marx y Engels inventaron el socialismo: ellos mismos lo aprendieron del mundo obrero y lo reformularon, eso sí

En lo que se refiere a la propagación y edición de escritos de Marx, fue la etapa de la segunda Internacional (1889-1914), la llamada Internacional Socialista, la que supuso un paso relevante. En el ámbito de lengua española, hay interesantes contactos entre España y Latinoamérica. Recordemos que la primera traducción española de El capital hecha directamente del alemán es la del argentino Juan Bautista Justo (1865-1928), que salió en la imprenta artesanal montada en Madrid por el tipógrafo español Antonio García Quejido, el fundador de la UGT. La edición salió por entregas entre 1897-1898. Nunca he podido encontrar la correspondencia entre Justo y García Quejido, que constituye sin duda un capítulo interesante en las relaciones entre socialistas españoles y argentinos y una documentación imprescindible acerca de la primera traducción de El capital hecha directamente del alemán.

Justo es uno de los primeros socialistas latinoamericanos destacados y su línea de pensamiento puede servir para distinguir lo que llama Fornet Betancourt “el deslinde ideológico” ¿Deslinde de qué? Del anarquismo, sobre todo. Recordemos que el socialismo marxista se inserta en la corriente creada por el llamado socialismo utópico (Saint Simon, Owen, Fourier) para reformularlo con el pensamiento de Marx y Engels. El movimiento obrero, tanto en España, como especialmente en Latinoamérica, fue mucho más anarquista que marxista en sus comienzos. El deslinde del anarquismo, como de otros movimientos reivindicativos, ocurre con la fundación de partidos socialistas, que son los vehículos importantes para la difusión del pensamiento de Marx. El Partido Socialista Argentino nace en 1896, fundado por Juan Bautista Justo; el del Brasil, en 1892, con predominio anarcosindicalista; el de Chile, en 1899; el de Cuba, en 1904; en 1910 nace el de Uruguay.

En la filosofía académica latinoamericana tarda mucho en aparecer el socialismo como corriente de pensamiento. Habría que remontarse a la obra del brasileño Farias Brito (1862-1917) Finalidade do mundo, en su segunda parte, “A filosofia moderna” (1899), para encontrar una obra de un filósofo latinoamericano conocido que se ocupe de Marx.

El socialismo de Justo nos puede dar la pauta no sólo del socialismo de esta etapa primera, la del deslinde, sino que supone una línea que será básica en el socialismo argentino. Me refiero a la impronta positivista de ese socialismo.

Justo es el primero en introducir el marxismo de manera sistemática. Y lo hace en el contexto teórico del momento, el positivismo. Pero, a diferencia de otros, no convierte el marxismo en un dogma. La supervalía (así es como traduce él Mehrwert), por ejemplo, no es expuesta en los términos de Marx, sino que Justo la llama ”una ingeniosa alegoría” a la que no presta la atención que solía recibir en los escritos de los socialistas. Parece claro que Justo no consideraba tan central el concepto.

Uno de los puntos que desarrolla el socialista argentino es el materialismo histórico, que él no considera ni como determinismo inexorable, ni como vía para predecir acontecimientos. Sobre este asunto publicó en 1909 uno de sus libros importantes, Teoría y práctica de la historia, con una segunda edición en 1915, que es la que yo conozco. En este libro queda claro que se mueve en las coordenadas del positivismo de Spencer y del biologismo típico de finales del siglo XIX y principios del XX, pero no de manera acrítica. Así, al principio del libro, hablando de los organismos vivos, podemos leer textos como éste, de sabor tan spenceriano: “Las diversas funciones se subdividen y especializan, los diversos órganos van transformándose en sistemas de órganos o aparatos, y así, del amorfismo de la masa protoplasmática que toda ella siente, toda absorbe, toda digiere, toda crece, toda se contrae y se mueve salen los animales superiores con su delicada y compleja organización.”

Pero inmediatamente critica a Spencer y a quienes usan comparaciones entre el organismo individual y la sociedad, forma subrepticia de justificar las castas (unos han nacido para hacer de cerebros, otros para hacer de estómago, etc.). “Así como en el animal hay células cerebrales, vellosidades intestinales, fibras musculares y palancas óseas, en el mundo social habría una clase de hombres originaria y definitivamente gobernantes, una clase rentista, encargada de absorber las sustancias nutritivas, y una clase trabajadora, alimentada y dirigida por las otras dos.”

Justo rechaza tajantemente esta forma de darwinismo social. Es cierto que la biología tiene una presencia muy importante en este libro suyo, pero tal presencia no es usada para practicar un reduccionismo biológico en el proceso histórico, sino para mostrar que la condición humana va ligada a la naturaleza y para explorar las posibilidades que esta condición le ofrece a la hora de vivir y desarrollarse de la forma más humanamente digna. Lo biológico es condición básica de lo humano, pero, a diferencia de los animales, los humanos, gracias a su razón, tienen capacidad para sobreponerse a la naturaleza y por ello la completan construyendo herramientas y produciendo, produciendo no sólo para satisfacer necesidades biológicas, sino también culturales y artísticas. Podríamos decir que Justo es un ilustrado, tanto por el hecho de su confianza en la razón científica, como por su confianza en los beneficios de la educación. No es, por tanto un darwinista social a la manera de Enrico Ferri, que fue tan popular en la Europa de finales de siglo y también en América Latina. Karl Kautsky, figura clave del socialismo alemán de la segunda Internacional, fue igualmente importante en la comprensión darvinista del marxismo, si bien entendiendo que en la lucha por la vida triunfa la unión y solidaridad de los débiles, no

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