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Los Humanos


Enviado por   •  23 de Marzo de 2021  •  Síntesis  •  22.619 Palabras (91 Páginas)  •  75 Visitas

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LOS HUMANOS

Hay muchos problemas históricos que sólo se pueden entender por medio

de la interacción entre el hombre, los animales y las plantas.

                        

NIKOLÁI VAVÍLOV

El gran Homo calpicus pretérito, pitecoide, mesocéfalo, prognato,

agroblematoso, platicnémico y salvaje del profesor Busk

        En 1848 se encontró un cráneo durante unas operaciones mineras británicas en la cantera de Forbes, en la cara norte del peñón de Gibraltar. El hallazgo se presentó en una reunión de la Asociación Científica de Gibraltar, pero nadie pudo entender qué era aquel cráneo grueso y extraño de ceño prominente y cuencas oculares enormes. Así que lo pusieron en un estante a coger polvo.

        Ocho años más tarde se encontró otro cráneo, junto con algunos huesos, en otra cantera, esta vez en Alemania. Los restos fueron desenterrados en la gruta de Feldhofer, del valle de Neander, cerca de Düsseldorf. Los trabajadores que estaban limpiando de barro las cuevas antes de empezar las extracciones descubrieron algo que tomaron por huesos de oso cavernario, pero un maestro local reconoció que eran humanos y los recogió. El profesor Mayer, de la Universidad de Bonn, sugirió que esos huesos quizá pertenecieran a un desertor del ejército mongol que había muerto de raquitismo, frunciendo la cara de agonía de tal manera que en el proceso se le formó un ceño prominente. En cambio, el profesor Schaaffhausen, de la misma universidad, opinó que el cráneo y los huesos de Feldhofer no eran patológicos, sino normales. Como los restos se habían encontrado junto a otros huesos de animales extintos, llegó a la conclusión de que aquel humano debía de haber sido un habitante muy antiguo de Europa. En 1861, el anatomista londinense George Busk tradujo el ensayo de Schaaffhausen sobre los fósiles de Feldhofer, y se mostró de acuerdo con que el cráneo quizá perteneciera a un tipo muy antiguo de ser humano, y pidió más fósiles. Al año siguiente, el cráneo de la cantera de Forbes fue debidamente empaquetado y enviado a Londres.

        Llegado el año 1864, Busk publicó su informe sobre el «hombre pretérito pitecoide de Gibraltar», donde señalaba su parecido con el fósil «de amplia fama» de Feldhofer. Los restos de Gibraltar y del valle de Neander no eran simples rarezas, afirmaba, sino representantes de una tribu perdida que se había movido «desde el Rin hasta los Pilares de Hércules». Darwin vio aquel mismo año el «maravilloso cráneo de Gibraltar», pero no hizo comentarios sobre él. Un amigo de Busk, Hugh Falconer, le escribió el 27 de junio para sugerirle un nombre para el espécimen:

                         

        Mi querido Busk:

        Un par de ideas de nombres que he estado considerando para su cráneo pretérito pitecoide: Homo var. calpicus, de Calpe, el antiguo nombre del peñón de Gibraltar. ¿Qué le parece?

¡Acérquense, damas y caballeros! ¡Acérquense y vean el gran Homo calpicus pretérito, pitecoide, mesocéfalo, prognato, agroblematoso, platicnémico y salvaje de Gibraltar...!

        Suyo siempre,

        H. FALCONER

                         

        Pero Busk fue un poco lento de reflejos. Pocos meses después de que se publicara «El hombre pretérito pitecoide», de Busk, un molde del cráneo de Feldhofer llegó a manos del geólogo William King, del Queen’s College de Galway. King reconoció que se trataba de un ser humano primitivo, pero consideró que su peculiaridad lo hacía merecedor de un nuevo nombre de especie. Y propuso Homo neanderthalensis, por el nombre del valle alemán. De manera que fue King, y no Busk ni Falconer, el primero en nombrar una especie de humano primitivo; y, por supuesto, el nombre caló.

        Busk se pasó al estudio de las hienas y los osos cavernarios extintos. Falconer murió en 1865. Y el cráneo de Forbes volvió a ser depositado en un estante, esta vez en el Royal College of Surgeons. Si las cosas hubieran ido de forma un poco distinta aquel año de 1864 —si Busk hubiera sido un poco más cauteloso, quizá—, hoy en día hablaríamos de los cálpicos y no de los neandertales.

        Después de ese primer descubrimiento, y del reconocimiento del hecho de que habían existido más especies humanas, no pararon de aparecer fósiles, a menudo en lugares inesperados, y tampoco dejaron de añadirse nombres a las ramas pobladas de especies primitivas más estrechamente emparentadas con nosotros que con ningún otro simio: juntos, somos los homininos. Hoy en día hay más de veinte especies nombradas de homininos, entre ellas ocho que han existido en los dos últimos millones de años y que están lo bastante emparentadas con nosotros como para ser incluidas en nuestro mismo género, Homo, los humanos.

        Los neandertales —los primeros en ser nombrados— siguen estando en el centro de las discusiones sobre los orígenes del hombre. Ya se han encontrado miles de huesos en más de setenta yacimientos distintos. También se han recuperado herramientas de piedra que parecen características de los neandertales en centenares de yacimientos. Durante mucho tiempo se creyó que eran nuestros primos cercanos. Se comportaban de forma parecida a los humanos modernos que vivieron en la misma época: tallaban piedras a golpes para construir sus armas de caza y para hacerse rasquetas y cuchillos, enterraban a sus muertos, recogían conchas, usaban pigmentos y hacían marcas en las paredes de las cuevas. Durante miles de años, esa otra gente, esa «tribu perdida», coexistió en el planeta con los humanos modernos. Pero después desaparecieron. La pregunta persistente era la siguiente: ¿nos conocimos? ¿Fueron los neandertales unos antepasados más, o bien fueron simplemente unos primos cercanos y —en última instancia— un callejón sin salida de nuestro árbol genealógico?

        Durante años, paleoantropólogos y arqueólogos discutieron sobre el destino de los neandertales, y en concreto sobre la cuestión de si los humanos modernos y los neandertales habían llegado a mezclarse. Algunos esqueletos que nos habían llegado parecían mostrar indicios de entrecruzamiento, con rasgos clásicos de neandertal en lo que por lo demás parecía un esqueleto humano moderno. Pero muchos expertos seguían sin estar convencidos. La resolución de esta incógnita tuvo que esperar a que nuestra tecnología moderna se desarrollara hasta el punto de permitirnos acceder a la respuesta. Con esa nueva tecnología tenemos la capacidad de extraer y secuenciar el ADN de los huesos primitivos. Y ahora finalmente parece posible contestar a la pregunta: ¿acaso nuestros antepasados Homo sapiens se entrecruzaron con el Homo neanderthalensis? ¿Acaso somos híbridos?

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