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NEUROPSICOLOGÍA

martha9526Tesis4 de Febrero de 2015

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NEUROPSICOLOGÍA

– Por Luz Elvira Vallejo Echeverri –

Esta disciplina científica corresponde al campo de las neurociencias, el interés en este primer apartado está referido a mostrar las definiciones de algunos autores representativos, las condiciones de su origen y evolución a lo largo de su historia, incluyendo algo del trabajo en nuestro medio.

1. DEFINCIÓN

La neuropsicología es el estudio de la relación cerebro-comportamiento. Para Lezak (1983), es una ciencia aplacada relacionada con la expresión comportamental de la disfunción cerebral. Su rápida evolución en años recientes refleja un sensible crecimiento desde la clínica hacia los problemas prácticos de la identificación, evaluación y rehabilitación de pacientes con daño cerebral.

Según Frederiks (1984), la neuropsicología es el estudio de las relaciones normales y patológicas entre el cerebro y el comportamiento; estudia los fenómenos clínicos que aparecen como conciencia de trastornos del sistema nervioso; se ubica entre la neurología y la psicología, o más correctamente entre el campo de las neurociencias y las ciencias del comportamiento.

De acuerdo con el mismo autor, inicialmente el objeto de estudio de la psicología fue abordado principalmente por pocos neurólogos clínicos como Broca, Wernicke, Meynert, Kleist, Goldstein, Head, entre otros; pero las dos guerras mundiales aportan mucho material de investigación, destacándose los trabajos de Goldstein, Zangwill, Teuber, Milner, Hécaen, Luria y otros. Para continuar con el tema es preciso contextualizar su origen y desarrollos iniciales.

2. ORIGEN

De acuerdo con Luria (1979), en ciertos aspectos la psicología es tan antigua como el hombre, pero su estatus de científica sólo tiene un siglo, a lo largo del cual ha recibido valiosos aportes que le han permitido plantearse cuestiones fundamentales desde diferentes ángulos, entre ellos el de la neuropsicología, con la ayuda cada vez mayores y mejores recursos tecnológicos.

El cerebro se fue convirtiendo en una fuente importante de conocimientos sobre los mecanismos de la conducta, pero esta perspectiva tiene también su propia historia, que Luria (1979) presenta de la siguiente forma:

Los antiguos filósofos al formular la esencia de los procesos psíquicos, concibieron la conciencia del hombre como un conjunto de diferentes facultades: percepción, intelecto y memoria; y surgía entonces la pregunta: ¿cuáles son los órganos depositarios de tales facultades?. Para Aristóteles y sus seguidores era el corazón, para otros como Hipócrates era el cerebro. Esta idea afianzó en la edad media; sin embargo para Galeno eran los tres ventrículos, donde cada uno aportaba una facultad; esta concepción se mantuvo durante siglos.

En el siglo XVI los neuroanatomistas describieron estructuras como: cerebelo, tallo, tálamo, glándula pineal, hemisferios y pares craneales, ampliando así el conocimiento estructural del cerebro.

En el siglo XVIII se descubre la existencia de electricidad y química en los organismos, lo cual conduce a las investigaciones sobre la actividad eléctrica, entre ellas la de Galvani y sus descubrimientos sobre la conducción nerviosa.

Franz Gall – descubridor de la sustancia gris y blanca de los hemisferios cerebrales -, ubicó como órganos de las facultades mentales, a las diferentes áreas del cerebro y mencionó que como éste era un organismo biológico más importante para el pensamiento y las emociones, la expresión de las características internas se representaría mejor en las variaciones de la forma del cráneo (Millon, 1976).

Durante el siglo XIX los métodos científico naturales desplazaron la formulación especulativa de hipótesis; y se introdujeron datos fruto de investigaciones de investigaciones analítico-comparativas y de experimentos fisiológicos como la destrucción artificial de zonas cerebrales y la excitación o estimulación eléctrica del cerebro. Se adquiere información sobre cambios comportamentales a consecuencia de diferentes patologías cerebrales. Todo esto aclara y profundiza el papel del cerebro en la conducta; pero según Luria (1979), “… el método de observación de las alteraciones como consecuencia de lesiones era nuevo, pero el modo de interpretar los resultados seguía siendo viejo” (p. ). A continuación se enumeran algunos de los hallazgos dentro de este enfoque localizacionista.

Paul Pierre Broca, en 1861, describió como centro del lenguaje la circunvolución frontal anterior; al trastorno producido por su lesión lo llamó afemia; sostuvo además que hablamos con el hemisferio izquierdo, sentando así las bases de la asimetría cerebral funcional; lo cual ya había sido descrito por Marc Dax en 1836, pero fue su hijo coetáneo quien dio a conocer el hallazgo.

En 1869, Bastian propuso los siguientes centros del habla: visual-verbal, auditivo-verbal, gloso-kinestésico e ideatorio-manual.

Fritsh y Hitzig, en 1879, encontraron que la estimulación eléctrica del área pre-rolándica producía movimientos musculares. El segundo delimitó la corteza motora, contraponiéndose a la concepción de la época del cerebro como un “sensorio común” y aclaró los principios de la inervación contralateral. En el mismo año, Hughlins Jackson estableció una jerarquía encefálica: los niveles inferiores básicos para mantener la vida son controlados por niveles superiores, básicos para las funciones intelectuales.

En la década 1860-70, Munk describió la hemianopsia y la diferenció de la ceguera, definió la decusación de las vías de las vías visuales en el quiasma y Sir David Ferrier, en 1873 describió los campos visuales. En 1879, Caton sentó las bases de la electroencefalografía. Al año siguiente Charcot propone un diagrama de centros intelectuales que explica fenómenos afásicos, apráxicos y agnósicos.

Entre 1875 y 1900 Wernicke y Dejérime se hicieron famosos por sus trabajos sobre afasias; el primero describió la afasia sensorial diferenciándola de la afasia motora de Broca; también diferenció los efectos sensorio-motores de destruir un área cortical o de interrumpir sus vías aferentes, dando nacimiento al conexionismo.

Lissauer entre 1890 y 92 describe la visión intacta pero con la incapacidad de distinguir objetos, fenómeno que Freíd designa como agnosia. Terminado el siglo Von Gudden descubrió las proyecciones específicas tálamo-corticales. Por la misma época, Fleshing propuso la división de la corteza en zonas primarias, secundarias y de asociación (Guzmán, 1983).

Llega un nuevo siglo en el que se dan las guerras mundiales que propician una serie de hallazgos e innovaciones en neurología, neurobioquímica, neurofisiología y psicología mediatizados, desafortunadamente por la inmensa mayoría de heridos de guerra. La psicología y las ciencias del cerebro trabajaban independientemente, cada una haciendo sus propios descubrimientos que hacían más notoria la desarticulación existente entre ambas. De acuerdo con Luria (1979), se hacía necesario un replanteamiento radical de la estructura y la naturaleza de las funciones psíquicas por un lado y de las formas de funcionamiento del cerebro el otro, para poder avanzar en la ciencia de los mecanismos cerebrales de los procesos psíquicos.

Aparecen los trabajos de Ramón y Cajal, premio Nobel en 1906, por sus investigaciones en histología del sistema nervioso y su teoría de la neurona como entidad anatómica y funcional separada. Bremen y Mozuzzi en 1933 y Magou en 1949, hablaron del papel de la formación reticular y las proyecciones tálamo-corticales inespecíficas. Por la misma época Jackson, señaló el predominio del hemisferio derecho ciertas funciones: cantar, interpretar música y emitir lenguaje emocional.

Durante la reacción behabiorista – décadas del 20/30 -, el “cajenegrismo”, enmarcado dentro del positivismo, desestímulo a los investigadores de apartarse del dato puro, observable, medible y cuantificable, o de hacer inferencias sobre los proceso intermedios que se suceden al interior de la caja negra (organismo); todo ello llevó a que las ciencias del cerebro fueran absorbidas completamente por la medicina. Lashely, sin embargo fue uno de los primeros behabioristas que se interrogó por los procesos internos que median respuestas abiertas y observables.

Goldstein, configuró un esquema de la organización del cerebro como un órgano interactuante, junto con Gelb propone una acción de “masa” del cerebro humano; equivalente a la de Lashley en los EEUU y a la de Head en Inglaterra. Nos encontramos entonces con una postura radicalmente opuesta al localizacionismo. Goldstein abrió de nuevo las puertas a la investigación en psicológica relacionando procesos complejos con un sustrato orgánico, al subrayar la interacción de factores orgánicos y psicógenos en la conformación de cuadros mentales neurológicos. Esta postura antilocalizacionista también realiza un análisis incorrecto de los resultados de las investigaciones efectuadas.

Rassmusen y Penfield en 1947, observaron que no todas las células de la corteza pre-rolándica son motoras, ni todas las prosa-rolándicas son sensoriales (Guzman, 1993). Este hallazgo descubre el camino a seguir en la tarea de hallar una relación entre lo psicológico y lo orgánico, se convierte en el primer intento de salir del antilocalizacionismo sin ir nuevamente al localizacionismo y se constituye en un señalamiento para la neurofisiología y la psicología, de la necesidad

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