Naturaleza
Weab3 de Marzo de 2015
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Primera parte[editar]
Primer capítulo[editar]
El primer capítulo del ensayo se titula De la riqueza y en él se define la riqueza como los alimentos, las comodidades y las cosas superfluas que hacen agradables la vida. Otro comentario que merece la pena destacar es la tierra es la fuente o materia de donde se extrae la riqueza, y el trabajo del hombre es la forma de producirla. De donde se deduce que para Cantillon los factores de producción son la tierra y el trabajo, olvidándose del capital. A lo largo de todo el ensayo esta marginación del capital es constante; podríamos disculpar este olvido teniendo en cuenta que Cantillon murió el año 1734, cuando la Revolución Industrial se encontraba en un proceso embrionario y la economía era básicamente agraria y artesana. Como veremos más adelante, ésta es una influencia clara de William Petty.
Segundo capítulo[editar]
En el segundo capítulo, De las sociedades humanas, Cantillon muestra una curiosa ley económica: la desigualdad como algo inevitable. Todas las sociedades complejas presentes y pretéritas han tenido un alto grado de desigualdad y esto se debe o bien a un reparto inicial desigualitario o a una evolución que ha hecho que, de un reparto inicial equitativo se haya pasado a una situación inequitativa. Esta evolución se debe a herencias favorables a propietarios en caso de muerte sin descendencia o a ventas de tierras debido o bien a un espíritu holgazán o pródigo, o bien a necesidad por enfermedad.
Tercer capítulo[editar]
El tercer capítulo se titula De los pueblos y en él se muestra a los pequeños poblados como un lugar donde los campesinos pueden disponer de determinados servicios esenciales para su actividad.
Cuarto capítulo[editar]
El cuarto es De los burgos, se trata de una continuación del anterior. Aquí se justifica la existencia de lugares de reunión tipo ferias en vez de que los mercaderes vayan de aldea en aldea por los siguientes motivos: 1) Si los mercaderes fueran pasando de aldea en aldea, en los pueblos se multiplicaría, sin necesidad, el gasto de transporte. 2) Tales mercaderes se verían obligados, acaso, a visitar diversos lugares antes de encontrar la calidad y cantidad de los artículos cuya compra les interesa. 3) Los aldeanos se hallarían con frecuencia trabajando en los campos, a la llegada de los mercaderes, y, no sabiendo qué género de mercaderías desean, no tendrían nada dispuesto para ofrecerles en cambio. 4) Casi imposible resultaría fijar en los pueblos los precios de producto y mercaderías entre los mercaderes y los aldeanos. El mercader no se avendría a pagar en un pueblo el precio que allí se solicita por la mercancía, con la esperanza de encontrarla más barata en otro lugar, y los aldeanos rehusarían el precio que el mercader les ofrece por sus productos, ante la expectativa de otro mercader que pueda venir después y la tome a mejor precio. Es decir, para reducir los costes de transporte y para que todas las partes puedan hacerse una idea del precio de mercado en cada momento, reduciendo la incerteza y la especulación.
Siguientes capítulos[editar]
Los siguientes capítulos son De las ciudades y De las ciudades capitales, donde se nos indica el motivo por el que se forman las ciudades, que no es otro que el asentamiento en ellas de terratenientes y sus criados, los cuales necesitan una serie de servicios y bienes de artesanía. Las capitales surgen por el asentamiento en ellas del Rey, cuya presencia atrae a los terratenientes y, del mismo modo que en el caso anterior, a un amplio grupo de sirvientes y artesanos. Estos cuatro últimos capítulos tienen un cierto interés pero en ellos no se aporta nada nuevo al pensamiento económico, no así el siguiente.
El séptimo capítulo se denomina El trabajo de un labrador vale menos que el de un artesano. Este artículo se refiere a la determinación de los salarios y en él se reflejan los mismos motivos que decenios más tarde mostraría Adam Smith. Por ello sostengo que esa parte de La riqueza de las naciones es un mero plagio de la obra de Cantillon. Los motivos son los siguientes: un agricultor ya de niño comienza a ser productivo mientras que un artesano requiere un largo aprendizaje durante el cual es una carga para su padre. Para que el oficio de artesano tenga atractivo los salarios han de ser mayores, de lo contrario nadie sería artesano.
El siguiente capítulo insiste sobre la teoría de los salarios y se titula Los artesanos ganan, unos más, otros menos, según los distintos casos y circunstancias. Y en él se afirman cosas como: Los oficios que reclaman más tiempo para perfeccionarse en ellos, o más habilidad y esfuerzo, deben ser, naturalmente, los mejor pagados y también Las artes y oficios que llevan consigo ciertos riesgos y peligros, como en el caso de los fundidores, marineros, mineros de plata, etc., deben ser pagados en proporción a dichos riesgos. Cuando, además de los peligros, se exige habilidad, la paga será todavía más alta. En el capítulo hay más ejemplos de este tipo, en ellos se justifican los salarios por motivos de oferta, habría sido interesante unir al análisis algunos motivos de demanda. Esto lo hace Cantillon, aunque de un modo incompleto en el siguiente apartado.
El capítulo noveno se titula El número de labradores, artesanos y otros, que trabajan en un Estado, guarda relación, naturalmente, con las necesidades que de ellos se tiene. Aquí muestra lo que indica su título y utiliza este razonamiento para criticar que el Rey cree escuelas en las que se enseñe un oficio que la sociedad no necesita. Pero, siguiendo con esta reflexión observamos una influencia claramente mercantilista, ya que dichas escuelas si sirven para evitar las importaciones de productos que pueden fabricarse en el propio estado. Se trata de un apoyo a la política de sustitución de importaciones tan común en su época. Sus ideas sobre comercio exterior quedan reflejadas más claramente en el primer capítulo de la tercera parte.
El décimo capítulo se titula El precio y el valor intrínseco de una cosa en general es la medida de la tierra y del trabajo que interviene en su producción, y como su nombre indica, es un intento por descubrir de dónde viene el valor y cómo se forman los precios. Recordemos que los factores de producción para Cantillon son la tierra y el trabajo, ignorando al capital. Aquí Cantillon razona que debe existir una relación entre el coste de producción y el valor del producto. Existe una parte en la que se acerca a la paradoja del agua y los diamantes pero yerra en su razonamiento: El precio de un cántaro de agua al río Sena no vale nada, porque su abundancia es tan grande que el líquido no se agota; pero por él se paga un sueldo en las calles de París, lo cual representa el precio o la medida del trabajo del aguador. Pero en la siguiente parte aún se acerca más, cuando distingue entre el valor intrínseco (el determinado por el coste de producción) y el valor de mercado: El precio o valor intrínseco de una cosa a la medida de la cantidad de tierra y de trabajo que intervienen en su producción, teniendo en cuenta la fertilidad o producto de la tierra, y la calidad del trabajo. Pero ocurre a menudo que muchas cosas, actualmente dotadas de un cierto valor intrínseco, no se venden en el mercado conforme a ese valor: ello depende del humor y la fantasía de los hombres y del consumo que de tales productos se hace. Aquí parece que Cantillon le comienza a dar importancia a la demanda y al valor subjetivo de las cosas, determinado por su utilidad y utilidad marginal, en este caso podría ser un claro precursor del neoclasicismo y quizás sea este el motivo por el que Jevons sacó el ensayo del olvido; pero poco después se vuelve a alejar de una teoría subjetiva del valor dando a esta circunstancia un carácter excepcional cuando dice que: Sin embargo, en las sociedades bien administradas, lo precios de los artículos, y mercaderías en el mercado, cuyo consumo es bastante constante y uniforme, no difieren mucho del valor intrínseco, y cuando los años no son estériles o abundantes en demasía, los regidores de la ciudad se hallan en condiciones de fijar el precio de mercado de muchas cosas, como el pan y la carne, sin que nadie tenga motivo de queja.
El capítulo undécimo se titula De la propiedad o relación entre el valor de la tierra y el valor del trabajo. En él se expone una teoría que más tarde desarrollaría Marx, que es el coste de producción de una unidad de factor trabajo; es decir, la cesta de consumo necesaria para que viva un trabajador en un nivel de subsistencia. En este caso la abstracción es aún mayor, ya que dicha cesta se muestra en forma de volumen de tierra necesaria para permitir la reproducción de los trabajadores (recordemos que para Cantillon los factores de producción son la tierra y el trabajo), con lo que los factores de producción quedan reducidos a uno sólo: la tierra; lanzando una teoría que podríamos calificar como fisiócrata, aunque sea más elaborada que la de Quesnay. Todo ello se resume en la siguiente frase: el valor del trabajo cotidiano guarda relación con el producto de la tierra, y que el valor intrínseco de una cosa puede medirse por la cantidad de tierra que para su producción se emplea, y por la cantidad de trabajo que interviene en ella, es decir por la cantidad de tierra cuyo producto se atribuye a los propietarios; y como todas estas tierras pertenecen al príncipe o a los propietarios, todas las cosas que tienen ese valor intrínseco lo poseen a expensas de ellos. Curiosamente, mientras Quesnay define a la clase terrateniente como parasitaria, para Cantillon los dueños de la tierra son los verdaderos
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