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Neoliberalismo

axelestrada27 de Abril de 2014

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El licenciado Carlos Salinas, ya con el poder del ejecutivo en sus manos, de inmediato se dio a la tarea de ofrecer su propuesta política económica, que iba en el sentido de reformar el Estado. Así se comprometió con tres acuerdos: "...ampliación de la vida democrática; recuperación económica con estabilidad de precios, y, el mejoramiento productivo del nivel de vida de la población" (Bolívar, A. et al. 1993. p.62). Como hemos visto, el primer acuerdo no lo cumplió. El segundo, parcialmente y el tercero, estuvo también lejos de alcanzarlo. Y, en abundancia, no lo podía cumplir, por una razón muy simple, el accedió al poder gracias a que el presidencialismo es una realidad inobjetable, pues para lograr su ascenso no le importó a su antecesor violar las leyes. Cuestionada seriamente la legalidad y legitimidad de su gobierno, el no podía más que reproducir, agregando sus rasgos personales, la misma política que el país ha venido padeciendo desde que la revolución se institucionalizó. Para resumir en breves palabras el porque el país tiene esa situación política, citaremos a Arturo Anguiano, quien dice,: "El régimen político semicorporativo y el Estado, apuntalado por un presidencialismo aplastante no deja lugar a la democracia. La democracia de hecho, jamás ha sido una tradición en México, pues casi siempre fue reemplazada por verticalismos patrimonialistas que desmontaron, corrompieron o acabaron por la violencia todos los ensayos democráticos de las masas" (Anguiano A. 1993. p. 7). Por eso pedirle ha quien ejerce el poder en forma vertical y autoritaria, que demonte el andamiaje construido para evitar el desarrollo de la democracia, es un contrasentido. Mientras subsistía un complejo tramado de intereses políticas y económicas que sostienen por conveniencia propia esta forma de quehacer político, las posibilidades de una vida donde la manifestación de la idea y su puesta en práctica teniendo en cuenta el interés de las mayorías, será una ruta difícil, casi inalcanzable de lograr. No hay más, la razón se encuentra en lo que sostuvo Dahl, los medios de producción son privados y a ellos obedece la lógica estatal.

En el terreno político, este sexenio recogió una herencia de la que difícilmente se podía desprender, pues equivaldría a enfrentar una lucha frontal en contra de un vasto conjunto de intereses ilícitos creados. Nos referimos al narcotráfico. Aquí no hubo como tampoco existió en los sexenios anteriores, voluntad política para acabar con tal cáncer. Es un hecho insoslayable e inocultable, la cada vez mayor penetración de las prohibidas actividades del narcotráfico en las elevadas esferas del poder al grado de que, Eduardo Valle Espinoza, declaró que son participes ya personeros muy cercanos al Presidente de la República. (Rojas Z.L. 08/09/94)

La muerte de los prominentes miembros del PRI, como Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu y de la sociedad, Cardenal Juan José Posadas; así como los de cientos de militantes de oposición, la sistemática violación de lo derechos humanos y de las garantías individuales y el no respeto al voto ciudadano y las ligas con el narcotráfico de funcionarios públicos de primera línea, sin olvidar los contubernios oscuros entre gobernantes y algunos hombres de empresa configuran una situación que incluso a llevado a la iglesia a decir que: "México está hundido en un clima de violencia y corrupción por lo que la iglesia se encuentra ante una nueva etapa de evangelización, que permita alcanzar la democracia y propicie una mayor justicia social" (Correa, E. 01/10/94). Por otra parte esta situación política estuvo acompañada por la aplicación de un programa económico social que eufemísticamente se bautizó como "liberalismo social" (Bolívar, A. et al. 1993. p.62), que no era como lo dijimos anteriormente más que la continuación, en el actual sexenio, del programa que el entonces Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, impulsó en el régimen de Miguel de la Madrid. Sobre dos ejes giró en su esencia: en el aspecto interno, se profundizaron los cambios ya emprendidos en cuanto a la intervención directa del Estado en la economía; y con respecto al exterior, se acentuó la apertura.

En la situación interna se aplicó, diría el actual encargado de Hacienda, un programa de estabilización, cuya política fiscal se orientó: "...en primer término", el estricto control del gasto del gobierno federal pues "...los gastos corrientes se recortaron y se orientaron hacia las necesidades sociales más urgentes. En segundo lugar, y en lo correspondiente a la política de ingresos se efectuó una reforma fiscal a fondo y se revisaron los precios y tarifas públicos de acuerdo a niveles internacionales. Finalmente, el sector público paso por un proceso de reestructuración mediante la desincorporación de empresas no estratégicas manejadas por el Estado" (Aspe A., P.1993.p.33). Este fue por parte del gobierno actual el esquema del que no se apartó en ningún momento, cumpliendo escrupulosamente los puntos dos y tres porque como vamos a ver más adelante el primero estuvo francamente muy lejos de lograr. Con respecto a los dos factores de la producción: el capital y el trabajo el gobierno sostuvo que consiguió el compromiso del sector privado de "...sacrificar sus márgenes de ganancia mientras que los sectores obreros y campesinos prescindirían de un incremento adicional en sus salarios reales" (Ídem. p. 30). El citado programa de estabilización tenía como uno de sus objetivos básicos el controlar la inflación y hacerla retroceder de los 3 dígitos a los que había llegado, a solo uno, por ello era, el superávit primario "...un prerequisito que [debía] conseguirse antes de empezar la corrección de la inercia inflacionaria y la selección de anclas nominales para la estabilización" (Ídem. p.37). Para alcanzar el superávit se amplió la base de los contribuyentes y según el Secretario de Hacienda disminuyeron los impuestos a las personas físicas, eso hizo posible que aumentaran los ingresos fiscales en 29.5%, que representaron el 1.5% del PIB. Claro que también se incrementaron los ingresos públicos por concepto de impuestos al valor agregado y al comercio exterior (Ídem p.102). Ello permitió según el anterior, recuperar el crecimiento sin caer en la recesión y el empleo, que en 1988, fue de 1.3%, 3.1% y 4.4% para 1989 y 1990, respectivamente (Ídem. p.50).

Don Pedro Aspe, saltando del terreno económico al político sostiene que tal programa solo fue posible porque hubo confianza y credibilidad en la población con respecto a las autoridades (Idem.p.58).

Para alcanzar esta confianza, los objetivos sociales perseguidos fueron claramente definidos, y según Aspe el gobierno se comprometía a:"...ofrecer mejores servicios educativos y de salud /claro que coadyuvarían a ello el que/ para crecer y crear más empleos permanentes, será necesario incrementar la tasa de ahorro interno mediante mecanismos que posibilitan el ahorro de los trabajadores y de las clases medias (Idem.p.208-209). A los empresarios y trabajadores se les pidió también "...incrementar la productividad y el ahorro sobre bases sostenibles" (Idem.p.208).

La propuesta tocaba entonces en su esencia la necesidad de reformar al Estado, y no podemos resistir anotar con las propias palabras del artífice de la política económica, lo siguiente: "El proceso de Reforma del Estado no llegará a su punto culminante sino hasta cuando ninguna familia mexicana viva por debajo de un nivel que satisfaga todas sus necesidades básicas. La Reforma del Estado ha significado la transformación de un gobierno paternalista en una autoridad que gobierna para todos sin distinciones ni excepciones pero trabaja especialmente en favor de los que menos tienen" (Idem.p.210). El subrayado es nuestro). Metas que no alcanzaron y que se estuvieron muy lejos de ellas. Pero aquí llama la atención como implícitamente en las altas e esferas del poder hay una concepción de la esencia del Estado; de su razón de ser. Si se confrontan tales ideas se encontrará lo que decíamos en las primeras páginas de este trabajo; en realidad, históricamente determinada, para los gobernantes mexicanos actuales como en todos sus antecesores, el Estado, abstracción que nos engloba, a todos, pero que se materializa en el gobierno y cuyo brazo ejecutor es la administración pública, se considera asimismo como representante de toda sociedad. De ahí que entonces aparezca la formalmente la neutralidad de la que habla Cardoso. Eso de que está al servicio de todos, sin hacer distinciones, ni dar por lo tanto trato privilegiado a unos con respecto a otros no es más que una falacia, de ahí que el objetivo de trabajar por los que menos tienen, es una frase carente totalmente de contenido, este no es un fin en si mismo como el Secretario de Hacienda nos lo señala, pues el gobierno dedicará su atención a los que menos tienen, siempre y cuando sea conveniente y necesario ya sea desde el punto de vista político y/o económico. Esto es que al satisfacer algunas necesidades de los desheredados, se evitan problemas de descontento social que pongan en riesgo la estabilidad, y que además resulta beneficioso para algunos empresarios que el Estado consuma bienes o servicios para paliar las demandas sociales, pues su producción solo de este modo encuentra salida.

La política económica interna se vio acompañada de una mayor apertura exterior como lo anotamos en párrafos anteriores, ello hizo posible lograr la repatriación de capitales y que se modificaron las leyes respectivas con respecto a la inversión extranjera, la cual de solo el

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