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ORIGEN DE LAS ESPECIES

ili08613 de Septiembre de 2014

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Especies dudosas

Las formas que poseen en grado algo considerable el carácter de especie,

pero que son tan semejantes a otras formas, o que están tan estrechamente

unidas a ellas por gradaciones intermedias, que los naturalistas no

quieren clasificarlas como especies distintas, son, por varios conceptos,

las más importantes para nosotros. Tenemos todo fundamento para creer

que muchas de estas formas dudosas y muy afines han conservado fijos

sus caracteres durante largo tiempo, tan largo, hasta donde nosotros

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podemos saberlo, como las buenas y verdaderas especies. Prácticamente,

cuando el naturalista puede unir mediante formas intermedias dos formas

cualesquiera, considera la una como variedad de la otra, clasificando

la más común -o a veces la descrita primero- como especie, y la otra

como variedad. Pero a veces surgen casos de gran dificultad, que yo no

enumeraré aquí, al decidir si hay que clasificar o no una forma como variedad

de otra, aun cuando estén estrechamente unidas por formas intermedias;

y tampoco suprimirá siempre la dificultad la naturaleza híbrida -

comúnmente admitida- de las formas intermedias. En muchísimos casos,

sin embargo, se clasifica una forma como variedad de otra, no porque se

hayan encontrado realmente los eslabones intermedios, sino porque la

analogía lleva al observador a suponer que éstos existen actualmente en

alguna parte o pueden haber existido antes, y aquí queda abierta una

amplia puerta para dar entrada a las conjeturas y a la duda.

De aquí que, al determinar si una forma ha de ser clasificada como especie

o como variedad, la opinión de los naturalistas de buen juicio y

amplia experiencia parece la única guía que seguir. En muchos casos, sin

embargo, tenemos que decidir por mayoría de naturalistas, pues pocas

variedades bien conocidas y caracterizadas pueden mencionarse que no

hayan sido clasificadas como especies, a lo menos por algunos jueces

competentes.

Es indiscutible que las variedades de esta naturaleza dudosa distan

mucho de ser raras. Compárense las diversas floras de la Gran Bretaña,

de Francia y de los Estados Unidos, escritas por diferentes naturalistas, y

véase qué número tan sorprendente de formas han sido clasificadas por

un botánico como buenas especies y por otro como simples variedades.

Míster H. C. Watson, al cual estoy muy obligado por auxilios de todas

clases, me ha señalado 182 plantas británicas que son consideradas generalmente

como variedades, pero que han sido todas clasificadas como especies

por algunos botánicos, y al hacer esta lista omitió muchas variedades

insignificantes que, no obstante, han sido clasificadas por algunos

botánicos como especies, y ha omitido por completo varios géneros sumamente

polimorfos. En los géneros que encierran las formas más poliformas,

míster Babington cita 251 especies, mientras que míster Bentha

cita solamente 112. ¡Una diferencia de 139 formas dudosas! Entre los animales

que se unen para cada cría y que cambian mucho de lugar, rara

vez pueden hallarse en un mismo país formas dudosas clasificadas por

un zoólogo como especies y por otro como variedades; pero son comunes

en territorios separados. ¡Cuántos pájaros e insectos de América del

Norte y de Europa que difieren entre sí ligerísimamente han sido

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clasificados por un naturalista eminente como especies dudosas y por

otro como variedades, o razas geográficas, como frecuentemente se las

llama! Míster Wallace, en varios estimables trabajos sobre diferentes animales,

especialmente sobre lepidópteros, que viven en las islas del Archipiélago

Malayo, expone que éstos pueden clasificarse en cuatro grupos; a

saber: formas variables, formas locales, razas geográficas o subespecies, y

verdaderas especies típicas. Las primeras, o formas variables, varían mucho

dentro de los límites de la misma isla. Las formas locales son medianamente

constantes y distintas en cada isla, tomada por separado; pero

cuando se comparan juntas todas las de las diversas islas se ve que las diferencias

son tan ligeras y graduadas, que es imposible definirlas o describirlas,

aunque al mismo tiempo las formas extremas sean suficientemente

distintas. Las razas geográficas, o subespecies, son formas locales

completamente fijas y aisladas; pero como no difieren entre sí por caracteres

importantes y muy marcados, «no hay criterio posible, sino sólo

opinión particular, para determinar cuáles tienen que ser consideradas

como especies y cuáles como variedades». Por último, las especies típicas

ocupan el mismo lugar en la economía natural de cada isla que las formas

locales y subespecies; pero, como se distinguen entre sí con mayor

diferencia que la que existe entre las formas locales y las subespecies, son

casi universalmente clasificadas por los naturalistas como especies verdaderas.

Sin embargo, no es posible dar un criterio seguro por el cual

puedan ser reconocidas las formas variables, las formas locales, las subespecies

y las especies típicas.

Hace muchos años, comparando y viendo comparar a otros las aves de

las islas -muy próximas entre sí- del Archipiélago de los Galápagos, unas

con otras y con las del continente americano, quedé muy sorprendido de

lo completamente arbitraria y vaga que es la distinción entre especies y

variedades. En las islitas del pequeño grupo de la Madera existen muchos

insectos clasificados como variedades en la admirable obra de míster

Wollaston, pero que seguramente serían clasificados como especies

distintas por muchos entomólogos. Hasta Irlanda tiene algunos animales

considerados ahora generalmente como variedades, pero que han sido

clasificados como especies por algunos zoólogos. Varios ornitólogos experimentados

consideran nuestra perdiz de Escocia (Lagopus scoticus)

sólo como una raza muy caracterizada de una especie noruega, mientras

que el mayor número la clasifica como una especie indubitable, propia

de la Gran Bretaña. Una gran distancia entre las localidades de dos formas

dudosas lleva a muchos naturalistas a clasificar éstas como dos especies

distintas; pero se ha preguntado con razón: ¿qué distancia

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bastará? Si la distancia entre América y Europa es cumplida, ¿será suficiente

la que hay entre Europa y las Azores, o Madera, o las Canarias, o

entre las varias islitas de estos pequeños archipiélagos?

Míster B. D. Walsh, distinguido entomólogo de los Estados Unidos, ha

descrito lo que él llama variedades fitofágicas y especies fitofágicas. La

mayor parte de los insectos que se mantienen de vegetales viven a expensas

de una clase de planta o de un grupo de plantas; algunos comen

indistintamente de muchas clases, pero no varían a consecuencia de ello.

En algunos casos, sin embargo, míster Walsh ha observado insectos, encontrados

viviendo sobre diferentes plantas, que presentan en su estado

larvario, en el perfecto, o en ambos, diferencias ligeras, pero constantes,

en el color, tamaño o en la naturaleza de sus secreciones. Se observó que

en algunos casos sólo los machos; en otros casos, los machos y las hembras

diferían así en pequeño grado; pero ningún observador puede fijar

para otro, aun dado que pueda hacerlo para sí mismo, cuáles de estas

formas fitofágicas deben ser llamadas especies y cuáles variedades. Míster

Walsh clasifica como variedades las formas que puede suponerse quo

se cruzarían entre sí ilimitadamente, y como especies las que parece que

han perdido esta facultad. Como las diferencias dependen de que los insectos

han comido mucho tiempo plantas distintas, no puede esperarse

que se encuentren eslabones intermedios que unan las diversas formas.

El naturalista pierde así su mejor guía para determinar si ha de clasificar

las formas dudosas como especies o como variedades. Esto, necesariamente,

ocurre también con organismos muy afines que habitan en distintos

continentes o islas. Cuando, por el contrario, un animal o planta se

extiende por el mismo continente, o habita varias islas del mismo archipiélago,

y presenta diferentes formas en los diferentes territorios, hay

siempre muchas probabilidades de que se descubrirán formas intermedias

que enlacen los citados extremos, y éstos quedan entonces reducidos

a la categoría de variedades.

Un corto número de naturalistas sostiene que los animales nunca presentan

variedades, y entonces, estos mismos naturalistas clasifican como

de valor específico la más leve diferencia, y cuando la misma forma idéntica

se ha encontrado en dos países distantes o en dos formaciones geológicas,

creen que dos especies distintas están ocultas bajo la misma vestidura.

La palabra especie viene de este modo a ser una mera abstracción

inútil, que implica y supone un acto separado de creación. Lo positivo es

que muchas formas consideradas como variedades por autoridades

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