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RE: INTELIGENCIA EMOCIONAL Y ORIENTACION VOCACIONAL

juliem.felix21 de Febrero de 2014

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INTELIGENCIA EMOCIONAL Y ORIENTACION VOCACIONAL

Lic. Judid Fraga

Psicólogo Asesor y Orientador

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Sin ánimo de ser negativista, iniciemos con la presentación de un problema que además de actual, nos es propio y, por tanto, cada vez más inquietante: Más del 40% de los jóvenes que cursan los primeros semestres en las universidades, exponen que “escogieron mal la carrera”; de ellos el 15% aproximadamente desertan al final del primer año.

Según los expertos, los factores ligados a este hecho, están relacionados directamente con el proceso que debió preceder el inicio de la universidad, y que por múltiples razones, no se llevó a cabo con la sistematicidad necesaria, ni la experticia y el tiempo esperados para obtener éxito al reducir la deserción e insatisfacción personal que redunda en la profesional: La Orientación Vocacional.

La Orientación Vocacional, aunque no es un concepto unívoco, puede ser entendida como el proceso de ayuda en la elección de una profesión, la preparación para ella, el acceso al ejercicio de la misma y la evolución y progreso posterior.

La Orientación Vocacional pretende ayudar a que la persona elabore un concepto adecuado de sí mismo y de su papel en el trabajo. No es un proceso puntual, sino continuo en el tiempo, que persigue como objetivo el desarrollo de la persona.

Bajo esta perspectiva, la Orientación Vocacional es un proceso complejo y continuo, que tiene como objetivo despertar intereses vocacionales a través del conocimiento de sí mismo, ajustar dichos intereses a la competencia laboral del sujeto y evaluarlas en relación a las necesidades del mercado de trabajo, es decir, ubicarse luego en el contexto social-laboral.

Si esta exposición conceptual no es suficiente para ver la relación directa entre la Orientación Vocacional y la Inteligencia Emocional, es porque hemos perdido el camino original, esperando que poco pero de calidad, fuese suficiente para que nuestros adolescentes alcanzasen la meta: ser profesionales satisfechos y exitosos.

Sin embargo, debemos acercarnos más a nuestra realidad ¿en verdad a los adolescentes les interesa verse inmersos en un programa vocacional? Investigaciones recientes en el área concluyen que a pesar del proceso de Orientación Vocacional, la elección vocacional definitiva depende, básicamente, de los siguientes elementos:

• que la carrera sea socialmente aceptable;

• que sea económicamente rentable;

• que, además, sea fácil y rápido el ingreso al campo laboral, sin tener en cuenta la vocación; y,

• que si se relaciona con las materias más fáciles o las que más le gustaron en bachillerato, mejor.

Entonces, algo está sucediendo que se escapa de nuestras buenas intenciones ¿Estamos dejando al margen la formación personal como parte esencial de la orientación vocacional? O ¿estamos actuando como si se tratase de dos procesos diferentes y paralelos?.

El trabajo individual para el autoconocimiento, es la fuente inagotable de recursos para la superación, personal, familiar, académica y, por supuesto profesional. El adolescente tiene que conocer sus intereses, sus aptitudes, las expectativas que tiene frente al futuro, sus temores, sus angustias; este conocimiento permite definir con mayor claridad quién soy y quién quiero ser. Sin este primer trabajo individual, la segunda instancia del proceso cae en saco roto: las oportunidades que le presenta la educación superior y el conocimiento de la realidad laboral y el medio en el que está inmerso. Generalmente, esta segunda instancia es a la que mayor peso se le da durante el proceso puntual de Orientación Vocacional, sin tomar en consideración que su éxito depende del autoconocimiento y madurez emocional del adolescente en cuestión.

No obstante, los números indican que son pocos los profesionales de la orientación, que tienen la posibilidad real de abarcar la totalidad del proceso, en especial cuando es tratado como algo puntual durante el Ciclo Diversificado. De allí la necesidad de recurrir a otras tendencias, tecnologías, estrategias, metodologías, propuestas, que nos permitan acercarnos más al deber ser de la Orientación Vocacional, incorporando en nuestro quehacer la “Inteligencia Emocional” como arte y parte del proceso para la elección de una carrera.

El filósofo Pascal escribió en cierta ocasión, hace más de 300 años, que "nada es más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado". Pues bien, la Inteligencia Emocional es una idea cuyo tiempo ha llegado. La publicación del libro de Daniel Goleman “Inteligencia Emocional”, se ha convertido en un gran éxito editorial, en un fenómeno de masas. Y sin embargo, la obra de Goleman no dice nada nuevo: básicamente, que la inteligencia medida tradicionalmente (a través del cociente intelectual) no se correlaciona con el éxito profesional. Algo ya comentado por el periodista Walter Lipman en los años 20 y por David McClelland en su famoso artículo de 1973, “Testing for Competence Rather than Inteligence”.

El modelo que nos presenta Goleman fue propuesto por primera vez en 1990 por Peter Salovey, de la Universidad de Yale, y John Mayer, de la Universidad de New Hamsphire, en un libro que no alcanzó tanto éxito como el de Goleman. Salovey y Mayer consideran que hay cinco dominios de la inteligencia emocional: autoconfianza, autocontrol, persistencia, empatía y dominio de las relaciones. En “Competence at Work”, Lyle Spencer, siguiendo la línea de McClelland, formaba cinco competencias muy similares en su diccionario: autocontrol, autoconfianza, orientación al logro, comprensión interpersonal e impacto e influencia. Y, lo que es más interesante todavía, las tres que suponen gestión de uno mismo (Gardner lo llamaría inteligencia interpersonal), esto es, autoconfianza, autocontrol y perseverancia, están ligadas a la motivación por el logro; las dos restantes, empatía y capacidad de ilusionar a otros (inteligencia interpersonal, en la terminología de Gardner), son competencias ligadas a los motivos de afiliación y poder social, respectivamente. ¿Acaso no son estas competencias básicas para una efectiva elección vocacional? ¿Qué hacemos los orientadores para promoverlas?

La Inteligencia Emocional es una forma de interactuar con un mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos y engloba habilidades como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una efectiva y creativa adaptación social. Este concepto es cada vez más valorado en el mundo entero, con una marcada influencia en el área laboral.

Esta capacidad de vivir y manejar las emociones se aprende desde la infancia. Por ello, la familia es la escuela en la que el niño aprende, para bien o para mal, a desarrollar su Inteligencia Emocional. No obstante, los padres no siempre son conscientes de la trascendencia que reviste atender, integrar y conducir las emociones infantiles. Los hijos de familias en que se han cultivado bien las emociones, son más sociables y mejores estudiantes, aunque su "otra" inteligencia, la lógica, no sea brillante. Si bien es cierto que la familia y la escuela son fundamentales en el desarrollo de la Inteligencia Emocional, nunca es tarde para efectuar correcciones y adquirir nuevas habilidades en este terreno. Nos jugamos mucho en ello y, por muy adolescentes, jóvenes o adultos que seamos, siempre podemos desarrollar un dominio más eficaz de las emociones. El éxito en la toma de decisiones depende mucho de la madurez y estabilidad emocional de quien decide.

Con la evolución de esta disciplina se han identificado varios tipos de Inteligencia Emocional. La Inteligencia Intrapersonal, considerada como la capacidad que tiene el individuo de poder entender e identificar sus emociones, además de saber cómo se mueve subjetivamente en torno a ellas. Una vez que la persona conoce su dimensión emocional, comienza a tener mejor y mayor control sobre su vida, lo que redunda en mayor estabilidad y poder de decisión.

La otra dimensión de funcionamiento emocional es a nivel Interpersonal. Se refiere a la capacidad que tiene el individuo de entender las emociones de las otras personas y actuar de manera cónsona a ellas. El individuo se convierte en un potenciador de recursos intelectuales, ya que al poder controlar su funcionamiento emocional, logra importantes valores agregados para su desempeño a nivel de toma de decisiones y resolución de problemas, entre otras cosas.

En este sentido, los cinco componentes del coeficiente emocional coinciden con ello, tres son capacidades relativas a la persona (autoconocimiento, autocontrol y automotivación) o lo que llamamos Inteligencia Intrapersonal; y los otros dos, relativos a las otras personas (conocer las emociones de los demás y asertividad), que denominamos Inteligencia Interpersonal.

La autoconciencia, consiste en conocer las propias emociones. El autocontrol, es la capacidad de cambiar o frenar emociones para evitar que las situaciones de la vida sean un problema; y la automotivación, que es la capacidad individual de estimularse ante situaciones adversas.

Los dos componentes restantes del coeficiente emocional que se refieren a la capacidad de conocer a las otras personas (inteligencia interpersonal), se relacionan con las destrezas para intuir la condición emocional de los demás, las cuales proporcionan

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