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SEXUALIDAD


Enviado por   •  13 de Agosto de 2013  •  3.264 Palabras (14 Páginas)  •  265 Visitas

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Educación Sexual en el Paciente Cardiopata

Pascual M. García Hernández

Hospital Universitario San Cecilio.

Granada, España.

INTRODUCCIÓN

La esfera sexual en el ser humano tiene una notable relevancia, por ser un mundo de sentimientos y sentidos dentro del universo humano, que genera armonía, bienestar, autoestima, ternura, complicidad, y protección, tan beneficiosos para cualquiera, pero en mayor medida para el cardiópata, por el miedo a la muerte que este desarrolla. La sexualidad es una actividad que dinamiza la comunicación y por tanto las relaciones humanas, así mismo nos hace crecer como individuos, pues llena el vacío afectivo y relacional que todo ser humano precisa. Ya la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual como un derecho humano básico que incluye la capacidad para disfrutar y controlar la conducta sexual,….así como la libertad para que las enfermedades orgánicas y otras deficiencias no interfieran con la función sexual ni reproductiva. [1]Esta definición deja clara la exigencia al personal de salud de promover que la enfermedad no “interfiera con la función sexual”.

La prevalencia de la enfermedad cardiaca hace necesario poner en valor la importancia de informar sobre el desempeño sexual tras un evento coronario, atendiendo a preguntas tales como: ¿cuando iniciarlas, qué hacer si aparece la angina, cómo autoevaluar la capacidad funcional y la utilización de los inhibidores de la fosfodiesterasa 5?, así mismo, estudios realizados ponen de manifiesto que el paciente quiere y necesita información, pero por diversos motivos, por pudor, no saben a quien dirigirse, o no se lo plantean, o simplemente no la demandan. [2]Todas estas posibles dudas espero poder aclararlas en estas líneas.

Para realizar esta inexcusable tarea el instrumento que disponemos es la educación sanitaria, pilar esencial de la Salud Pública, cuyo propósito es lograr una conducta saludable que mejore las condiciones de vida y de salud tanto de las personas como de la sociedad; y enfermería en el plano asistencial y educacional se encuentra en un lugar estratégicamente privilegiado, por ello debemos tomar el liderazgo de la educación para la salud de los ciudadanos, ya que es una de las intervenciones de enfermería de más relevancia y trascendencia para el ciudadano y la sociedad. Su importancia reside en la capacidad que esta intervención tiene en poder trasformar los hábitos de la sociedad al modificar los estilos de vida en los individuos y en su entorno familiar y social. No debemos perder de vista el impacto emocional que estas enfermedades producen, por el miedo a un nuevo evento doloroso y a la muerte; pero este miedo que atenaza y dificulta a veces el cambio de los pacientes puede ser de utilidad a los profesionales como herramienta para modificar su actitud, por la necesidad de seguridad y estabilidad que el paciente demanda. Y la herramienta para ello es, la información, el poner en valor cómo “vivir con la enfermedad”, que no se es un minusválido, que “sólo” es una nueva situación de vida. Para obtener ese cambio, es fundamental definirle al paciente y familia, a través del asesoramiento, cuál es el escenario en que se encuentra, qué actividades de la vida cotidiana puede realizar y sobretodo, cómo deben acometerse para generar seguridad percibida y por tanto calidad de vida, en estas actividades no deben olvidarse o dejar al margen por pudor del paciente o del profesional el aspecto sexual y su relación con la enfermedad. Para realizar este asesoramiento no es necesario grandes medios, ni unidades especificas, muy al contrario, es un deber de cada profesional, algo que enfermería conoce y realiza desde siempre, pero es necesario establecer que campos son esenciales de informar, cómo y cuándo, especialmente en el aspecto sexual.

Cuando se habla de un programa educativo siempre se nos viene a la cabeza complejas actividades, un amplio desarrollo logístico etc., sin embargo, la realidad es otra, un programa educativo puede comenzar con una pequeña intervención del profesional de salud, que progresivamente podemos ir aumentando su complejidad y tipo, acomodándonos a las posibilidades que dispongamos. No olvidemos que tenemos muchas herramientas educativas a nuestro alcance, es más, las realizamos a diario de manera individualizada, lo que debemos comenzar es a estructurarlas dentro de nuestra actividad diaria y en conjunción con nuestros compañeros y/o colaboradores.

Los programas educativos deben ser adaptativos a las circunstancias que acompañan al servicio sanitario que las desempeña, es decir, según sea el ámbito de intervención, hospitalario, atención primaria, asociaciones de pacientes o escuelas, así mismo dependerá de los recursos humanos y materiales que dispongamos. Sin embargo, estos programas pueden iniciarse como una iniciativa personal del profesional, o de la unidad, y según los resultados y sobretodo según la demanda, poder aumentar la complejidad del programa. Lo evidente es que en todos los casos las intervenciones educativas irán dirigidas al paciente y a su entorno familiar.

Existen diversas teorías que intentan explicar los motivos, posibilidades o estadios para modificar las conductas de los sujetos, comentarlas todas sería tedioso, pero si puede ser necesario enumerar algunas que pueden ser de utilidad para enfocar las intervenciones educativas que debemos acometer: Modelo de Bandura, [3] Modelo de creencias de la salud, [4] Modelo Tras-teórico de Prochaska y Diclemente: estadios de cambio.[5]

Una vez destacada la importancia de la educación sanitaria en general y de la sexual en particular, sus diversas teorías y qué ámbito debe abarcar, lo realmente relevante es conocer qué información debemos aportar al paciente y a su pareja, pues usualmente la sexualidad es cosa de dos.

CONSENSO DE PRINCETON

Una de las fuentes más destacadas que relaciona el riesgo cardiológico y la actividad sexual viene dada por el Consenso de Princeton, [6] realizado en dos ocasiones durante los años 2001 y 2005. La primera conferencia de consenso de Princeton (Nueva Jersey- EEUU) fue convocada en Junio de 1999, para evaluar la evidencia científica sobre actividad sexual y riesgo cardiaco. La segunda conferencia de consenso de Princeton, [7] se convocó en Junio de 2004 en ella se desarrollaron recomendaciones para la práctica clínica, clasificando a los pacientes en tres grupos según su riesgo cardiaco ante la

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