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Se suele pensar que existe una conexión mágica entre mellizos


Enviado por   •  30 de Junio de 2018  •  Apuntes  •  3.093 Palabras (13 Páginas)  •  142 Visitas

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Se suele pensar que existe una conexión mágica entre mellizos,  Daniela y  Mariela llegaron al mundo  en un día de lluvia, pero el vientre materno fue lo único real que ambas compartieron.  Ambas asomaron la cabeza al mismo tiempo, pero a Daniela le bastó echar una breve ojeada al desolado panorama, para retroceder e incrustarse en las costillas de su madre. En cambio Mariela, ansiosa, se abrió paso entre los fluidos y su hermana y dócilmente  sujetó el brazo de la matrona, quien  giró su cuerpo hasta que finalmente la extrajo junto con la placenta, un caso peculiar, pues las niñas ni siquiera compartían la misma bolsa.  Dominga, su madre, recuerda haber escuchado en su delirio una risa tan sonora y  tan fuerte que pensó que los pájaros posados tranquilamente en las ramas de los árboles, habían huido despavoridos.

Daniela dilató su nacimiento, así pasaron las horas, y no fue sino hasta las 11:59 de ese mismo día,  cuando al fin se decidió a salir del cuerpo de su madre,  reconociendo el dolor de pertenecer a un mundo de tristeza,  donde ella no  había pedido venir,  no lloró porque el regusto de las lágrimas vertidas por su madre desde el inicio de su gestación, le habían salado el paladar y no le gustaba esa sensación, tal vez era ella quien absorbía toda la tristeza de su madre y  de ella, poco había recibido Mariela.

Si existiera tal vinculo especial, tanto Daniela como Mariela sentirían la una el sufrimiento de la otra, e incluso compartirían las mismas dichas,  o cada vez que alguna de ellas se encontrara en peligro inminente la otra lo sentiría,  pero nada de esto sucedió durante su infancia y adolescencia,  ni tampoco el día fatídico en que a Mariela pareció tragarla la tierra.

Dominga se esforzó por darles estudio y tres comidas diarias, aunque a veces la cena y desayuno eran solo reemplazados por sobras de gachas de días anteriores servidas en cuencos desgastados con un poco de agua para espesar.  Con la falta de un padre, Dominga dedicó su tiempo al cuidado total de las niñas,  hasta que vinieron las terribles deudas  y el desempleo. Por esos tiempos empezaron a llegar a Real del Monte,  grupos de policías granaderos para controlar las marchas  de los civiles en contra del aumento del precio en los productos básicos y combustible y falta de trabajos, así como la inseguridad.  Fue así como  a las filas policiacas se unió Fernando Pereyra, un inmigrante de España siete años menor que Dominga, lo conoció el 15 de septiembre en la plaza cívica, la noche de la conmemoración de la independencia de México, Ella era todavía una mujer bella, de curvas prominentes, e inocente y débil.  Cualidades imprescindibles para los gustos de Fernando que le resultarían beneficiosos para la obtención de papeles legales.

En cuanto a ella, simplemente  le atraía su uniforme azul clásico y tan particular,  botas de cuero negras, chaqueta antibalas  adornada con una pechera negra  de  botones dorados y cuello rígido y su clásico casco anti-motín, tenía sólo 30 años y hacía solamente 1 año había tocado territorio Mexicano.   Sin pasaporte y sin mostrar sus antecedentes legales, fue admitido en el cuerpo militar, pero tan pronto como el departamento de migración se enteró de su caso, amenazó con deportarlo, Fernando le propuso matrimonio a Dominga con tanta premura, que por temor a que el militar cambiara de opinión, aceptó sin estar segura de sí lo amaba o no.  “Eso vendrá con el tiempo”, en sus oídos resonaron las palabras de su abuela.  En esa misma semana, en enero de 1995 se casaron en una ceremonia simple, de la cual no quedó ni siquiera el recuerdo de una fotografía instantánea, y donde Dominga, utilizó aquel mismo viejo vestido que había guardado para casarse con Nazario, quien seguramente en esos días, aún continuaba de mojado en los Estados Unidos.  Las pocas amigas de de Dominga y el cuerpo de policía asistieron, y en la fiesta, sólo hizo falta el alcohol, antes que preocuparse por la comida. Las niñas eran demasiado pequeñas y por muchos años dieron por sentado que Fernando era su verdadero padre.  Él  las quería a todas, según él, muy a su manera,  pero desde el principio sintió debilidad y predilección hacia Mariela, la escuincla era muy bonita,  vivaracha, parlanchina y con andares graciosos, en cambio Daniela parecía haber sido esculpida en mármol, pues nunca la vio sonreír, parecía ajena a todo, y su semblante era triste y aburrido, Daniela le era  pues, completamente indiferente.

Fernando era bueno,  eso solía decir Dominga, “hombres como ese, ya no existen, hay que cuidarlos y no dejarlos ir” y bajo esa premisa, aguantó las desventuras, los sufrimientos, las palizas correctivas y los manoseos a su hija.  Pues era  Mariela quien en ocasiones y ajeno a su carácter,  lucía taciturna y enferma, preguntándose en su inocencia, si lo que su padrastro le hacía era normal,  si a todas las niñitas de su edad les había sucedido alguna vez.   Se lo dijo a su madre una mañana mientras lavaban y tendían ropa, cuando ya había cumplido los ocho años y los manoseos se habían hecho más frecuentes y el alcoholismo de Fernando iba en aumento,   una mueca de horror se pintó en el ya avejentado rostro de Dominga, recogió la ropa recién descolgada del cesto, mudó su semblante, se puso seria y se encerró en su habitación durante el resto del día., Mariela se quedó en el patio pensando qué había hecho mal y se juró a sí misma no compartir ese vergonzoso secreto con nadie más, porque al parecer, era vergonzoso.

A los quince años, Mariela abandonó la escuela secundaria y consiguió un trabajo como mesera,  mintió en su solicitud de empleo aumentando su edad hasta la mayoría,   al gordo del mandil que la entrevistó le daba igual, no era la primera niña que presentaba una identificación falsa, así que en ese momento le tendió un delantal y la ordenó empezar a servir.

Daniela continuó con sus estudios, y con su vida en solitario, agradecía secretamente que Mariela hubiera abandonado la escuela, pues no podía evitar sentir celos y tristeza cada vez que  ella se pasaba  por doquier rodeada de sus amigas, riendo, hablando de chicos y que ni siquiera le regalara una mirada de cariño. Daniela era invisible también para su hermana.

En los bailes del pueblo, Mariela siempre era la candidata a reina, y durante tres años seguidos fue coronada.  Muy pronto se vio asediada por chicos, y a los dieciséis, era la chica más hermosa de Real del Monte.     Daniela solía verse al espejo preguntándose: si era verdad que eran mellizas, ¿por qué no era ni la mitad de bella de lo que Mariela era?   Las dos compartían el mismo color café de sus ojos, pero los de Mariela brillaban más.  La genética sin duda había sido más generosa con Mariela, pues la mata de su cabello era abundante y rizada, de un color negro azabache que doblegaba a los rayos del sol, obligándoles a seguir irradiando ese brillo aún en la oscuridad.   Sus ojos eran grandes, largos y rasgados, era muy esbelta y el uso de minifaldas,  zapatillas y blusas al ombligo la hacían ver aún más bella y  mayor.  Daniela poseía la misma belleza, pero había una diferencia en ella, sus ojos era un poco más oblicuos, curvados hacia abajo, así  como sus pobladas cejas,  así que parecía que siempre estaba triste, aunque en ocasiones  gustara de sonreír;  poseía la misma complexión que su hermana, pero acaso las piernas no eran tan torneadas y la cintura no era tan esbelta,  la mata de pelo heredada por Dominga a Mariela, había sido escueta para Daniela, y el cabello negro le caía sobre las espaldas con ligeros risos.

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