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Pensar Las Teorías Entre Las Prácticas


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2012  •  3.057 Palabras (13 Páginas)  •  401 Visitas

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Pensar las teorías entre las prácticas

Pretendo reflexionar sobre el carácter de la teorización en las ciencias humanas, su potencia, su alcance. Como intentos de análisis humano de lo humano—de humanos que investigan sobre fenómenos a su vez humanos—, necesitamos concebir al quehacer teórico entre las prácticas, y no simplemente fuera o dentro de las mismas en forma excluyente. Lo primero es abandonar dicotomías y falsas oposiciones como la que aísla la acción de la reflexión, para entrar en movimiento y crear conocimiento. De lo contrario tendremos teorías en el aire por un lado y por el otro , prácticas que se nos escaparán frente a nuestra imposibilidad por aprehenderlas, sacarles jugo más allá de lo concreto de experiencias así perdidas en el olvido. Hacer ciencias humanas es construir conocimiento sobre las experiencias humanas, sea desde el punto de vista de la cultura, de la sociedad, de la educación, de la lengua, de la política, de la historia. Es crear un discurso explicativo hecho de montar distintas prácticas con otras. Discurso que no se agota formalmente en la escritura, que posee un sin fin de medios posibles, cada día más heterogéneos, donde la tendencia nos lleva hacia los soportes audiovisuales, pero donde la oralidad no ha desaparecido, medios cada vez más complejos por co-presentes y modificados uno tras otro.

Experiencias humanas diferentes son ensambladas en determinada manera por el investigador con el fin de dar a conocer ciertos fenómenos, ciertas realidades, según argumentos de consistencia variada que se fundan en el entramado de las diversas prácticas utilizadas, de diferentes procedencias en tiempo y espacio. Entre las prácticas fluyen argumentos que van emergiendo en el proceso, junto a otros elementos más sólidos que enmarcan y sustentan la totalidad generada, así como aperturas hacia dudas nuevas; todo ello conforma la construcción de un objeto. La materia prima que utilizamos no es otra que la propia vida en sus infinitas condiciones particulares, vista desde puntos de vista también singulares. Las ciencias humanas han adoptado muchas formas, siguiendo programas de investigación, tratando de generar paradigmas sucesivos, pero por debajo o por encima a todos los cambios ha permanecido la cuestión de una doble especificidad: la creación de teoría gracias a un trabajo de campo, la inmersión dentro de prácticas humanas de donde extraer sobre lo que se piense. Pero hay algo más y es lo sustancial, hacer teoría es realizar una práctica, es decir, crear, elaborar una mirada sobre la experiencia es un tipo de experiencia también.

Sabemos lo complicado que resulta en la práctica el oficio, realizar un buen trabajo cognoscente no es nada sencillo. Como bien sabemos también a estas alturas, ningún discurso es ingenuo por lo que un montaje hecho de prácticas tampoco resulta ser algo ingenuo, desprendido de todo efecto consiguiente. Es necesario tener plena convicción de que crear conocimiento implica hacerse cargo de ciertos efectos que en un medio determinado se desencadenarían, con las limitaciones del caso, en lo posible de una instancia o contexto de justificación ya entrevisto en nuestras hipótesis o conjeturas. No existe relación causal ni vínculo analógico que no desencadene un nuevo proceso, aunque el caso sea el de la repetición de algo ya dicho y enunciado. Justamente ese es el mayor peligro ante el cual nos enfrentamos, la esterilidad que se muestra neutra y pura sin más. Sin una reflexión, sin un proceso de abstracción gracias al que nos desprendernos de lo dado, de la obviedad, no es posible el conocimiento, tan solo permanecemos atados a la contingencia de la vivencia más inmanente.

Queda por tanto claro que las ciencias humanas no transmiten sin más las prácticas que toman de fermento para sus elaboraciones teóricas. Es inevitable la transformación, aún más, es lo deseado, es imposible y perjudicial pretender tomar las experiencias y no modificarlas. Nuestro acto investigativo consiste en procesarlas, manipularlas analíticamente, componer con ellas, para que emerja de allí alguna novedad sobre lo real. Como veremos esa novedad para que pueda ser considerada como conocimiento debe pasar por controles, lo cual complejiza la actividad creativa, definiendo las posibilidades de la práctica científica, tanto sus alcances como sus limitaciones. Lo más singular de un fenómeno, la particularidad a la que accedemos en un trabajo de campo, en el aula de una escuela, junto a seres humanos de otras culturas, en medio de redes sociales en concreto, etcétera, es nuestro fermento para el pensamiento y la manipulación de esta materia prima necesita del cientista humano toda su capacidad para que no sea anulada, para que no se pierda su valor singular y singularizante. Como dice el saber procede de el sabor, la experimentación no alcanza para realizar la tarea de la creación de conocimiento pero es una de sus condiciones necesarias. Cuando la información sustituye a la antigua relación, cuando cede su sitio a la sensación, ese doble proceso refleja una degradación creciente de la experiencia. Todas esas formas, cada una a su manera, se liberan del relato, que es una de las formas más antiguas de comunicación. A diferencia de la información, el relato no se preocupa de transmitir lo puro en sí del acontecimiento, lo incorpora a la vida misma del que lo cuenta para comunicarlo como su propia experiencia al que lo escucha. De este modo el narrador deja en él su huella, como la mano del alfarero sobre el vaso de arcilla

Al tomar como objetos a fenómenos humanos, el investigador está desarrollando un proceso en el cual queda inmerso, el sujeto se objetiviza para poder objetivar a los otros sujetos. Esta inmersión demanda por tanto la necesidad de distanciamiento, de duda, de crítica, que permite la apertura y la puesta en funcionamiento de cualquier aparato conceptual. Podemos decir por tanto que en toda investigación en ciencias humanas es crucial la posibilidad de establecer una dinámica de distanciamiento e inmersión en un flujo continuo dentro del cual nos movemos para extraer y producir con ello algo nuevo. En esta dinámica o método, el sujeto cognoscente se ve enfrentado ante la objetivación de su propia condición de sujeto de conocimiento y ese ejercicio es fundamental para que se de el distanciamiento, la abstracción que nos permite ir de una experiencia a otra, conectar hechos con otros, hacer pasar factores de un lado a otro, hilvanar de las prácticas un discurso teórico.

El conocimiento se produce, es un efecto desencadenado por acontecimientos, es el fruto de una práctica. Toda objetivación recae en una nueva subjetivación. Esto no implica que se vuelva sin nada entre las manos, por el contrario se vuelve con un conocimiento nuevo fruto

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