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Simbolizaciones De Transición: Una Clínica Abierta A Lo Real


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2013  •  8.186 Palabras (33 Páginas)  •  244 Visitas

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Silvia Bleichmar

Las oscilaciones entre un endogenismo para el cual el psiquismo humano forma parte de una suerte de preformado provisto de sistemas representacionales existentes desde el nacimiento - o incluso anteriores a él, sea biológico o estructural - y el sociologismo historicista que propician algunas corrientes actuales del psicoanálisis para las cuales los nuevos modos de la realidad destituyen gran parte de los enunciados vigentes desde los comienzos mismos de las formulaciones freudianas, nos obligan a reubicar las impasses y dificultades que arrastramos en nuestra teoría y sus consecuencias para una práctica clínica que no ceda a la presión de la época pero que al mismo tiempo no se aferre obstinadamente a sus propias dificultades internas.

Mi propia perspectiva de trabajo se ha desplegado, desde hace años, en la búsqueda de una racionalidad mayor para la práctica clínica, en principio a partir del psicoanálisis con niños, pero luego en razón de que - como ha ocurrido históricamente - los descubrimientos que los campos "de frontera" ofrecen y las nuevas preguntas que plantean hacen entrar en crisis las afirmaciones vigentes en el corazón mismo de la teoría, en el corpus más general de la teoría y la práctica psicoanalíticas.

En función de ello, la idea de un aparato psíquico abierto a lo real, constituido a partir de inscripciones provenientes del exterior y sometidas constantemente a su embate ha sido una preocupación central en mi tarea y en la generación de nuevas herramientas para su abordaje. Ello a partir de los comienzos mismos de mi trabajo, sobre la base del descubrimiento de las limitaciones del concepto de "interpretación" en razón de que las representaciones que producen el sufrimiento psíquico no son todas - ni en ciertos casos la mayoría - del orden de lo secundariamente reprimido, vale decir constituidas a partir de la descualificación del código de la lengua en la cual estaban insertas y recuperables así mediante la libre asociación.

Esta diferenciación fue plasmada en la conceptualización ofrecida en La fundación de lo inconciente , en particular cap.2 y 3 - donde lo "arcaico" y lo "originario" responden a dos modos del procesamiento psíquico y definen dos formas de intervención en función de que lo arcaico es lo nunca tramitado en lenguaje en sentido estricto, en el interior del código, ensamblado al doble eje de la lengua, expulsado del preconciente, fijado al inconciente, sino que opera como fragmento de realidad psíquico en el sentido más estricto, adherido a lo vivencial, inscripto pero no articulado en alguno de los dos sistemas que se rigen por legalidades y contenidos diferenciados.

Apelé en su momento, entonces, a la carta 52 de Freud - hoy 112 en la nueva edición - para dar cuenta de la posibilidad de rastrear un modo de inscripción no transcribible, llamado en los comienzos de la obra "signos de percepción", y dar cuenta de que estos signos de percepción no son necesariamente los más antiguos que conserva el aparato psíquico sino que pueden producirse a lo largo de la vida como materialidad irreductible a todo ensamblaje a partir de ser producto de experiencias traumáticas inmetabolizables.

Busqué definir, desde la semiótica, y siguiente la obra de Pearce, el carácter de "indicio" de estos signos de percepción, partiendo de la idea de que la lingüística es insuficiente para abarcar el conjunto heterogéneo de representaciones que constituyen el psiquismo, sabiendo que este no se reduce a lo visual, ni mucho menos a lo vivido, y que es un concepto que sólo es aplicable en el interior de la práctica del develamiento del sentido, o de la construcción del sentido - en nuestro caso la práctica clínica - y no un concepto metapsicológico.

Dicho de otro modo: el concepto de "signo de percepción" es un concepto psicoanalítico, metapsicológico, que da cuenta de los elementos psíquicos que no se ordenan bajo la legalidad del inconciente ni del preconciente, que pueden ser manifiestos sin por ello ser concientes, que aparecen en las modalidades compulsivas de la vida psíquica, en los referentes traumáticos no sepultables por la memoria y el olvido, desprendidos de la vivencia misma, no articulables. Gran parte de los objetos de la pulsión - en su contingencia -, de los modos fijados de las compulsiones, de los elementos discretos - en el sentido matemático, desprovistos de contigüidad - que aparecen como representaciones sobre las cuales no son posibles las asociaciones, son de este orden. Es una ilusión del psicoanalista creer que todo aquello sobre lo cual la asociación se imposibilita es efecto de la resistencia: se trata, en la mayor parte de los casos, de elementos sobre los cuales la asociación es imposible porque se ven desligados, en cuyo caso el modo de operar debe ser diferente, y a ello me referiré más adelante.

Pero el indicio, en términos de Peirce, no es equivalente al signo de percepción. Alude a un método de lectura de la realidad, no a su inscripción [1]. Siguiendo el modelo popularizado con el cual el texto de Carlo Guinsburg trabajó la relación existente entre el método de Freud y el de Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, y sus orígenes en Giovanni Morelli, investigador acerca de la autenticidad de las obras de arte, se trata de la elaboración de hipótesis a través de elementos que intentan dar cuenta de una conexión que los hace probables como explicación de la génesis de un hecho. Si Sherlock Holmes puede saber que la huella de los pies en la tierra da cuenta del paso de un rengo, por la diferencia de impresión entre uno y otro pie, y articular una hipótesis a partir de ello, y Giovanni Morelli podía detectar la falsedad de una obra de arte no por su aspecto general sino porque era en las orejas o en las manos de los personajes representados donde buscaba el detalle que permitía rubricar realmente que había sido pintada por quien firmaba, es porque, en ambos casos, cada uno de ellos sabía lo que buscaba. Del mismo modo Freud puede encontrar el sentido del sueño buscando a través de las asociaciones y reconstruir el deseo inconciente, o articular en el caso Hans que el caballo temido corresponde a aquel del carruaje que lo llevó a Gmunden cuando la madre estaba embarazada, y que el freno que lo angustia es un desplazamiento del bigote del padre amado y odiado simultáneamente.

A diferencia del símbolo, siguiendo la clasificación de Peirce, lo que caracteriza al indicio es que no hay, a su respecto, regla de interpretación, no hay "interpretante", no es triádico. En el caso del símbolo existe el elemento presente, aquel al cual remite, y un tercero que permite su interpretación. Hay allí convención posibilitadora del sentido,

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