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Suelos Periglaciares

camilavm6 de Agosto de 2011

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Periglaciarismo

Formas, estructuras y materiales de un clima extremo

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Suelo escalonado periglaciar en las laderas del volcán Krafla, Islandia.

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Gutiérrez Elorza, M., (2001): "Geomorfología Climática". Ed. Omega, Barcelona.

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Introducción

El término periglaciar fue utilizado por primera vez en 1909 por el polaco Lozinski para referirse a las condiciones climáticas y geomorfológicas de las zonas periféricas de los casquetes de hielo pleistocenos. Con posterioridad, este término se ha extendido para designar procesos y características de climas fríos, sin tener en cuenta su proximidad temporal o espacial con los glaciares. De este modo, existen extensas zonas, como Siberia oriental (Jahn, 1975), sin ninguna conexión con las áreas glaciares, en las que la actividad periglaciar es dominante. Como consecuencia, este término ha tenido usos muy diversos debido a lo impreciso de su definición, incluso se ha propuesto una alternativa al mismo introduciendo el vocablo Geocriología, muy utilizado por los investigadores rusos (Washburn, 1979). Esta ciencia se puede definir como aquella que se preocupa del estudio de los materiales terrestres que tienen temperaturas por debajo de 0°C, es decir, terrenos permanente o estacionalmente helados (Washburn, 1979; French, 1996).

Los ambientes periglaciares se caracterizan por un predominio de los ciclos de hielo y deshielo del terreno y por la existencia de un permafrost o terreno perennemente helado. Ambos o uno de ellos son comunes a todo el dominio periglaciar. Así, algunas de las formas periglaciares no están asociadas con la presencia de permafrost. El dominio periglaciar se desarrolla en las zonas polares y en áreas alpinas de latitudes medias y bajas de muchas cordilleras del mundo (Harris, 1988). Este dominio periglaciar ocupa en la actualidad una quinta parte de la superficie del globo y, en periodos fríos pleistocenos, se estima que otro 20% adicional ha experimentado condiciones periglaciares (French y Karte, 1988).

Los ambientes periglaciares presentan una amplia variedad climática, con temperaturas medias anuales próximas o muy por debajo del punto de congelación y, por lo general, con una amplitud térmica anual importante. Las precipitaciones totales anuales oscilan considerablemente de unos ambientes a otros, con valores que fluctúan entre 130 y 1400 mm para Peltier (1950) y entre 50 y 1250 mm para Wilson (1969). Tricart (1967) establece las diferenciaciones climáticas de los medios periglaciares teniendo en cuenta la combinación de la temperatura, precipitación, viento y distribución estacional. Se distinguen tres grandes tipos de climas periglaciares:

A) Climas secos con inviernos rigurosos. Se localizan en la zona subpolar del hemisferio Norte. Tienen temperaturas muy bajas en invierno, veranos muy cortos, precipitaciones débiles y vientos muy violentos. Estos climas son los que poseen un pergelisuelo actual. Por lo tanto, este tipo climático se caracteriza por un sistema morfogenético en el que existe una influencia fundamental de la helada, un papel muy reducido de las aguas de escorrentía y una importante acción del viento.

B) Climas húmedos fríos con inviernos pronunciados. Se diferencian dos tipos: ártico y de montafia. El tipo ártico tiene una influencia oceánica que se traduce en grandes irregularidades climáticas. Las temperaturas son similares al clima A pero con una menor amplitud anual, precipitaciones superiores a los 300 mm, vientos muy fuertes y existencia de permafrost. Como consecuencia, la helada es menos intensa y duradera que en A, la acción eólica se reduce por la cobertera de nieve y la arroyada es relativamente importante. El tipo de montaña se desarrolla en áreas de pradera alpina de las zonas templadas. Las temperaturas son similares al tipo ártico, pero con medias anuales más elevadas y amplitudes más pequeñas. Las precipitaciones son más importantes que en la variedad ártica. En este tipo de montaña es muy significativo el papel de la pendiente y de la exposición. Por consiguiente, en estas áreas la acción de la helada es importante, pero por lo general carecen de permafrost, la acción del viento es débil y la actividad de la escorrentía es muy manifiesta.

C) Climas con débil amplitud anual de temperaturas. Tienen una temperatura media anual próxima a los 0°C y con una amplitud térmica en torno a los 10°C. Se distinguen dos tipos: el correspondiente a islas de altas latitudes posee una marcada inestabilidad del tiempo, débil amplitud térmica y precipitaciones nivales por encima de los 400 mm que inhiben los efectos del viento. Estas características climáticas conducen a la existencia de muchos ciclos de hielo y deshielo con débil penetración en el terreno. El tipo de montañas de bajas latitudes carece de variaciones estacionales de temperatura y la amplitud diurna es muy marcada y superior a la amplitud anual. Las precipitaciones son elevadas, excepto en montañas áridas. Estos rasgos traen consigo la inexistencia de permafrost, el desarrollo de numerosos ciclos de hielo-deshielo, escasa penetración de la helada y acción del viento nula excepto en montañas áridas.

Por otra parte, el dominio periglaciar se localiza sobre dos tipos principales de vegetación, el correspondiente a los bosques subárticos o septentrionales y el relativo a la tundra ártica, lo que permite distinguir ambientes periglaciares forestales de los carentes de vegetación arbórea (French, 1996).

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Suelos ordenados

Se trata de microformas muy llamativas de aspecto circular, poligonal y bandeado, a las que se dedicó una gran atención durante las primeras exploraciones de las áreas periglaciares, en detrimento de otro tipo de morfologías de mayor desarrollo areal (French, 1996). No son específicas de estos medios y formas similares pueden desarrollarse en otros ambientes, sobre todo en las zonas desérticas cálidas (Hunt y Washburn, 1966). Tenemos, por consiguiente, un problema de convergencia de formas o de equifinalidad, ya que distintos procesos pueden generar las mismas morfologías como respuesta a variaciones de humedad del suelo. Esto es muy importante de cara a una adecuada interpretación ambiental de formas relictas. Así, en el medio semidesértico de la depresión del Ebro y en los alrededores de Zaragoza (unos 200-300 m de altura), varios investigadores (Johnson, 1960; Brosche, 1971, 1972) interpretaron diversas estructuras en depósitos de terraza como cuñas de hielo y crioturbaciones, aunque realmente se originaron por disolución de yesos infrayacentes e hinchamiento de formaciones arcillosas, entre otros procesos (Zuidam, 1976). Las únicas morfologías que son específicas de ambientes periglaciares son las generadas por agrietamiento térmico de suelos helados, puesto que indican permafrost o frío intenso.

Los suelos ordenados periglaciares se generan en la capa activa y se clasifican, según la clásica diferenciación de Washburn (1956), por su forma geométrica en círculos, polígonos, redes, escalones y bandas. Para cada una de estas microformas se tiene en cuenta la presencia o ausencia de clasificación de las partículas del suelo. Los círculos, polígonos y redes se desarrollan fundamentalmente sobre superficies horizontales. Sus celdillas tienden a alargarse con pendientes de 20 a 7° y las formas cerradas se convierten en bandas (Sharpe, 1938; Büdel, 1960).

Los círculos tienen dimensiones comprendidas entre 0,5 y 3 m. Los carentes de clasificación presentan su parte central abombada, agrietada y desprovista de vegetación. Suelen tener un alto contenido en material fino y en sección transversal presentan estructuras que indican empuje en sus áreas centrales. Los círculos clasificados tienen un borde de piedras rodeando material más fino. Las piedras tabulares tienden a presentar el eje mayor en la vertical y paralelo al borde (Furrer, 1968). Al igual que los anteriores pueden estar solos o agrupados. Los procesos más importantes que se aducen para la génesis de los círculos son los de levantamiento diferencial y desplazamiento de masas, junto con los de clasificación (Jahn, 1975). Otras formas:

1. Suelos poligonales

Conviene diferenciar dos tipos de polígonos, los que tienen dimensiones inferiores al metro y los superiores a esta medida, ya que suelen tener un origen distinto (Washburn, 1979). Los polígonos pequeños no clasificados pueden tener como mínimo hasta 5 cm de diámetro y los grandes alcanzan dimensiones que pueden superar los 100 m. Se desarrollan sobre partículas de muy diverso tamaño y la vegetación se concentra en los bordes, enfatizando la forma poligonal. Los polígonos de cuña de hielo tienen la cuña coincidente con sus límites y su celda está levantada en periodo de crecimiento y deprimida, junto con charcas de agua, en época de extenuación (Jahn, 1972). Los bordes reflejan un comportamiento contrario. Algunos polígonos pueden presentar pequeños pingos y formas poligonales de menor tamaño en el interior de la célula principal. En los polígonos clasificados el borde está constituido por piedras que engloban material más fino. El tamaño mínimo de las formas menores es de 10 cm y el máximo de los polígonos grandes no supera los 10 m. Los clastos disminuyen de tamaño con la profundidad y, o bien se estrechan hacia abajo o, por el contrario, se ensanchan paulatinamente perdiéndose en una capa continua de clastos (Jahn, 1975). Para la génesis de un polígono el agrietamiento es fundamental. Los de mayor tamaño parece ser que se producen

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