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V De Vendetta

mjose9926 de Abril de 2015

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I

Acción y Reacción

V de Venganza

"V" no es un superhéroe como Superman, o el Hombre Araña. "V" es algo distinto. Uno podría decir que Superman, quizás el más popular de los Superhéroes, representa para el pueblo Estadounidense, lo que el mismo pueblo estadounidense quiere ser, quizás sea por eso que despierte tantas pasiones, pero, aún así, diremos, es un "justiciero". Así también, Edmont Dantes, el personaje de "El Conde de Montecristo" es un "Vengador". Ambos tienen una ¨misión¨ que cumplir y para ello harán uso de sus poderes. No es el caso de V. V no es un Vengador, V es la venganza misma. Y esto es planteado casi de manera literal, aún cuando todo en el argumento de la película parezca indicar lo contrario. "Puedes llamarme Venganza", sería el mejor resumen de su presentación ante Evey, (la histérica damisela en apuros de esta historia).

No se podrá pedir, entonces, que este personaje haga otra cosa que "realizarse". No oculta tras su máscara ningún rostro, ni sus acciones son guiadas por subjetividad alguna, es pura determinación.

Lo que me hicieron, me hizo – explicará V a Evey – es un principio básico del universo, toda acción generará una reacción igual y opuesta.

¿Es así como lo ves? – le responde Evey - ¿Como una ecuación?.

Lo que me hicieron fue monstruoso. – Se apura a afirmar, totalmente convencido, V.

… y creó un monstruo.- Remata Evey, igualmente convencida.

Así como Superman existe en tanto héroe porque hay un villano que pretende conquistar el mundo, V existe porque una nación se ha entregado al fanatismo. En un extremo, hay un Canciller que justifica su incuestionabilidad en el poder con una perpetua amenaza terrorista extrangera, y en el otro extremo esta V, el terrorista, surgido del propio pueblo, ambos destinados a destruirse mutuamente. V no tiene rostro, no tiene ojos, no tiene memoria [1] y se niega, en todo momento, a sacarse la máscara. Eso que le hicieron en el centro de detención, quemó su piel por completo, a la vez que brindó al Canciller Sutler, el virus para simular un ataque bioterrorista que acabó con miles de vidas, enriqueció "obsenamente" a los accionistas del Partido y justificó la dictadura ante el pueblo. Mi opinión es que, si V tuviera un rostro, si se quitara la máscara, o fuese a vencer al gobierno para imponer él mismo su revolución, se produciría otro particularismo, porque uno podría decir que la Venganza, la oposición al fanatismo, es rubia, o negra, o lleva barba, o no, y, en última instancia un tirano violento, reemplazaría a otro. En este sentido es muy ilustrativa la última escena de la película, en la que los londinenses salen a las calles disfrazados de V, para avalar "su revolución", y, ante la explosión del edificio del Parlamento, se quitan las máscaras, descubriendo los rostros de todos los personajes de la película. Tanto los vivos, como los muertos.

¿Quién era él? – le pregunta el detective Finch a Evey.

Era Edmont Dantes – contesta ella – él era mi padre, y mi madre … mi hermano, mi amigo. Él era usted, y yo … él era todos nosotros.

A diferencia de Superman, quién tiene un rostro muy humano (ese torpe y defectuoso Clark Kent) V es puro símbolo. Y, al igual que Edmont Dantes, enfrenta a un mal y a un enemigo muy puntual, ambos regresan del "olvido" para vengar un agravio, pero, mientras Edmont Dantes encontrará algo más que venganza, V, por su naturaleza misma, no podrá jamás sobrevivir al mal que combate. La venganza se acaba cuando se consuma.

¿Por qué no te mueres? – lo increpa, desesperado, uno de sus últimos enemigos mientras le dispara una y otra vez.

Detrás de esta máscara – responde V, moribundo, mientras lo estrangula – hay más que carne, detrás de esta mascara hay una idea.

Retomaré algo de esto en un comentario final.

II

Evey

V de Verdad

Una y otra vez Evey ha quebrantado la ley, en pequeñas faltas, histérica e insistentemente. Y tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe. Después de salir de su casa violando el toque de queda, es salvada por V de tres "Fingermen", y luego acepta acompañarlo al "concierto" en que V hace estallar el Palacio de Justicia. A la mañana siguiente, en un acto deliberado, e inexplicable, sobre todo (quizás exclusivamente) para ella, salva la vida del terrorista número uno de Londres. Así, acusada de ser cómplice de V, despierta en La Galería de las Sombras (la guarida de V), confundida por sus propios actos.

¿Qué he hecho? … – se pregunta, incrédula, como si no hubiese sido ella quién atacara al policía tan solo unas horas antes.

Hiciste lo que considerabas correcto. – Responde V.

¡Oh no! … no debí hacer eso … debí estar fuera de quicio …

¿Eso crees, o es lo que quieren que creas? – la interroga V.

Aquí concluye el primer tiempo del circuito de responsabilidad. Una serie de hechos azarosos (la coincidencia de los Fingermen, V e Evey en un mismo punto, la noche en que V planeaba volar el Palacio de Justicia, previa al día en que iba a atacar el Canal de T.V en que Evey trabajaba) acaban por interpelarla [2]. Asimismo, hay que destacar el hecho de que no es un solo acto, sino, por lo menos, tres, los que llevan a Evey a la Galería de las Sombras. Primero desoye el toque de queda, después acepta acompañar a V, y finalmente lo salva de ser apresado.

Evey ha hecho algo, y no sabe por qué lo hizo, y eso ha cambiado su lugar en el mundo. Por más buena ciudadana que creyera haber sido, ahora, para el gobierno, es cómplice de un terrorista.

Hermana de una víctima de St. Marys (el bio-atentado terrorista), hija de activistas "desaparecidos", retenida en un centro del "Programa de Recuperación de la Juventud" durante cinco años, su pasado no constituye un buen antecedente, aunque ella misma parecía pretender vivir como si nada de eso le hubiese sucedido. "Pretendía". Y, pretendiendo volver a su antiguo lugar en el seno del "A", pretendiendo "pedir perdón" por un acto del que ella no se veía responsable, pretendió ayudar a V en su siguiente golpe. Y, llegado, el momento, intentó advertirle a la víctima, que estaba a punto de ser asesinada, inutilmente, pues V cumple con su cometido de todos modos.

Aún así, Evey logra escapar donde Gordon Dietrich, su jefe y amigo, homosexual y coleccionista de objetos prohibidos. Otro "Infractor Serial", distinto, y a la vez similar, a V y a Evey.

Al igual que en su niñez, Evey debió ver a un ser querido "desaparecer en la bolsa negra del gobierno", y en el intento de huir, es capturada también, y llevada a un centro de detención.

Aquí el paralelismo con "El Muro" de Sartre es notable. Las opciones son las mismas: hablar o morir. Si Evey habla, si les dice "algo, cualquier cosa" salvará su vida, y cesarán las torturas. Será un mensaje oculto en la celda lo que dará a Evey su inspiación, su sostén emocional. En vez de reflexionar toda una noche, como Ibbietta, Evey lee ese último y desesperado grito de resistencia subjetiva de otra prisionera, que le permite hacer su elección, es decir, sopesar los prós y los contras de hablar o callar, no por proteger a V, o retornar a su lugar en el A total, sino porque, justamente, ya no puede hacerlo. Ha atravesado un umbral, del que jamás podrá regresar. El paso que está a punto de dar la adentrará en un lugar desconocido, es un paso en soledad, pues el A ya no la acompaña. No se trata de callar por rebeldía, o hablar por obediencia. No hay, para ella (y esto es lo importante, que es para ella, Evey, para quién no hay) referencia en el A para dar cuenta de ¨eso¨ que está a punto de hacer. O sea, Evey tiene que tomar una decisión, realizar un acto, que no puede estar guiado por un A. Aquí es donde yo ubico el tiempo dos del ciclo de responsabilidad, porque Evey ya no puede, ni intenta, volver al punto previo al primer tiempo. No es la misma Evey, ni sus antiguos compañeros de trabajo la reconocerían en la calle.

Finalmente, uno de sus captores, antes de llevarla al lugar de su ejecución, le da una última oportunidad. En un tono casi amistoso, casi comprensivo, la anima a "hablar", a decirles algo, insinuándole que ni siquiera tiene por qué decir la verdad.

En este punto es donde Ibbietta, sintiéndose más allá de la situación, hace su jugarreta, pero, Evey, muy seriamente, pero con mucha calma, prefiere morir antes que ceder su dignidad [3], esa "pequeña y frágil pulgada de uno, que es lo único que vale la pena tener … y nunca debemos permitir que nos quiten".

Muchas gracias – dice, meditabunda Evey – pero prefiero morir …" - decisión esta que hace efectiva su elección.

Entonces ya no tienes miedo … – contesta su captor – eres totalmente libre – agrega, antes de salir de la celda, dejando la puerta abierta, con total naturalidad.

Al salir de la celda, y del pasillo, Evey, se encuentra, otra vez, en la "Galería de las Sombras". Todo ese tiempo, su captor había sido el mismo V. Pero esto no debe confundirnos.

Tu propio padre decía que los artistas usan mentiras para decir la verdad – le recuerda V, a Evey.

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