Violación hacia los derechos de las mujeres

Ahora bien, la violación hacia los derechos de las mujeres no solo se reproduce  dentro de las relaciones familiares. Se adhiere también junto a los valores patriarcales,  a los espacios que suponen deben ser democráticos, críticos y al menos un espacio de deliberación argumentativa, es decir la universidad pública y privada.  Y es ahí donde toma el feminismo sus tintes transnacionales también. Los casos de acoso sexual, moral, venganza académica, y demás insinuaciones y ademanes de innecesaria connotación sexual son elementos de un sistema en evidente decadencia al convertir todo, incluso el cuerpo – y sobre todo de las mujeres- en mercancía, en objetos de consumo.

En esos espacios de confluencia social, en los que los hábitus son formados dentro de ese microterritorio y que adicionalmente reproduce a la academia, son hoy lugares donde se ha logrado visibilizar de mejor manera, la desigualdad imperativa dentro de las relaciones sociales de ambos géneros. Y como los disciplinamientos del cuerpo que dan paso a la formación de representaciones,-o lo que Judith Butler llama performatividad de los sexos-, son necesarios ubicarlos en algún lugar, giramos la vista hacia los dispositivos de control dentro de la academia como una institución productora de normativas que protegen un sistema jerárquico. Decimos jerárquico porque las denuncias que vienen en su mayor parte de víctimas mujeres, no son atendidas de la debida forma pese a la existencia de protocolos recomendados.

La Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) reconoce que en las instituciones educativas se deben garantizar espacios de respeto a los derechos y a la integridad de la comunidad educativa, lo cual evidentemente, al menos dentro de la Universidad Central del Ecuador no se ejecuta. Clara muestra aparece en el departamento de Bienestar Estudiantil, en donde la cantidad de denuncias no concuerda con el número de informes levantados. Y otra muestra a nivel nacional, fue la última deliberación de la Fiscalía sobre el caso Ely, cuya pareja, y quien la habría golpeado brutalmente recibió tan solo 60 días de prisión. Es evidente entonces el transcurrir de la violencia hacia la mujer enmarcada en relaciones desigualitarias de género.

Decimos jerárquico también al darnos cuenta de la relación de poder que existe dentro de un aula de clase, y como es evidente la capacidad de castigo se convierte en un dispositivo de control eficientemente utilizado para segregar las posibilidades de denuncia de las víctimas. En los pasillos de las universidades pululan los comentarios sobre tal o cual profesor, el miedo a la venganza de una denuncia se vuelve una tendencia en las universidades, en los colegios, en las escuelas.

El movimiento feminista se ha visto en la tarea de ubicar a estos casos de acoso escolar y violencia doméstica en la palestra pública, uno para visibilizar la connotación patriarcal del sistema de justicia ecuatoriano y otro para canalizar la indignación y así incrementar mediante la adhesión voluntaria el tamaño del movimiento. Pese a estos esfuerzos, la última convocatoria no atrajo a más de mil personas a la marcha convocada en torno al tema del aborto.

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