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LA MORAL DE LOS IDEALISTAS.

Majo nicoTarea21 de Noviembre de 2016

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EL HOMBRE MEDIOCRE

JOSÉ INGENIEROS

¨No Son Voz Sino Eco¨

NOMBRE: Luz Calva

LA MORAL DE LOS IDEALISTAS.

Sólo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real.Es de pocos esa inquietud de perseguir avidamenete alguna quimera,etc. Los seres cuya imaginación se llena de ideales y su sentimiento atrae hacia ellos la personalidad entera son los IDEALISTAS. El ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección. Los filósofos del futuro irán poniendo la experiencia como fundamento de toda hipótesis legitima,no es arriesgado pensar que en la ética venidera florecerá un idealismo moral. Un ideal no es una formula muerta, sino una hipótesis perfectible; la evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Un ideal colectivo es la coincidencia de muchos individuos en un mismo afán de perfección. Las ilusiones tienen tanto valor para dirigir la conducta,como las verdades mas exactas ;pueden tener mas que ellas,si son intensamente pensadas o sentidas. Hay tantos idealismos como ideales; y tantos ideales como hombres aptos para concebir perfecciones y capaces de vivir hacia ellas. La imaginacion los construye observando la naturaleza, como un resultado de la experiencia, pero una vez formados ya no están en ellas, son anticipaciones de ella, viven sobre ella para señalar su futuro. La realidad nunca puede igualar al ensueño en esa perpetua persecución de la quimera. Sin ideales sería inexplicable la evolución humana. La mediocridad, que es una incapacidad de ideales. Son dos mundos morales, dos razas, dos temperamentos: Sombras y Hombres. Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá, por fuerza, ideales y mediocres. Los espiritus afiebrados por algún ideal son adversarios de la mediocridad. Los ideales aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría, por eso, con frecuencia, viven trabajando por su espíritu crítico cuando los caldea una emoción lírica y ésta les nubla la vista cuando observan la realidad. La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfeccion particular, pero siempre llega mas alla de donde habria ido sin su esfuerzo. Suelen ser esquivos o rebeldes a los dogmatismos sociales que los oprimen.Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo bueno y lo malo que observa, y lo mejor que imagina, sin ideales seria inconcebible el progreso. Todo porvenir ha sido una creación de los hombres capaces de presentirlo, concretándolo en infinita sucesión de ideales. El idealista perfecto sería romántico a los veinte años y estoico a los cincuenta, es tan anormal el estoicismo en la juventud como el romanticismo en la edad madura. Son exagerados porque son insaciables. La ética del idealista estoico difiere radicalmente de esos individualismos sórdidos que reclutan las simpatías de los egoístas. El idealista estoico mantiéne hostil a su medio, lo mismo que el romántico. Y dice a los jóvenes que toda brega por un ideal es santa, aunque sea ilusorio el resultado. Y a los maduros, cuyas primeras canas salpican de otoño sus más vehementes quimeras. Y en el gesto del bronce parece que el idealismo decapitara a la mediocridad, entregando su cabeza al juicio de los siglos.

EL HOMBRE MEDIOCRE.

Para concebir una perfección se requiere cierto nivel ético y es indispensable alguna educación intelectual. Su sentencia es verdadera y confirma el remoto proverbio árabe: ¨Un mediano bienestar tranquilo es preferible a la opulencia llena de preocupaciones¨. Todos los enemigos de la diferenciación vienen a serlo del progreso. La desigualdad humana no es un descubrimiento moderno. Hay hombres mentalmente inferiores al termino medio de su raza, de su tiempo y de su clase social; también los hay superiores. La mediocridad podría definirse como ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. La falta de personalidad hace, a éstos,incapaces de iniciativa y de resistencia. Entre unos y otros fluctúan una gran masa imposible de caracterizar por inferioridades o excelencias. Su existencia es, sin embargo, natural y necesaria. En todo lo que ofrece grados hay mediocridad; en la escala de la inteligencia humana ella representa el claroscuro entre el talento y la estulticia. El hombre normal no existe, no puede existir. El hombre sin personalidad no es un modelo, sino una sombra. Las personas tienden a confundir el sentido común con el buen sentido. El sentido común es colectivo, eminentemente retrogrado y dogmatista; el buen sentido es individual, siempre innovador y libertario. La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás; en muchos hombres ese punto es simplemente imaginario. Por ese motivo al clasificar los caracteres humanos se ha comprendido la necesidad de separar a los que carecen de rasgos característicos: productos adventicios del medio, de las circunstancias de la educación que se les suministra, de las personas que los tutelan, de las cosas que los rodean. Muchos nacen; pocos viven. Los hombres sin personalidad son innumerables y vegetan moldeados por el medio, como cera fundida en el cuño social. Si hubiera de tenerse en cuenta la buena opinión que todos los hombres tienen de si mismos, seria imposible discurrir de los que ese caracterizan por la ausencia de personalidad. Lo habitual no es el genio ni el idiota, no es el talento ni el imbecil. El hombre que nos rodea a millares, el que prospera y se reproduce en el silencio y en la tiniebla, es el mediocre. Con diversas denominaciones y desde puntos de vista heterogéneos, se ha intentado algunas veces definir el hombre sin personalidad. ¨Es dócil, acomodaticio a todas las pequeñas oportunidades, adaptabilísimo a todas la combinaciones de los astutos, pero dislocado de su mediocre esfera y ungido por una feliz combinación de intrigas, él se derrumba siempre, en seguida, precisamente porque es un euilibrista y no lleva en sí las fuerzas del equilibrio. Equilibrista no significa equilibrado. Ese es el prejuicio más grave, del hombre mediocre equilibrado y el genio desequilibrado¨En este sentido, hombre normal no seria sinónimo de hombre equilibrado, sino de hombre domesticado; la pasividad no es un equilibrio, no es complicada resultante de energías, sino su ausencia. El hombre sin personalidad no es un modelo, sino una sombra proyectada por la sociedad, es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. El mediocre representa un progreso, comparado con el imbécil. Todos los hombres de personalidad firme y de mente creadora, sea cual fuere su escuela filosófica o su credo literario, son hostiles conserva el nombre de pocos iniciadores y olvida a innúmeros secuaces que los imitan. No viven su vida para sí mismos, sino para el fantasma que proyectan en la opinión de sus similares. Ningún hombre es excepcional en todas sus aptitudes; pero no podría afirmarse que son mediocres a carta cabal. No obstante las infinitas diferencias individuales, existen grupos de hombres que pueden englobarse dentro de tipos comunes; si observamos cualquier sociedad humana, el valor de sus componentes resulata siempre relativo al conjunto: el hombre es un valor social. Considerando a cada individuo con relación a su medio, tres elementos concurren a formar su personalidad: la herencia biológica, la imitación social y la variación individual.

El hombre inferior es un animal humano; en su mentalidad enseñoreanse las tendencias instintivas condensadas por la herencia y que constituyen el “alma de la especie”. El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y esta perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. El hombre superior es un accidente provechoso para la evolución humana. Es original e imaginativo, desadaptandose del medio sicila en la medida de su propia variación. Todo lo que existe es necesario. Cada hombre posee un valor de contraste, si no lo tiene de afirmación. El mediocre representa un progreso, comparado con el imbecil, aunque ocupa su rango si lo comparamos con el genio. Todos los hombres de personalidad firme y de mente creadora, son hostiles a la mediocridad. Ante la moral social, los mediocres encuentran una justificación. Si los hábitos resumen la experiencia pasada de pueblos y de hombres, dándoles unidad, los ideales orientan su experiencia venidera y marcan su probable destino. Los idealistas y los rutinarios son factores igualmente indispensables, aunque los unos recelen de los otros. La sicología de los hombres. La sicología de los hombres mediocres caracterizase por un riesgo común la incapacidad de concebir una perfección de, de formarse un ideal. Son rutinarios, honestos y mansos; piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena hipocresía moral y ajustan su carácter a las domesticidades convencionales.

Son incapaces de virtud; no la conciben o les exige demasiado esfuerzo. No vibran a las tensiones mas altas de la energía; son fríos, apáticos, nunca equilibrados. No saben estremecerse de escalofrío bajo una tierna caricia, ni abalanzarse de indignación ante una ofensa.

Aunque aislados no merezcan atención, en conjunto constituyen un régimen, representan un sistema especial de intereses inconmovibles. La vulgaridad es el agua fuerte de la mediocridad. Es un cierzo que hiela todo germen de poesía capaz de embellecer la vida. Es tambien el blasón nobiliario de los hombres ensoberbecidos de su mediocridad. En la ostentación de lo mediocre reside la sicología de lo vulgar; basta insistir en los rasgos suaves de la acuarela para tener el aguafuerte, los vulgares son mediocres de razas primitivas: habrían sido perfectamente adaptados en sociedades salvajes, pero carecen de la domesticación que los confundirían con sus contemporáneos. Repudian las cosas líricas porque obligan a pensamientos muy altos y a gestos demasiados dignos. Su amistad es una complacencia servil o una adulación provechosa. Admiran al utilitarismo egoísta, inmediato, menudo, al contado. El hombre sin ideales hace del arte un oficio, de la ciencia un comercio, de la filosofia un instrumento, de la virtud una empresa, de la caridad una fiesta, del placer un sensualismo. La mediocridad es el complejo velamen de las sociedades. El progreso humano es la resultante de ese contraste perpetuo entre masas inertes y energias propulsoras.

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