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AURA O LAS VOLETAS


Enviado por   •  10 de Agosto de 2013  •  1.312 Palabras (6 Páginas)  •  315 Visitas

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AURA O LAS VIOLETAS VARGAS VILA

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hermosura majestuosa del sepulcro; levanté su cabeza, la recliné en mi brazo y meincliné sobre aquel cuerpo adorado; posé frente sobre la suya yerta y la bañe delágrimas; el frío de aquel cadáver no me helaba; estaba de por medio todo el calorde mi cariño, y mis recuerdos; después dejé caer mi cabeza sobre la mismaalmohada que sostenía la de Aura y permanecimos así unidos en aquel abrazo dela muerte; ¡y aun allí habían de venir a separarnos! ya la ausencia me la habíaarrebatado primero; el mundo me la había quitado después, y hoy la tierra me lareclamaba para convertirla en polvo!...

allí, en aquel coloquio fúnebre de nuestros espíritus, la conté todas las tristezasde mi vida desde que nos habíamos separado, todas mis luchas y mi infortunio; labrisa gimiendo sobre nosotros parecía traducir en un lenguaje misterioso ydesconocido mis pensamientos; nuestros cuerpos inclinados a la orilla delsepulcro estaban mudos, pero ¡ay! nuestras almas cuántas cosas se dijeron, lejosdel mundo, al silencio medroso de las tumbas!... ¡qué de promesas para laeternidad!...

Pablo vino a despertarme al fin de aquel enajenamiento; entonces volví a

ponerme de rodillas, después de haber estrechado aquella cabeza querida, porúltima vez, sobre mi corazón; tomé en mis manos una de las hermosas trenzas desus cabellos y la corté por su nacimiento; ¿era aquello una profanación? no, era elreclamo de una herencia que me pertenecía; acerqué a mis labios aquella reliquiaquerida, arrancada a la muerte, y la guardé cerca a la cartera donde estaba suretrato; ¡ay! qué impresión me produjo la comprobación de aquel cadáver casidescompuesto, con el retrato de aquella niña tímida y sonriente; ¡sangrientossarcasmos del destino! oculté tembloroso aquella imagen que me despertabatantos recuerdos, y tomando en una de mis manos su pálida cabeza coloqué enella la corona de rosas blancas y de violetas con que quería adornar sus sienes y lavolví a colocar entre el féretro; arrebaté a sus manos el ramo de violotas quellevaba y lo guardé al lado de su cabello; no llevaba la cruz en las manos como lageneralidad de los muertos porque la había llevado sobre los hombros; cogí unade sus manos en las mías y la estuve mirando largo rato con toda la ternura de mialma; era ya tiempo, los trabajadores habían llegado; me incliné por última vezsobre ella y le di el postrer y purísimo beso de mi alma, beso que dado en loslabios de una muerta debió repercutir en los años de un ángel;

cuando levanté la frente, todos lloraban;

fui arrancado por Pablo del lado del cadáver, y recostado en el tronco de unárbol seguí con ojos de idiota a los sepultureros;

cuando extendieron el paño y ocultaron su rostro, ¡comprendí que el sol de laventura se había ocultado para mí! ¡cada martillazo que daban para clavar elataúd, resonaba en el fondo del alma y se repercutía en mi corazón! cuandoarrojaron el ataúd a la sepultura quise arrojarme también y Pablo me cogió de unbrazo; entonces me senté sobre una piedra que había allí, oculté el rostro entre mismanos y ¡lloré la ruina de mis ilusiones! poco tiempo después todo habíaconcluido... ¡una cruz de madera señalaba el lugar donde debía levantarse el

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mausoleo! caí sobre aquella tierra removida que guardaba mi felicidad, y laempapé con mi llanto; me abracé a la tosca cruz y le pedí un consuelo en midolor;

gruesas gotas de agua empezaban a caer; el cielo estaba oscuro; la luna, quehabía pugnado asomar entre los nubarrones que la eclipsaban, se había ocultado.así en las sombras de mi vida, la tranquilidad no había podido asomar en losnegros horizontes de mi desgracia; ¡ay! la noche a pesar de su oscuridad, tiene susastros que la prestan luz, y la esperanza, astro benéfico que ha puesto Dios en laseternas noches del dolor, no ha vertido su rayo en las horribles sombras do mialma;

Pablo me arrancó de allí;

era preciso alejarnos: la lluvia arreciaba por momentos y la brisa empezaba agemir fuertemente entre los ipreses y álamos del cementerio; empecé a alejarme,pugnando a volver a cada paso; al dar la vuelta a una de las calles de árboles quedebía ocultarme su sepulcro,

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