Ana Frank
nury_medina7 de Marzo de 2014
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Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
CEDART “Ignacio Mariano de las Casas”
Bachillerato de Artes y Humanidades
Bergen-Belsen, punto de partida
Ensayo sobre el Holocausto, Ana Frank y los osarios de la guerra
Alejandra Mendoza Zacarías
2° semestre, grupo A
Métodos de Investigación II
Santiago de Querétaro, Qro., 11 de mayo de 2009.
Bergen-Belsen, punto de partida
“Es una sensación singular el saber expresar mis sentimientos, no sólo porque nunca había escrito, sino porque creo que más tarde, ni yo ni nadie se interesaría por las confidencias de una niña de 13 años”
Ana Frank, 20 de junio de 1942.
Todo es historia. El presente será pasado y fue futuro. Ana Frank, una chica judía que vivía en Ámsterdam, se levanta el día de su cumpleaños número 13 y abre sus regalos; entre ellos, recibe un Diario. Las primeras anotaciones son todavía indecisas, cortas y superficiales, aunque casi inmediatamente se empieza a notar la profundidad del pensamiento de Ana y nos podemos poner en contacto con el lado real y sincero, la verdadera cara y los verdaderos sentimientos de un ser humano que tuvo la desgracia - o la suerte - de haber vivido lo que nuestra generación sólo llegará a conocer por libros.
Al hablar del Diario de Ana Frank, que es en realidad un libro corto, se da uno cuenta de que se está ante una obra tan compleja como la vida misma; aparte de el obvio legado histórico que representa dicho diario, podemos encontrar en él temas tan controvertidos como la religión, la sexualidad, la vida de un judío en el contexto de la sociedad de los años 40, la política, los cambios que sufre un individuo al pasar de la niñez a la adolescencia, etc.; es decir, cuando leemos a Ana Frank, no sólo estamos leyendo sobre la Segunda Guerra Mundial, sino sobre una infinidad de temas tan distintos que, para realmente poder comprender todos los asuntos que trata el libro, tendríamos que diseccionarlo y estudiar cada una de sus pequeñas partes.
12 de junio de 1942. Ana Frank cumple 13 años; despierta desde las seis de la mañana, pero tiene que esperar casi una hora para poder abrir sus regalos. Entre ellos, recibe un cuaderno, que para ella es el mejor regalo que le dieron y en cuya primera página escribió:
“Espero contártelo todo como hasta ahora no he podido hacerlo con nadie; espero también, que serás para mí un gran sostén”.
Vaya que lo fue. Durante poco más de dos años de encierro en el Anexo secreto del edificio donde trabajaba su padre, compartiendo prácticamente todo con otra familia, la escritura, la lectura y el estudio fueron para Ana la salvación. En la situación en la que vivía y siendo Ana como era (enérgica, coqueta, llena de vida y una gran pensadora), el hecho de haber crecido encerrada e incomunicada del mundo exterior, teniendo que reprimir actitudes e ideas que molestaban a los que compartían el refugio, abandonada a sí misma al no encontrar confianza ni entendimiento con nadie, pasaba las tardes escribiendo cuentos, aprendiendo idiomas, leyendo sobre mitología griega y romana y tomando clases ora de taquigrafía, ora de francés; así sobrevivió Ana, rodeada de libros, cuadernos y tinta.
Hasta el día 5 de julio de 1942, Ana escribe desde su casa. Al parecer, era miembro de una familia que gozaba de una posición económica aceptablemente buena; tuvo acceso a una educación de calidad, lo cual se hace notar en el nivel al que conoce y usa el lenguaje en su diario, y vivía bien. De hecho, lo único que tal vez le impedía disfrutar a plenitud de su estado financiero eran las disposiciones que los alemanes empezaron a dictar, disposiciones que Ana describe de la siguiente manera:
“Los judíos obligados a llevar la estrella, a ceder sus bicicletas. Prohibición a los judíos para trasportarse en tranvía o conducir un auto. Obligación de comprar sus cosas únicamente en “los negocios judíos”, y de 3 a 5 de la tarde únicamente. Prohibición para los judíos de salir después de las 8 de la noche, o de permanecer en casa de sus amigos. Prohibido practicar cualquier deporte… Prohibido frecuentar a los cristianos. Obligación de asistir únicamente a escuelas judías…”
Efectivamente, desde 1933, cuando empezó la persecución de los judíos (y año en el que la familia Frank llega a establecerse a Holanda), el gobierno de Hitler dio inicio a una serie de leyes cuyo fin era, poco a poco, reducir a los judíos a otro nivel de vida, separarlos de los alemanes y privarlos de sus derechos civiles, de sus trabajos y de sus bienes. Inclusive de sus relaciones, como lo hacía la “Ley para la protección de la sangre y el honor alemanes”, la cual prohibía cualquier tipo de relación entre alemanes y judíos, llámese ésta matrimonio, cohabitación o relación sexual. También en el campo de la salud hubo modificaciones, que obviamente resultaban ser un golpe más para el pueblo judío: los médicos arios sólo podían atender a pacientes arios. ¿Y los médicos judíos sólo atendían a judíos? No. Los médicos judíos estaban prohibidos.
Así, gradualmente, se inició la persecución y matanza de judíos que después terminaría por convertirse en el tan sonado Holocausto. Y como inauguración, la noche del 9 de noviembre de 1938, en Alemania y Austria se llevó a cabo un acto de protesta en contra de los judíos, conocida como la Noche de los cristales rotos. Ese día, ciudadanos alemanes salieron a las calles e irrumpieron y dañaron negocios judíos, incendiaron y destruyeron sinagogas y cementerios, y humillaron a sus perseguidos de mil formas, como haciéndolos limpiar las banquetas mientras se mofaban de ellos.. La policía arrestó a unos 30.000 judíos, quienes fueron llevados a los nacientes campos de concentración. Además de todo, se les hizo pagar una multa para reparar los daños que se habían causado, para lo cual les fueron embargados joyas y otros objetos de valor. Después, la guerra.
Mientras tanto, Ana se preocupaba por los asuntos que preocuparían a una chiquilla de su edad. Se fue adaptando a la situación: no más colegio Montessori, no más tranvía, no más libertad. Es natural - y absolutamente comprensible - que en tal situación las personas sucumban ante el miedo y la incertidumbre, pero no serviría de nada vivir todo el tiempo temeroso de lo que pueda pasar. Cuando no tienes el control de una situación en tus manos, lo mejor es aprovechar al máximo lo que tienes, y hacerlo sin aprehensiones ni angustias, porque al final sabes que eso no resolverá las cosas. Eso es exactamente lo que hizo Ana.
Con todo, lo poco que le quedaba de libertad se perdió cuando Margot, hermana mayor de Ana, recibió una citación de la SS el 5 de julio. Una citación de la Waffen SS estaba directamente relacionada con un campo de concentración, así que el padre de Ana y Margot, Otto Frank, se encargó de adelantar los preparativos para fingir una huida - planeada para el 16 de julio - e irse a refugiar al Anexo secreto. Al siguiente día los Frank salieron de su casa para instalarse en el edificio donde trabajaba Otto. El lugar ya estaba listo para recibirlos. Es aquí donde parecen iniciar todos los cambios de que somos testigos en el diario de Ana.
Los primeros días en el refugio son tranquilos para ella. Cuando se entera de que los Van Daan van a refugiarse junto con ellos, se alegra con la noticia. Pero al cabo de una semana, a lo mucho, se da cuenta de que ni el matrimonio ni el junior Van Daan son de su agrado. En los primeros momentos de su encierro en el Anexo las cosas toman un carácter de aventura o de vacaciones exóticas; Ana no piensa mucho en lo que representa el hecho de estar ahí, escondiéndose de sus cazadores, en calidad de clandestinos; mucho menos se preocupa por lo que puede pasar después. Sin embargo, con el tiempo empieza a ponerse irritable y nerviosa; siempre hay algo que logra fastidiarla, unas veces son los señores Van Daan, otras su madre.
Es en esta situación caótica y diferente cuando Ana se da cuenta de los sentimientos que tiene hacia cada uno de sus padres. Por un lado, Otto le inspira cierto grado de confianza y gran cariño. Lo admira por su buen humor y su actitud siempre optimista, aunque esto llega a molestarla en cierto momento más adelante, cuando está más alterada por los efectos que la inactividad y la falta de aire libre causan en ella. Aún así, parece ser que su padre es la única persona de la familia, después de su abuela fallecida, a la que realmente ama. Sin embargo, ni siquiera con él llega a establecer el lazo de intimidad y confidencialidad que ella siempre buscó y se da cuenta de que verdaderamente está sola en el mundo.
Con su madre las cosas son diferentes. Según Ana, siempre la está regañando y corrigiendo, además de hacer bromas que resultan bastante “burdas” y molestas para ella. Casi todo el tiempo escribe sobre el rechazo y las guasas que siente que ha sufrido por parte de su matrona, quien siempre tiene algo que reprocharle y peor aún, que comparar con Margot o con Peter Van Daan. Es difícil para ella saber que no siente por su madre lo que desearía sentir, pero sabe que ese sentimiento difícilmente podrá cambiar si ella no hace algo para ganarse el cariño de su hija menor. Lo sabe, cruelmente, pero lo acepta. Sentimientos son sentimientos, y no se pueden transformar de la noche a la mañana.
Hasta cierto punto, el sentimiento de Ana es comprensible. Alguien ha dicho que los amigos son como la familia que podemos escoger. Nadie nos preguntó de quién queríamos
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