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Análisis. Elogio De Una Madrastra


Enviado por   •  6 de Junio de 2013  •  3.748 Palabras (15 Páginas)  •  1.206 Visitas

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1. Resumen de la obra

Elogio a una madrasta una novela del ya reconocido previo nobel de literatura Mario Vargas Llosa, una obra cuya trama de basa en la relación incestuosa, escandalosa, peligrosa y prohibida entre un niño-hijastro y su madrastra una señora que como su papel lo enuncia tiene la edad para ser su mamá.

El nombre de la madrastra es Lucrecia, quien lleva junto a su esposo, (el padre del niño), Don Rigoberto, una relación de fogosidad, se entienden en sus actos sexuales, como dos pueriles exploradores, tratan de hacer de sus encuentros sexuales un acto poético, etéreo, casi inexistente para la realidad. Fonchito, que ese es el nombre del niño de cara angelical, ojos ingenuos, mirada inocente, le deja a su madrastra el día del cumpleaños una pequeña hoja, llena de grafías que solo un niño desde su perspectiva sencilla y cándida puede hacer, este es el motivo por el que Lucrecia se dirige hacia aquél, su hijastro, con todo el amor y el agradecimiento merecido, cuando se entrega a las demostraciones de afecto “puramente filial”, fonchito empieza con un ritual que parece cada vez más un esfuerzo, por tener una relación con su madrastra semejante a la que tiene su padre con ella.

Lucrecia es la segunda esposa de Don Rigoberto, se ha convertido en la musa inspiradora de aquél sujeto obsesionado con la limpieza de su cuerpo, templo del sagrado sexo con su adorada Lucrecia, y fanático de la pintura erótica, quien convierte a su esposa, en cada encuentro amoroso, en un personaje histórico-mítico, agregándole ese excitante misterio de las fantasías que permite superar la barrera espacio-temporal de una insulsa relación afectivo-sexual, convirtiéndola en una apasionante encuentro divino.

La actitud de Alfonsito esa noche, produjo es su madrastra un sensación bastante vergonzosa pero a la vez despertó en Lucrecia ese hedonismo propio de una mujer adentrada en años , pero joven en descubrimientos, las secreciones corporales propias de este momento, no se hicieron esperar, como si un volcán despertara de su sueño ancestral, el cuerpo de esta mujer inicio su ciclo erótico, Lucrecia sorprendida, intentó calmarse, pero su cuerpo, era más fuerte que su razón, en medio de esta sensación, llegó a donde su esposo y reclamando lo que le pertenecía, unieron sus cuerpos e incineraron sus almas en medio del peligro juego de la sensualidad.

El inquietante juego de la madrastra y su hijastro, fue convirtiéndose en un juego cada vez más arriesgado, las constantes muestras de ese cariño tan dubitativo, se acrecentaron convirtiéndose en complicidades imperceptibles pero existentes, hasta que Justiniana, la mucama de la casa sorprendió al niño espiando a su madrasta desde el techo, mientras ella realizaba su sacramental rito del lavado de su cuerpo, al que acompañaba con esencias y lociones que sabía que a su esposo Rigoberto le encantaban, la mucama sorprendida contó a la señora de la casa, como era que Fonchito trepaba hasta el techo y con avidez reposaba en la teja, obviando el peligro en el que podía estar, pues era posible que resbalara y aquel placer visual se convirtiera en su homicida, Lucrecia estaba confundida, sin saber cómo manejaría aquella situación, un día cuando descansaba en su tina, Justiana entró y le notificó que su espía se encontraba vigilándola desde arriba, inexplicablemente Lucrecia realizó ese día su baño de manera tan explícita como sensual, hacía que cada una de sus acciones fuesen una cadena de erotismo y sensualidad, dio fin a ese inquietante acto, se introdujo en su cama y después de sentir cierta picardía por su actitud, se durmió y soñó. El inconveniente de esta situación por la que atravesaba Lucrecia, no era específicamente lo que estaba sucediendo con su hijastro, el problema residía en que Justiniana, ya era partícipe de aquellos sentimientos, Fonchito en medio de un ataque de euforia por haber sido descubierto, le gritó una confesión: amaba a su madrastra, pero no era un amor de hijo hacia padre, la amaba como un hombre ama a una mujer, ¡él amaba a la esposa de su padre!, ¿cómo era posible siquiera pensar aquello tan espantoso?, Justiniana, convencida de la falta de juicio y de moral, de Fonchito había decidido callar para evitar inconvenientes con don Rigoberto.

Debido a este imprevisto Lucrecia decidió alejarse de Fonchito, para no permitir ningún otro mal entendido, lo evitaba, mantenía una actitud lacónica con él, permitía solo aquellos encuentros necesarios, después de estar en esta tónica con Alfonsito, ella pensó que aquél impase se había superado, pero, estaba totalmente equivocada, su mucama entró cierto día angustiada y desesperada, pues el niño amenazaba con matarse, estaba escribiendo una carta de despedida, Lucrecia acudió al niño lo más rápido que pudo y después de tener una charla, donde Fonchito le reclamaba su actitud despectiva, ella lo abrazó y prometió volver a ser la misma madrastra cariñosa con él, estando en esta prueba de reconciliación , ocurrió algo que los adentró aún más en esa relación de complicidad, peligrosidad y engaño, Fonchito buscó los labios de su madrastra y se hundió en un hábil y pícaro beso, que ella no ignoró, por el contrario respondió con una destreza poco ética, en medio de aquél paroxismo, se escuchó a voz de Don Rigoberto, estos dos amantes se incorporaron a su realidad, ella pidió ayuda del líquido vital, el agua, para poder calmarse, esa noche la complicidad en la mesa y el juego de miradas fue excitante, ya en la cama Lucrecia y Don Rigoberto se hundieron de nuevo en su latente pasión.

Lucrecia inició su clandestina e incestuosa relación, hacían el amor y para ella eso era único, su hijastro la comparaba con un cuadro abstracto de la sala y eso para ella era lo mejor, se sentía única, la mejor, solo ella era capaz de no morir de excitación al verse amante de padre e hijo, ese complemento la hacía sentirse un prodigio, en medio de lo normal. Era un ser supremo, eso a hacía de pronto hasta ser más mujer.

Empero, esta aparente felicidad, estos encuentros amorosos dobles, no se esperaban lo que estaba a punto de suceder; cierto día en el que Lucrecia no estaba en casa, Fonchito llegó a casa, su padre lo llamó a la biblioteca para charlar con él, indagó a cerca de su estudio, le comentó de un regalo, que por intervención de Lucrecia, tendría más rápido de lo pensado, Fonchito con esa inocencia propia de su edad, preguntó a su padre el significado de las palabras orgasmo y erótico, Don Rigoberto, no podía creer que eso estuviera en la infante cabecita de su hijo, por lo que decidió buscar el génesis de esa curiosidad, Fonchito inocente de cualquier doble intención, comentó que las había escuchado de boca de Lucrecia, su padre trató de obviar el tema, pues era

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