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Arquitectura

benguia19884 de Junio de 2013

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ESPACIO PUBLICO IMAGINACION Y PLANEACION URBANA

"...Por creador de historia entendemos a todo sujeto que no se conforme con situarse como portador de una historia (política, económica, cultural) en la que se encuentre inserto, sino que, por el contrario, voluntaria o inconcientemente, intente hacer surgir, en un dominio cualquiera de la vida social (arte, conocimiento, gestión de la polis...) ideas y conductas no previstas y no previsibles..."

Eugène Enriquez

Por: Fernando Viviescas M.

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Introducción: el Espacio Público y la visión futura de la sociedad colombiana

Aunque la situación de desconcierto que ha generado se puede extender a todos los campos de la vida social del país, es en el ámbito de lo urbano donde con mayor fortaleza se ha experimentado el impacto de l a irrupción del Espacio Público (EP) como temática que cada día aumenta la cantidad y la intensidad de su participación en la reflexión, discusión y definiciones tanto de los elementos que componen la cotidianidad del devenir de la ciudad como, y muy especialmente, de los caminos que se les pretende trazar a nuestros centros urbanos hacia el futuro.

Allí, este "concepto", "idea", "discurso", "atributo", "materialidad", "ilusión", "utopía" o, simplemente, "carreta" del Espacio Público (que de todas estas maneras se le ha llamado) ha desencajado a los actores individuales y colectivos que, consciente o inconsciente, directa o indirectamente, han tenido o tienen que ver con la conformación, desarrollo y/o cualificación del entorno espacial, temporal, jurídico, político, ambiental, económico, social y cultural de nuestros núcleos poblacionales.

Su sola irrupción, consagrada en Colombia en la constitución de 1991, y, luego, su desarrollo cada vez más ostensible han logrado penetrar (en unas abierta y en otras subrepticiamente) las áreas del pensamiento y de la actuación : académica, política, profesional, intelectual, organizativa y artística, propiciando entre sus practicantes las más variadas actitudes frente a su presencia.

Desde la aceptación (inteligente y discreta) del desconocimiento de sus soportes (y presupuestos) filosóficos, políticos y materiales -con la consecuente generación de la predisposición a buscarlos mediante el estudio, la investigación y la experimentación- hasta la arrogante descalificación de su novedad, aduciendo que se trata de la reedición de algo que en Colombia ha sido tratado y trabajado con anterioridad (porque en distintas ciudades se han hecho parques y avenidas, o porque se han trabajado partes significativas de las mismas -como los Centros- bajo ese criterio); pasando por la de simplificar sus alcances o significados al trazado y construcción de calles y parques -o a la determinación y cuidado de su ocupación- y por la de maximizar -y, con ello, casi impedir su abordaje de manera sistemática y seria- la dificultad que presenta su definición debido a la cantidad de elementos de todo tipo que involucra su tratamiento.

Frente al Espacio Público, algunos, aún de manera incipiente, se han abocado a encontrar su lugar y singularidad dentro del contexto de sectores, atributos o componentes de las formulaciones de perspectivas de ciudad y otros, por el contrario, han dictaminado que en nada se diferencia de los demás soportes del funcionamiento de la urbe. Unos pocos piensan que sobre su conceptualización, difusión, cultura y construcción se puede refundar la ciudad para el siglo XXI en Colombia, pero se ven enfrentados a los más que consideran un absurdo tal formulación dadas las distancias que con respecto al ámbito de la rentabilidad económica presenta su misma esencia : el disfrute y no la productividad.

Como es obvio, la decantación de esta dinámica de discusión está lejos de alcanzar alguna definición. Pero, a medida que nos acercamos (cada vez más aceleradamente) al siglo XXI va siendo nítido cómo nuestro entrada a esa centuria y también el ingreso a la modernidad (en plena época postmoderna) a la democracia y a la configuración de una conciencia real sobre la sociedad (la necesidad de su construcción y de la conformación de contextos políticos y culturales para su perfeccionamiento) así como el acceso a la comprensión y al discernimiento sobre la ciudad (fundamentales para todo lo anterior) pasan ineludiblemente por el establecimiento y la asimilación colectiva de la cultura, la construcción y el uso del espacio público en el territorio nacional.

1. La alfabetización espacial y la refundación de la ciudad.

La asunción responsable de esta elucidación y la generación seria de procesos y actitudes que lleven a darle respuestas consecuentes con su trascendencia política, cultural y ambiental encuentran en Colombia, sin embargo, un obstáculo de enorme magnitud que impide que tales intenciones puedan tener no sólo una resolución mecánica sino, incluso, una salida y una materialización relativamente expeditas : nuestra enorme ignorancia del significado y la trascendencia de la dimensión espacial como condición y determinante ineludible de las condiciones de existencia tanto en el orden individual como, particularmente para el caso que nos ocupa, en el ámbito colectivo.

No nos referimos sólo a la dificultad que para el desarrollo de una reflexión sobre el espacio encuentra, incluso actualmente, la filosofía (y que, por supuesto, ataca, y de qué manera, al campo filosófico colombiano)3 sino a la ausencia de una percepción y de una inteligencia sobre la dimensión del espacio físico, material, construido -el del campo de la arquitectura y el urbanismo- al interior del cual y por cuya construcción somos, y que ha conducido y da soporte a la tendencia y a la actitud negativas -puestas en evidencia por la investigación contemporánea sobre la ciudad- que han llevado a que la espacialidad, en especial cuando tiene alguna connotación cualitativa de las condiciones de vida, sea ignorada o minimizada en su significación cultural y material.

Colombia es una sociedad analfabeta en lo espacial y, como consecuencia, la construcción de su entidad histórico-social contemporánea (la ciudad, que es un fenómeno esencialmente espacial) ha estado acompañada de un proceso (posiblemente) inconsciente pero (por lo mismo) sistemático de desespacialización del imaginario individual y colectivo : de la reivindicación social, del proyecto político y de la formulación poética.

En el terreno privado, para "solucionar" el problema de la vivienda hemos pasado, en menos de cincuenta años, de proponer y construir casas (que es una formulación arquitectónica y antropológica de albergue) a reglamentar y aceptar "lotes con servicios" y, en muchas ocasiones, aún sin servicios, como unidades de solución al problema de las unidades familiares sin techo. En el ámbito colectivo hemos construido ciudades a las cuales no es que les falte espacio público sino que han estado siendo edificadas, ocupadas, reglamentadas y administradas sin que la concepción del espacio para la expresión, la creatividad, la recreación y el ocio haga parte de los presupuestos y componentes de su entidad ciudadana: antes de la construcción del Parque San Antonio, Medellín estuvo alrededor de tres décadas sin construir un sólo metro cuadrado de parques en su Centro y Bogotá, hasta hace pocos meses, llevaba no sólo otro tanto con la misma carencia sino que mantuvo cerrado al uso público, durante más de diez años, en pleno centro geográfico de la urbe, al Parque Simón Bolívar.

Por la entronización y funcionamiento de este analfabetismo espacial, muchos ciudadanas y ciudadanos colombianos no tienen la posibilidad de percibir la diferencia entre una alcoba y un salón de estar, entre el comedor y el corredor, entre un patio y un simple buitrón y, por lo mismo, les queda imposible ser sensibles a la dimensión poética de un umbral y alcanzar la complejidad del adentro y el afuera que evoca siempre la misma (y única) puerta que, desde la esquina, es la "puerta de la casa" y, desde el interior, es la "puerta de la calle". Insensibilidad y simplismo espaciales que, del otro lado, les impide a la mayoría de nuestros ciudadanos entender las relaciones y la significación del espacio público como continente de expresión y resultado de la arquitectura, del urbanismo y del arte y albergue y propiciador del símbolo (la historia y la memoria), de la fiesta, del juego, del encuentro, del intercambio, de la conversación.

Dado que hacen parte de la misma dimensión existencial: el espacio -que es un continuum socio-histórico: cultural y físico-, la segunda situación no puede ser superada sin la transformación de la primera y ésta, a su vez, no puede ser revolucionada y enriquecida sin la activación y dimamización de la imaginación y la creatividad de los hombres y las mujeres en su encuentro colectivo y cotidiano, quienes desde el ejercicio de la conversación (del intercambio de pensamiento e imaginación) en el espacio público se regresarían a "des-ordenar" la casa y a redefinirla hacia el futuro para que el individuo vuelva a salir a la calle (al bulevar, el paseo, el parque, la plaza) a redimensionarla como el espacio, también, de los otros pensamientos, propuestas e intereses y el único donde el conflicto generado por la puesta en escena de los mismos puede ser dirimido de manera civilizada y humana, es decir, imaginativa y creativa.

Para ello,

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