Arrugas
jesleyniTesis4 de Mayo de 2015
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Seguro que ya sabéis que explica Arrugas, pero igualmente aquí tenéis una sinopsis: La familia de Emilio, un retirado director de una oficina bancaria, está harta. Se ven imposibilitados para cuidar más tiempo al abuelo, que empieza a padecer Alzheimer, y confunde su casa con la sucursal donde trabajó y a sus familiares con clientes con los que tratar. Deciden llevarlo a una residencia geriátrica, donde le cuidarán como cuidan al resto de ancianos del lugar. Allí conoce a varios residentes, entre ellos Miguel, un despreocupado hombre que nunca ha tenido hijos ni le preocupa que venga nadie a visitarlo para no caer en la decepción del resto de ancianos de la residencia, y Antonia, obsesionada con recopilar comida no usada y que mantiene que se pueden hacer muchas cosas dentro de la institución. A través de la rutina de la residencia, vamos conociendo más personajes como Modesto, en un estado bastante avanzado de Alzheimer. La residencia tiene un segundo piso que es donde van a parar los que ya no se valen por sí solos, y es dibujado como un sitio espantoso, al que se accede por una escalera aparentemente normal pero que tiene algo de lúgubre. Emilio se va adaptando a la rutina de la residencia a medida de que su enfermedad avanza, y se hace el firme propósito de no acabar como un deshecho humano en la parte superior de la misma, con la ayuda de Miguel. El tiempo pasa inexorable y algunos compañeros van desapareciendo al ser trasladados al piso de arriba. La desesperación que sienten Emilio, Miguel y Antonia al verse irremediablemente abocados al traslado les hace hacer una locura, posiblemente la última de sus vidas.
A continuación podréis encontrar una descripción de los personajes principales, y a través de ellos, algunas de las cualidades de la obra:
Emilio es un viejo cascarrabias. Llega a la residencia porque sus familiares no pueden ocuparse más de él, ya que el ambiente en casa ha ido a peor. Emilio fue director de una sucursal bancaria, y atendía personalmente a los mejores clientes de la oficina. Quiero creer que la elección de la profesión del protagonista no fue cuestión baladí para el autor: el hecho de que fuera director de una sucursal acentúa más la sensación de “caída en desuso” que tienen los abuelos que ingresan en una residencia. Hasta hace unos años, antes de que entráramos en la actual crisis económica (justo cuando se publicó Arrugas, en 2007), había la creencia de que trabajar en una sucursal de un gran banco era una de las mejores cosas que te podían ocurrir, a ojos de las madres tan preocupadas por el futuro de sus hijos. Era como un “funcionariado” y ya no digamos si era en La Caixa y además siendo director de oficina. Al menos cierto tipo de personas lo pensaban. Este tipo de trabajo, junto con otros, como el de juez o el de abogado, podrían haber servido de la misma forma para describir este “descenso en barrena” que experimenta alguien que se ve útil a la sociedad y en una situación privilegiada. Cuando la enfermedad se hace inevitable, intenta enmascararla con artimañas y usar su gusto por la lectura para retrasar el máximo posible la hora fatídica de subir las escaleras. Como mínimo, Emilio, con su forma de ser, “cura” a Miguel en sus acciones de “pequeño diablo”, compadeciéndose de Sol o notando en falta por primera vez a su compañero de habitación.
Miguel es retratado como un extorsionador. Es lo suficientemente listo como para sacarle dinero a varios ancianos haciéndose pasar por revisor de tren o el que cobra las llamadas que quiere hacer la señora Sol, en un bucle infinito dentro de su cabeza que se repite una y otra vez sin llegar a llamar nunca. Posiblemente Miguel sea el más listo de la clase o, haciendo un símil con una prisión, el que te consigue cualquier cosa…. con dinero. El concepto prisión está bastante más recalcado en la película, debido a unos grandes portales de metal que rodean la residencia, cuál alambrado evita la fuga de los reclusos. Miguel está al tanto de quién mueve dinero, está por encima del resto al encontrarse bastante mejor y sobretodo, hace tiempo que está en la residencia. Personalmente tengo la teoría de que Miguel también tenga una demencia: creerse el rey de la residencia. O sea, que se le permita engañar a las ancianas como terapia igual que otras van buscando teléfonos o creen que hay alienígenas espiándola. El hecho de aparentar ser el único anciano sin ningún problema relevante motiva al lector pensar que precisamente eso sea su propia característica: sentirse mejor que los demás cuando está igual de mal. Su “cura” consistirá en ayudar a Emilio sin recibir nada a cambio, al menos material, ya que por fin ha encontrado a alguien de quien preocuparse.
Antonia es la representante femenina del grupo. Aunque está bastante impedida para caminar y necesita un caminador donde apoyarse, siempre quiere bailar y cree que la vejez no es sinónimo de ensimismarse y dejarse ir, sino de disfrutar de tu tiempo y darle alegría al cuerpo. Su particularidad es que va recogiendo pequeñas muestras de comida y se las guarda en su bolso. ¿Para qué querrá tanta comida?, se pregunta el lector. En el día de visita de los parientes encontramos la respuesta: para darle todas esas muestras de aceite, sal, etc a su sobrino, que no lo necesita para nada porque está excelentemente cuidado. Esa manía de recopilar comida podría deberse a la mala época pasada en las dos guerras (Guerra Civil y II Guerra Mundial) y la enorme falta de alimentos de la posguerra, que de seguro Antonia vivió de pequeña. Sabiendo la regresión que hacen muchos abuelos a sus días de infancia, Antonia, sin estar fatalmente afectada por ninguna enfermedad, padece esta ansia de recopilar comida que no hace muchos años aún se podía ver en algunos pueblos de España. La forma en la que el autor presenta esta característica es también un perfecto ejemplo de guión bien montado, dejando dudas sobre ciertos comportamientos y no liquidando la descripción de personajes en un par de planchas.
Miguel y Antonia personifican los dos extremos opuestos cuando se habla de la vejez: mientras que ella propone continuar activos para beneficiar al cuerpo y a la mente, él considera que no hay nada que hacer dentro de la residencia. Mientras ella considera estos años de retiro como un descanso a toda una vida de trabajo y penurias, él lo ve como un alargamiento de lo inevitable, muchas veces malviviendo y abandonado. Estas discusiones se desarrollan en la mesa, durante las comidas, y son las dos visiones de cómo un anciano puede encarar los últimos años de su vida. Y no hace falta decir que Miguel no espera a nadie, que es el camino fácil parta no decepcionarse si luego los familiares no vienen a verte como le pasa a Antonia.
Dolores y Modesto: Son una pareja de ancianos que han estado juntos toda su vida, desde que se hicieron novios en un pequeño y rocoso pueblo. Él padece de Alzheimer en estado avanzado, no dice nada y es mantenido por su mujer, pacientemente, cada día, dándole de comer con el amor del primer día. Modesto solo reacciona a una palabra al oído de su señora, a la que sonríe tímidamente, siendo la única reacción que le vemos. La dura situación sirve al autor para que Emilio se vea reflejado en Modesto, y que decida luchar para no llegar a ser como él. Por cierto, el flashback en el que se explica el porque le susurra cierta palabra al oído es de lo más bonito del libro. Sirve además como ejemplo de lo contrario de lo que predica Miguel, el sentirse sin ataduras ni preocuparse por sentirse abandonado por la familia. Es el amor de toda una vida que ni tan solo la enfermedad puede detener.
Uno de los momentos más bonitos del libro. Así se cautiva una mujer! Y de por vida!
Aunque aparecen otros personajes, no son tan relevantes. Pero sí sirven al autor para transmitir una idea: cada uno de ellos está aferrado a una experiencia o vivencia de su pasado, algo propio de los enfermos de Alzheimer. Por ejemplo, Pellicer no para de mostrar su medalla de bronce conseguida en 1953, y todo una ristra de recortes de prensa que comentaban la noticia. O Félix, el cuál se retrotrae a su estancia en algún campamento español en Marruecos. Pueden olvidar qué comieron ayer por la noche, pero no olvidan esa experiencia de juventud, adaptando la gris/otoñal realidad de la residencia a sus recuerdos, convirtiendo al monitor en un superior militar o una ventana al jardín en las escarpadas montañas por donde circulaba el Orient Exprés camino de Estambul. Todas estas escenas están insertadas en medio de la narración como islotes de recuerdos, pero sin molestar en absoluto. Eso sí, un aficionado al manga como un servidor notará en falta ese ennegrecimiento del espacio entre viñetas tan habitual en Japón y resto de Asia y que visualmente ayuda a diferenciar presente y pasado. Igualmente, estas anécdotas están tratadas con tanto cariño que parecen ser las tuyas propias. Cada lector distraerá la lectura rememorando esas escenas casi olvidadas en el lejano pasado, esas vacaciones en la costa con la familia o aquél perrito que conociste muy de pequeño, en un recuerdo lleno de una áurea mágica.
Aquí tenemos a Antonia, Miguel, Emilio, Pellicer, y más atrasados, la pareja Dolores y Modesto
Las noticias malas llegan de repente. En una historia donde se trata la enfermedad del Alzheimer, debía aparecer la figura del médico para protagonizar la “escena seria y científica” para concienciar a los lectores de la gravedad de la situación. La reacción de Emilio ante la noticia, tan humana y que de bien seguro Roca aprendió en sus estancias en varias residencias para aprender sobre las materias que incluye este libro, es la
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