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CICLO TEBANO


Enviado por   •  29 de Octubre de 2012  •  7.106 Palabras (29 Páginas)  •  593 Visitas

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Una interpretación sobre “el destino” en los textos del Ciclo tebano

Introducción

Toda obra escrita es reflejo de su tiempo, en ella podemos encontrar las distintas interpretaciones que proporciona un autor acerca del mundo que lo rodea. Una de esas interpretaciones tiene que ver específicamente con las situaciones y circunstancias a las que se enfrenta el hombre día con día, lo que algunos llaman: destino, suerte, fortuna, libre albedrío, etc.

La literatura es el arte que por medio de lenguaje connotativo es capaz de transmitir cualquier idea, pues las “musas” recitan: “sabemos decir muchas mentiras a verdad parecidas, mas sabemos también, si queremos, cantar la verdad” Por esta razón elegí redactar un ensayo sobre la interpretación y la presencia del destino en el ejemplo canónico que prueba la existencia del mismo: Edipo y el Ciclo tebano, a través de los textos más representativos que han relatado dichos mitos desde la Grecia clásica hasta la Edad Media, pasando, por supuesto, por la literatura del Imperio Romano.

Para realizar este trabajo decidí brindar un breve contexto histórico del autor y la obra en cuestión con la finalidad de que el lector pueda comprender mejor la interpretación que sobre el destino ha dado cada literato. Para poder argumentar mejor mis observaciones respecto al tema, me acerqué a distintos autores; para los textos clásicos: Edipo Tirano, Los Siete contra Tebas y La Tebaida revisé sobre todo a Aristóteles, Cicerón, Séneca, y a Alejandro de Afrodisias. Para el texto medieval: El Libro de Tebas he tomado como principal punto de referencia a Howard Rollin Patch. A la par de estos textos también he leído algunos ensayos modernos que pudieran servir para comprender la visión e ideología de cada texto.

Las pruebas de la existencia del destino

El Ciclo tebano puede seguirse mediante cinco vías: la adivinación, vista sobre toco, como prueba de la existencia del destino; las maldiciones, las cuales, no en pocas ocasiones, han determinado lo que habrá de suceder; las pasiones humanas que pueden llegar a influir en nuestras decisiones la fortuna que posee cada individuo al nacer; y por último, la razón o juicio que lleva a cada personaje a comportarse de tal o cual manera ante las distintas situaciones.

La Adivinación

Un argumento irrefutable de la existencia del destino es la posibilidad de predecir y conocer las cosas futuras, es decir, la adivinación. La forma de adivinación más popular y mejor conocida por los griegos son los oráculos, especialmente, el de Delfos: “[…] nunca aquel oráculo habría sido tan frecuentado y tan famoso en Delfos, ni habría estado repleto de los dones de todos los pueblos y reyes, si toda época no hubiera experimentado la verdad de aquellos oráculos.”

A lo largo de todo el Ciclo tebano encontramos una serie de predicciones que vaticinan de manera general toda aquella tragedia que habrá de comenzar con Layo, padre de Edipo, y que posteriormente finalizará con la guerra entre Tebas y Argos y la muerte de los dos hermanos, Polinices y Etéocles.

Es precisamente un oráculo consultado por Layo el que abre el Ciclo tebano: “Layo, hijo de Lábdaco, suplicas una próspera descendencia de hijos. Te daré el hijo que deseas. Pero está decretado que dejes la vida a manos de tu hijo. Así lo consintió Zeus crónida, accediendo a las funestas maldiciones de Pélope cuyo hijo querido raptaste. Él imprecó contra ti todas estas cosas.”

La obra en la que, sin duda, es protagónico el papel de los oráculos y más aún el de los adivinos es Edipo Tirano de Sófocles. Ésta es para muchos, como mencionamos anteriormente, el mejor ejemplo del determinismo, visto como una creencia que señala que los actos humanos son dirigidos por causas independientes de la voluntad humana, sea este determinismo procedente de Dios, de la necesidad natural o de las leyes que dirigen la historia.

La razón por la que los oráculos son considerados como prueba indiscutible de la existencia del destino se debe a que “[…] la adivinación es la predicción de las cosas fortuitas, y pienso [sc. Cicerón] que si son reales […] existen los dioses; y qué, si éstos existen, hay también adivinos.” Pues “[…] si concedemos que los dioses existen y que por su mente es regido el universo y que ellos velan por el género humano, y que pueden mostrarnos los signos de las cosas futuras, no veo por qué negar qué existe la adivinación.”

Gracias a la cita anterior se puede observar que para los antiguos, los dioses no sólo tenían el poder de conocer el futuro de cada cual, sino que eran aquella fuerza que regía la vida de los hombres e incluso de las naciones; y que por lo tanto existía un destino innegable para cada ser humano; pues si un dios dictaba ciertas designios para alguien, era incuestionable su cumplimiento. Se puede afirmar que el hombre estaba totalmente al arbitrio de los dioses y sus propósitos. Prueba de esto son los innumerables ejemplos que nos brinda la literatura homérica. “¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises.”

Es de notar que Cicerón une estrechamente la adivinación con la existencia de los dioses. Él ha pasado a la historia como el principal defensor de la república, pues en varias ocasiones se autoproclamó como un romano ejemplar y respetuoso de las instituciones; y una de esas instituciones es precisamente la religión romana que incluye la adivinación por medio de los augures, ya que él mismo perteneció al Colegio augural: “Pero el derecho más importante y más notable de la república está ligado a la autoridad de los augures. Y no pienso esto así porque yo mismo soy augur, sino porque es necesario que nosotros seamos así apreciados.” Conforme a lo anterior se puede decir que Cicerón creía en la institución de la adivinación como algo necesario para la república, además de ser también parte imprescindible de la religión romana. Recordemos, por un lado, que la misma Roma fue fundada a partir de un augurio favorable para Rómulo, y por otro, que la piedad romana estaba fundamentada tanto en la virtud civil como en la obediencia a los antepasados y a los dioses.

Pero no debemos confundir el hecho de que Cicerón sea religioso o, si se prefiere, respetuoso de las instituciones romanas con el hecho de que crea que existe realmente un destino prefijado

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