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COMO UNA NOVELA


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2012  •  4.687 Palabras (19 Páginas)  •  481 Visitas

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I. NACIMIENTO DEL ALQUIMISTA.

El verbo leer no soporta el imperativo . «¡Lee!» «¡Lee! ¡Pero lee de una vez, te ordeno que leas, caramba!»

-¡Sube a tu cuarto y lee! ¿Resultado? Ninguno.

Al chico las descripciones le parecen demasiado largas. Hay que entenderlo, desde luego estamos en el siglo delo audiovisual, los novelistas del XIX tenían que describirlo todo...

Suele ser inconcebible, esta aversión por la lectura, si pertenecemos a una generación, a una época, a un medio, a una familia en los que la tendencia era más bien la de impedimos leer.

-¡Venga, deja de leer, que te vas a quedar sin vista! -

Más vale que salgas a jugar, hace un tiempo estupendo.

- ¡Apaga la luz! ¡Es tarde!

De manera que leer era entonces un acto subversivo . Al descubrimiento de la novela se añadía la excitación de la desobediencia familiar.

(En esta parte el autor empieza a comentar sobre como educaron su pareja y él a su hijo en cuanto a la lectura).

Seamos justos: no se nos ocurrió inmediatamente imponerle la lectura como deber.

Por él, nos convertimos en narradores. Desde su iniciación en el lenguaje, le contamos historias. Era una cualidad que no conocíamos en nosotros. Su placer nos inspiraba.

Ésa era la pareja que formábamos entonces, él el lector, ¡oh, qué pillo!, y nosotros el libro, ¡oh, qué cómplice!.

En suma, le enseñamos todo acerca del libro cuando no sabía leer.

De esos viajes, volvía mudo. Era la mañana y había otras cosas que hacer. A decir verdad, no intentábamos saber lo que había obtenido allí. Él, inocentemente, cultivaba este misterio. Era, como se dice, su universo. Sus relaciones privadas con Blancanieves o con cualquiera de los siete enanitos pertenecían al orden de la intimidad, que obliga al secreto. ¡Gran placer del lector, este silencio de después de la lectura!

Sí, le enseñamos todo acerca del libro. Abrimos formidablemente su apetito de lector. ¡Hasta el punto, acordaos, hasta el punto de que tenía prisa por aprender a leer!.

¡Qué pedagogos éramos cuando no estábamos preocupados por la pedagogía!

Recuerda los labios del profe al pronunciar el título. Oye la pregunta unánime de los compañeros:

-¿Cuántas páginas?

-Trescientas o cuatrocientas...

(Embustero...)

-¿Para cuándo?

El anuncio de la fecha fatídica desencadena un concierto de protestas:

-¿Quince días? ¡Cuatrocientas páginas (quinientas) en quince días! ¡Pero es imposible, señor! El señor no negocia.

Un libro es un objeto contundente y es un bloque de eternidad. Es la materialización del tedio .

Por mucho que el profe proteste en rojo anotando que ésa no es la denominación correcta, que hay que hablar de una novela, de un ensayo, de una colección de cuentos, de poemas, que la palabra «libro», en sí, en su aptitud para designado todo, no expresa nada concreto, que una guía telefónica es un libro, al igual que y ahí le tenemos, adolescente encerrado en su cuarto, delante de un libro que no lee. Todos sus deseos de estar en otra parte crean entre él y las páginas abiertas una pantalla glauca que enturbian los renglones.

Mientras tanto abajo, alrededor de la tele, el argumento de la televisión corruptora gana adeptos:

- La estupidez, la vulgaridad, la violencia de los programas... ¡Es increíble!

-No es solamente una cuestión de programa... Es la tele en sí, esa facilidad.

-¡Leer, desde luego, es otra cosa, leer es un acto!

-Mientras que la tele, e incluso el cine si nos paramos a pensado..., en una película todo está dado, nada se conquista, todo está masticado, la imagen, el sonido, los decorados, la música de fondo en el caso de que no se entendiera la intención del director...

-En la lectura hay que imaginar todo eso... La lectura es un acto de creación permanente.

Lo que a mí me sorprende es el promedio de horas que pasa un chiquillo delante de la tele en comparación con las horas de lengua en la escuela Un niño (no me refiero al nuestro) pasa una media (mínima) de dos horas al día delante de la tele y de ocho a diez durante el fin de semana. O sea un total de treinta y seis horas por cinco horas de lengua semanales.

- Evidentemente, la escuela no funciona.

De adolescentes, no éramos los clientes de nuestra sociedad. Comercial y culturalmente hablando, era una sociedad de adultos. Ropas comunes, platos comunes, cultura común, el hermano pequeño heredaba los trajes del mayor, etc.

En cuanto a la generación anterior, la de nuestros abuelos, prohibía pura y simplemente la lectura a las chicas.

-¡Es cierto! Sobre todo la de novelas: Da imaginación, la loca de la casa». Eso es malo para el matrimonio...

Y cuando no es el proceso de la televisión o del consumo a secas, es el de la invasión electrónica; y cuando no es culpa de los juguetitos hipnóticos, es de la escuela: el aprendizaje aberrante de la lectura, el anacronismo de los programas, la incompetencia de los maestros, lo viejas que son las instalaciones, la falta de bibliotecas. ¿Qué más falta?

¡Ah, sí, el presupuesto del ministerio de Cultura...

(Aquí yo lo vi cómo pretextos tontos que las personas se inventan).

Gracias a la lectura los padres pueden hacercarse a sus hijos porque crean momentos de intimidad desafortunadamente hoy en la actualidad la tecnologia a tenido un gran impacto y los adolecentes cada dia leen menosahora se quejan de que son demasiadas paginas las de un librro cuandoen su niñes les encantaba escuchar la voz de sus padres contando los cuentos clasicos como el de caperucita no olvidando cada descripcion como las grnades orejas de la abuela.

Se podia vivir una gran emocion por el mismo libro que no importaba si rodas las noches se leyera lo mismo esa historia

...

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