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Colombia: paz, protestas y movimientos sociales

17hveroInforme12 de Mayo de 2014

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Colombia: paz, protestas y movimientos sociales

Una reflexión sobre la actual ola de protestas y de movimientos sociales que sacude a Colombia y su relación con los diálogos de paz de La Habana. Su naturaleza, sus expresiones y su potencia transformadora en la perspectiva del paro nacional agrario que se inicia el 19 de agosto.

Horacio Duque Giraldo / Jueves 8 de agosto de 2013

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Este trabajo constituye una reflexión sobre el auge de las protestas y movimientos sociales que se presentan en la actual coyuntura colombiana.

Dichas manifestaciones ocurren en el marco de un nuevo ciclo político iniciado con los diálogos de paz que adelanta el Gobierno con las FARC.

La sociedad colombiana no deja de desplazarse en el tiempo. Para administrar ese movimiento se hace política dentro de la sociedad y con otras sociedades, esta vez teniendo como eje la solución del conflicto social y armado.

Bien es sabido que los movimientos sociales más duros se dan cuando se está decantando la composición sociopolítica global o en los momentos constituyentes, en los momentos de crecimiento rápido y en los procesos de reacción, de reforma de las fallas estructurales en la composición de la sociedad, es decir, en los periodos revolucionarios o fundacionales, en las olas expansivas y en las crisis (Tapias, 2010).

Esos movimientos visibilizan una serie de fracturas estructurales del Estado y el sistema político, que buscaron su solución precisamente en la construcción no exitosa de un nuevo montaje institucional con la Constitución de 1991 y sus desarrollos.

Con los diálogos de paz de La Habana, estamos asistiendo a un proceso factual de (re)significación de la democracia a partir de la incorporación de nuevos formatos de ejercicio del poder que provienen de estructuras sociopolíticas distintas a las tradicionales (partidos y movimientos) como las comunidades campesinas, indígenas, mineras o, en su caso, de las organizaciones de la sociedad civil. Esta nueva cohabitación no está exenta de tensiones y contradicciones, que abren la posibilidad a una ampliación de la democracia y la profundización de la participación social.

Síntoma de que las transformaciones en el “campo político” (Bourdieu, 2000) no se limitan a la ampliación de la democracia y a los nuevos formatos institucionales aprobados en la Constitución del 91 y las leyes complementarias, sino que involucran otro conjunto de procesos como la emergencia constante de nuevos sujetos en el ámbito político, portadores de repertorios de movilización y acción colectiva, nuevas formas organizativas, discursos y referentes simbólicos que adquieren centralidad en el espacio público y, por último, nuevas interfaces entre el Estado y la sociedad civil (Zegada, 2011).

La política y el poder están girando hoy, en gran medida, básicamente en torno a actores provenientes de la sociedad civil como los movimientos campesinos, indígenas, mineros, urbanos y sindicales.

Durante las dos últimas décadas, las protestas populares y la acción de los movimientos sociales se han convertido en América Latina en detonante de nuevas fases del desarrollo histórico de varias naciones.

Ocurrió con el “Caracazo de 1989” en Venezuela, que visibilizo una profunda crisis política del Estado; con las guerras del agua (2000) y del gas (2003), en Bolivia; con las protestas argentinas conocidas como “que se vayan todos” (2001); con la rebelión de los forajidos en Ecuador (2005); con las masivas protestas universitarias de los estudiantes chilenos de los últimos 48 meses; con las movilizaciones populares e indígenas de México; y con las recientes acciones juveniles y urbanas en Brasil, que han significado un grave desgaste político de la presidente de dicha nación.

Todas estas acciones colectivas están vinculadas con la vigencia del modelo neoliberal y las consecuencias sociales, económicas y políticas del mismo. De igual manera, con la búsqueda de modelos alternativos para la solución de los problemas que afectan millones de personas.

Colombia no es ajena a esa ola de acciones colectivas. A lo largo de los 24 meses recientes, la sociedad ha sido sacudida por potentes movilizaciones sociales como el levantamiento de los indígenas del Cauca (julio 2012); el paro de los cafeteros, arroceros, paperos, cacaoteros y lecheros (primer semestre del 2013); la histórica huelga de los campesinos del Catatumbo (junio, 2013); y los actuales paros de la minería artesanal.

Todas estas explosiones de inconformidad están vinculadas con el funcionamiento y ampliación del modelo neoliberal que ha sido organizado y promovido por todos los gobiernos recientes desde que se estableció por el señor César Gaviria, durante su administración a principios de los años 90.

Las organizaciones sociales, que en el pasado se encontraban violentadas, debilitadas y recluidas a prácticas corporativas, han logrado rearticularse en torno a demandas sociopolíticas, generando un ciclo de protestas (Tarrow, 1999 citado por Zegada, 2011) y grandes movilizaciones como el reciente paro de los campesinos del Catatumbo, los paros mineros y los cafeteros. Movimientos que con sus pliegos impugnan el modelo de desarrollo.

Todo lo cual ocurre en medio de una prolongada “crisis institucional de la democracia liberal y sus partidos”, que ha generado un vacío en el espacio público democrático, y es asumido de manera directa por la acción colectiva de los movimientos sociales. Así, el (re)surgimiento de la acción colectiva en forma de (nuevos) movimientos sociales construye sujetos político-ideológicos antagónicos con capacidad de generar propuestas alternativas al modelo hegemónico económico y político marcado por el neoliberalismo y la democracia representativa.

Para el 19 de agosto se anuncia y organiza un paro nacional agrario con mayores implicaciones territoriales, poblacionales y sociopolíticas, que el gobierno de Santos intenta desactivar con maniobras tácticas de aparente concesión, pero alistando su dispositivo coactivo y violento.

En este documento recogemos los elementos teóricos sobre esta manifestación social y sus implicaciones en el campo de la política y el Estado, con la intención de profundizar un debate prioritario en los propios movimientos sociales y populares. De igual manera su incidencia en el cambio social a partir de identificar sus potenciales. Aspectos enmarcadores de la reflexión contemporánea que permiten comprender el concepto de movimientos sociales en el contexto de transformaciones sociopolíticas, y en el que juegan un rol protagónico en el campo político.

Las preguntas que nos formulamos son las siguientes: ¿Cómo se definen los movimientos sociales? ¿Cómo se originan? ¿Cómo se manifiestan? ¿Quiénes los integran? ¿Qué relación tienen con la política (partidos) y la democracia (parlamento)? ¿Cuál es su potencial en los procesos de cambio y de superación de la crisis del Estado y sus fracturas? ¿Cuál su composición sociológica y politológica? ¿Cuál es su relación con el proceso de paz que se adelanta en La Habana?

Para identificar la esencia de los movimientos sociales es pertinente localizarlos en lo que el análisis ha identificado como “campo de conflicto” (Melucci, 1999), pues es necesario un análisis de la dinámica política a partir de los campos de conflicto que dieron lugar a la emergencia de nuevos sujetos, discursos y representaciones simbólicas en la disputa por el poder. De manera complementaria, se requiere hoy una relectura de la democracia en el marco de su profundización y ampliación a otros formatos de ejercicio del poder y de la política, situados en las interfaces entre el Estado y la sociedad (Zegada, 2011).

La crisis de mediación de los partidos en sus funciones de representatividad y de canalización de las demandas sociales forma parte de la denominada “crisis institucional de la democracia”, que ha generado un vacío en el espacio público democrático, y es asumida recientemente de manera directa por la acción colectiva de los movimientos sociales.

Así, el (re)surgimiento de la acción colectiva en forma de (nuevos) movimientos sociales construye sujetos político-ideológicos antagónicos con capacidad de generar propuestas alternativas al modelo hegemónico económico y político marcado por el neoliberalismo y la democracia representativa. En este sentido, García afirma que “los movimientos sociales pueden ser entendidos como un desborde democrático

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