Comentario crítico de Los amores de Bentos Sagrera

Comentario crítico de Los amores de Bentos Sagrera, Javier de Viana, por: Izquierdo Rios María del Carmen

Los amores de Bentos Sagrera es un cuento de 1896 publicado en el tomo de cuentos Campo y escrito por el Uruguayo Javier de Viana. La historia habla sobre un hombre llamado Bentos Sagrera, quien no da pinta de ser una muy buena persona. Todo inicia con la llegada de un forastero a su propiedad, un antiguo camarada suyo llamado Brígido Sosa, quien se hospedará en la propiedad de Sagrera. Luego de la llegada de Sosa, ya caída la noche y en medio de una tormenta, dentro del edificio patrón, huésped y empleados estaban reunidos y bebiendo. El indio Pancho Castro se dispuso a contar una historia, como se decía era su costumbre, pero fue interrumpido por Sagrera, quien se dispuso a contar algo que le sucedió, la historia de sus amores. En dicha historia cuenta como es que, al estar casado con su difunta mujer, conoció a una brasileña llamada Nemensia, aunque decía que tenía otras mujeres por ahí. A Nemensia la llevó con falsas promesas a una hacienda que tenía, después de haberse librado del padre de la muchacha. Iba de casa con su mujer a casa de Nemensia de vez en cuando, pero un día ella quedó embarazada. Nemensia constantemente le reclamaba que nunca estaba con ella, por lo que él comenzó a hartarse y a dejar de visitarla. Un día su esposa se enteró, por boca de otros, de la existencia de la otra mujer y se molestó mucho. Sagrera decide hacerse cargo de eliminar a Nemensia, pero sin ensuciar sus propias manos, por lo que ordena a Caracú, un esclavo muy fiel de su esposa, que le ayude. Sagrera planea un viaje para no quedar implicado en los sucesos, mientras que Caracú va a la hacienda, encierra a todos mientras duermen y la quema. Al final, Caracú se entrega y lo fusilan. El cuento concluye con Sagrera terminando su historia, orgulloso de su relato. El protagonista es mostrado, más que como un humano, como un animal, un ser inhumano, lo cual se muestra tanto en sus actos como en la forma que es descrito.

        Iniciando la historia se nos presenta la imagen de un personaje no muy amable, ya que, cuando escucha que alguien se aproxima a su morada, se expresa que el no permite que nadie, a excepción de contadas personas con las que tiene una íntima relación, se quede en su casa, ya que decía que “su estancia no era posada” (1) y que quien quisiera quedarse ahí mejor lo hiciera en el campo. Posterior a esto, el visitante que llega a su casa resulta ser su amigo Brígido Sosa, a quien Sagrera recibe de una forma muy amable, haciendo que sus empleados “se [admiraran] de la extraña y poco frecuente amabilidad de su amo” (2), dando otra pista al lector de que Sagrera no parece ser un personaje muy grato. Después de describir al personaje de Sosa, sigue una clara presentación de Sagrera. Al haber sido la descripción previa una muy humana y normal, el lector esperaría algo parecido en la posterior, pero lo que se expone es muy diferente. Lo primero que se dice es que Sagrera es un hombre “bajo, grueso, casi cuadrado” (2), lo cual parece bastante normal, bastante humano, pero todo esto solo da pie a una visión considerablemente grotesca. Lo siguiente es que se dice que tiene “jamones de cerdo, cuello de toro, brazos cortos, gordos y duros como troncos de coronilla” (2), lo cual comienza a mostrar una apariencia similar a la de un animal. Posteriormente sus manos son descritas como “ anchas y velludas” (2), sus pies “como dos planchas, dos grandes trozos de madera” (2), sigue su cabeza que se dice tiene mucho pelo negro con algunas canas. Su frente es “baja y deprimida” (2) y sus ojos son “grandes, muy separados uno de otro, dándole un aspecto de bestia” (2), su nariz es “larga, como [el] pico de [un] águila” (2), finalizando con una gran boca. Dentro de la misma descripción hay ciertas palabras que lo denotan como un ser no muy humano.

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