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Comunicacíon Cientifica


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2014  •  3.900 Palabras (16 Páginas)  •  231 Visitas

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Ars Pharmaceutica, 41:1; 11-18, 2000

LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA: ¿ARTE O TÉCNICA? 11

La comunicación científica: ¿arte o técnica?

Scientific Communication: Art o Technique?

CAMPOS ROSA, J.

Departamento de Química Orgánica y Farmacéutica, Facultad de Farmacia,

Campus de Cartuja, Universidad de Granada, 18071 Granada.

E-mail: jmcampos@platon.ugr.es

RESUMEN

El último fin del científico es comunicar la información de la forma más comprensible y rápida y se necesitan algunas

pautas para cumplir este objetivo. Este artículo intenta orientar y responder a cuestiones que pueden surgir a los

autores que desean escribir artículos o exponer una comunicación oral, ahorrarles tiempo y asegurarles claridad y

coherencia. La exposición oral es una responsabilidad pero, también, es una oportunidad única que puede proporcionar

grandes satisfacciones, después de seguir un mínimo de reglas básicas.

PALABRAS CLAVE: Presentación oral, Diapositiva, Transparencia, Cartel

ABSTRACT

The ultimate aim of a scientist is to communicate information in the most understandable and expedient fashion, and

to accomplish this goal several guidelines are needed. This paper is intended to guide and answer questions for authors

who wish to write papers or to deliver oral presentations, to save them time, and to ensure clarity and consistency. Giving

oral presentations is a responsibility, but it is also an unique opportunity that can bring great satisfaction, after

following a minimun of a few basic rules.

KEY WORDS: Oral presentation, Slide, Transparency, Poster

INTRODUCTION

Cuando el pasado 3 de Noviembre la Doctora

María José Faus Dáder me comunicó que,

como miembro del Departamento de Química

Orgánica y Farmacéutica, se me había propuesto

para que contribuyera con una aportación a

este número extraordinario de Ars Pharmaceutica,

no me quedó más remedio que aceptar por varias

razones: 1) personalmente, es un orgullo

que se me brinde la oportunidad de participar

activamente en una fecha tan significativa para

nuestra Facultad, 2) en el ámbito colectivo, la

responsabilidad es todavía mayor por ser la

persona elegida de entre los dieciseis profesores

del Departamento y, 3) cuando uno se sienta

a escribir, tiene que hacer un examen sobre

lo que va a versar el contenido del trabajo,

reordenar y actualizar los conocimientos y desechar

los que han quedado obsoletos y esta era

una buena ocasión para esta operación de

limpieza.

En la Universidad todo lo que no vaya

encaminado hacia la mejora del currículum vitae

pasa a un segundo plano, quedando eclipsada

cualquier otra actividad, como la de redacción

de este artículo, por la acción frenética de publicación

en las revistas científicas de mayor

índice de impacto. Sin embargo, una vez dado

el primer paso quedaba por resolver otra cuestión

fundamental: ¿cuál podía ser el tema?

Siendo la audiencia potencial tan amplia y

heterogénea, ¿qué tema podría interesar a una

gran mayoría?

Los alumnos de nuestra Facultad, incluyendo

dentro de esta categoría a tesinandos y

doctorandos de las distintas disciplinas, son

componentes que pueden representar un por12

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CAMPOS, J.

centaje muy amplio de los potenciales lectores

de este trabajo. Por otra parte, aún no cayendo

dentro de estas categorías, absolutamente todos

tenemos la necesidad de comunicar nuestras ideas

científicas de una forma lo más atractiva posible.

Actualmente, la Facultad de Farmacia de la

Universidad de Granada oferta la disciplina “Metodología

científica en Farmacia” (que trata, entre

otros puntos, la fase de redacción del trabajo

científico) como asignatura de libre configuración.

A mi juicio, es un primer paso que pretende

cubrir este aspecto, tradicionalmente olvidado

en las facultades científicas.

La comunicación impregna prácticamente todas

las facetas de nuestras vidas personales y

profesionales. Ya, en el año 2000, los conocimientos

técnicos no son suficientes; se necesita

también la capacidad de comunicarse eficazmente.

Por tanto, éste podía ser un asunto que suscitara

el interés de un importante colectivo de personas.

La mayor parte de nosotros hemos aprendido

esta técnica por mimetismo de la capacidad

comunicadora de nuestros maestros, por lo que

no debe hacerse a partir del análisis de los errores

de los malos informadores y, en la mayor parte de

los casos, de una forma absolutamente intuitiva.

En los países anglosajones se cuida mucho el

entrenamiento frente a una audiencia del estudiante

de doctorado y, durante los tres años que

dura la realización de la parte experimental de la

Tesis Doctoral, debe exponer anualmente, de

manera tanto oral como en forma de carteles, los

resultados de su investigación. Una serie de premios

metálicos y académicos potencian la actitud

y predisposición del doctorando hacia este

tipo de actividades.

Con este pequeño artículo pretendo hacer

partícipes a los lectores de lo que he leído sobre

el tema y, sobre todo, de mi propia experiencia

y vivencias personales.

LA CIENCIA

Ciencia es una investigación sin fin buscando

descubrir hechos y establecer relaciones entre ellos.

En palabras de Einstein, “el objeto de todas las

ciencias es coordinar nuestras experiencias y aunarlas

en un sistema lógico”. Y Niels Bohr está

de acuerdo con esto cuando dice: “El propósito de

la ciencia es extender el alcance de nuestra experiencia

y reducirla al orden”. Realmente en ciencia,

el esfuerzo intelectual se dirige al descubrimiento

de un modelo, de un orden. Para el trabajo

científico se requiere el esfuerzo conjunto de toda

la persona, su observación, reflexión, experimentación,

imaginación y cierta medida de intuición.

La conveniencia para comunicarse es vital para

la misma existencia de la ciencia. El celoso secreto

con que los alquimistas ocultaban sus resultados,

condenaron sus esfuerzos al estancamiento y

retrasaron el nacimiento de la química. El que

surjan organizaciones científicas refleja que el

continuo crecimiento de la ciencia exige comunicación

entre los que a ella se dedican. El hombre

de ciencia de hoy se ve desbordado por la cantidad

de información que llega a él y de la que, sin

embargo, no puede disponer por falta de tiempo.

La literatura científica actual es inmensa. Cabe,

es cierto, una parcelación de la ciencia que delimite

un campo muy especializado a cada científico

o equipo de científicos. Pero por los intersticios

de las diversas especialidades se escapan,

sin que nadie los capte como significativos para

su parcela de trabajo, los mensajes científicos tal

vez más interesantes, porque abren perspectivas

nuevas a quienes acostumbran a moverse en ámbitos

de conocimientos demasiado estrechos. Para

satisfacer esta necesidad se cultivan, cada día más,

los estudios interdisciplinares (Aranguren, 1992).

En nuestra sociedad actual hay una “decadencia

de la palabra” de tal forma que estaríamos llegando

o, incluso, cayendo en las garras de una civilización

audiovisual (Aranguren, 1992). Por una parte,

el lenguaje hablado es reemplazado por la acción

mientras que, por otra, el lenguaje escrito retrocede

ante el lenguaje visual del cine y de la televisión.

El libro científico se ve más invadido de gráficos

y diagramas. En definitiva, nos encaminamos a una

organización visual de la existencia entera.

LA COMUNICACIÓN ESCRITA

Un experimento científico no se termina hasta

que no se han publicado los resultados. Por lo

tanto, para hacer ciencia hay, también, que escribir

ciencia. Cuando se es consciente de esta

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idea, a la vez tan simple y tan profunda, los

científicos deberíamos sopesar las palabras en

los manuscritos tan cuidadosamente como se

pesan los reactivos en la balanza. El estilo científico

no necesita adornos del lenguaje, debe

utilizar un estilo claro, sencillo, directo, aséptico,

que no emita juicios de valor, que evite

las ambigüedades, las dobles interpretaciones

y los mensajes contradictorios. El estilo científico

omite las palabras innecesarias. Una frase

no debería contener palabras superfluas,

mientras que un párrafo debería carecer de frases

inútiles. Las frases cortas son la forma más

fácil de escribir y, también, la manera más

sencilla de leer porque, normalmente, son claras.

Sin embargo, demasiadas frases cortas en

un renglón pueden resultar bruscas o monótonas.

La Tabla 1 resume las diferencias más

notables entre los estilos científico y el literario

(Gallo et al. 1997).

Tabla 1. Diferencias fundamentales entre los estilos científico y literario.

ESTILO CIENTÍFICO ESTILO LITERARIO

Informativo Entretenido

Racional Emotivo

Objetivo Subjetivo

Impersonal Personal

Concisión y claridad de datos Originalidad de estilo

Presenta una realidad vivida Crea una realidad no vivida

Cuando se escribe un artículo, deberíamos

contestar a las siguientes preguntas:

1) ¿Cuál es el propósito del artículo? ¿Se describen

resultados de investigación originales e

importantes?

2) ¿En qué medida es diferente el artículo de

otros publicados sobre el mismo tema?

3) ¿Cuál es la revista más apropiada para publicar

el artículo?

La respuesta a estas cuestiones facilitará tanto

la consecución de los fines como la redacción

del trabajo.

De la utilización que se haga del lenguaje

dependerá la calidad del trabajo. Para lograr un

uso correcto del lenguaje hay que cuidar tres

aspectos fundamentales (Huth, 1992):

1) La ortografía

2) La sintáxis: la construcción correcta de las

frases determina un lenguaje correcto. El hábito

de lectura y la práctica ayudará a mejorar la

redacción.

3) La puntuación adecuada es básica para la compresión

del texto y la fluidez en la lectura.

Una vez que se conoce la función del artículo

y se ha identificado a la audiencia potencial, hay

que organizar la información según el formato

estándar: introducción, detalles experimentales o

base teórica, resultados, discusión y conclusiones.

En algunas disciplinas la sección de los detalles

experimentales o base teórica se sustituye por la

de material y métodos. La razón de esta organización

es que, básicamente, sigue la secuencia del

método científico del razonamiento deductivo:

define el problema, crea una hipótesis, diseña un

experimento para ensayar la hipótesis, lleva a cabo

el experimento y extrae conclusiones. Además,

este formato permite al lector entender rápidamente

lo que se le presenta y encontrar fácilmente

la información específica. Esta capacidad es

crucial porque los científicos y los profesionales

no disponemos del tiempo necesario para leer toda

la información que cae en nuestras manos.

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CAMPOS, J.

LA PRESENTACIÓN ORAL

Cuando el mensaje es oral la comunicación

adquiere una nueva dimensión. La frialdad de la

información escrita da paso al contacto visual

entre el interlocutor y su audiencia. Nos movemos

en el mundo de la imagen, donde la simple

apariencia puede crear expectación. El estilo

relajado, informal y sobretodo, entretenido que

caracteriza a los programas de televisión se ha

convertido en un modelo para quién pretenda ser

un comunicador eficaz.

La empatía es la capacidad de asumir el punto

de vista de otra persona. Las personas empáticas

suelen sintonizar con las señales sociales sutiles

que indican qué necesitan o qué quieren los demás

y esta capacidad las hace más aptas para el desempeño

de vocaciones tales como las profesiones

sanitarias, la docencia, las ventas y la dirección

de empresas (Goleman, 1997).

Nosotros deberíamos enfocar una presentación

oral como una conversación en la que el ponente

lleva la mayor parte del peso mientras que la

audiencia, fundamentalmente, oye. Y, también,

habla al final de la exposición. El comunicador

experto nunca se referirá a su conferencia sino

más bien a su charla. De esta forma, la dicotomía

conferenciante/público se rompe y se acercan

las posiciones entre las dos partes. Dicho de

otra forma, el ponente tiende su mano amigable

a la audiencia en un gesto de aproximación con

la intención de que la comunicación fluya en los

dos sentidos en una atmósfera de confraternidad.

Llegado este caso, la audiencia se hace copartícipe

de la información a través de su interés, sus

gestos y sus comentarios y preguntas. De esta

forma, se mejora la compenetración entre las dos

partes y la eficacia de la ponencia mejora notablemente.

Cuando estamos encima de un estrado,

el ritmo de nuestros razonamientos tiene que

estar acompasado con la capacidad de asimilación

por parte de la audiencia. Ésta necesita un

tiempo para entender y apreciar los matices de

nuestra exposición. La audiencia no puede seguir

la exposición “con la lengua fuera” porque

la exposición de información se desarrolle a una

velocidad tal que es imposible de digerir. No es

posible mantener un nivel de atención adecuado

cuando existe el miedo, por parte del público

asistente, a que la ayuda visual sea arrebatada

antes de que se haya tenido tiempo para asimilarla.

Dos o tres errores de este tipo serán suficientes

para desviar la atención de nuestra audiencia.

Hay distintos elementos que hoy en día adquieren

una importancia capital en el éxito de

una charla: los cambios en la entonación del

lenguaje, el movimiento de las manos o el control

visual sobre la audiencia. Como ocurre con

la televisión, el tiempo es oro: debemos cumplir

estrictamente con las limitaciones de tiempo

impuestas y adecuar el contenido al espacio concedido.

En general, 10 minutos de charla equivalen

a 4 folios leídos. Para ello es fundamental,

además del conocimiento del tema, el ensayo

previo y concienzudo, evitándose todo atisbo de

improvisación. Ésta suele ser muy mala consejera

y únicamente se puede recurrir a ella cuando

el interlocutor goza de una amplia experiencia

en situaciones similares; aún, en estos casos, lo

que aparentemente y de cara a la audiencia puede

tratarse de una improvisación, probablemente,

se trate de una situación ya vivida anteriormente.

Ésta es la gran habilidad del interlocutor:

hacer espontáneo y natural una situación que, en

realidad, no lo es. Sin embargo, la frescura del

momento puede reconducir el fino y tenue halo

intercomunicador entre el ponente y su audiencia.

La comunicación oral, aunque con la misma

organización de un artículo, no está sujeta al

encorsetamiento del lenguaje escrito. Podemos

ser “más naturales” tratando de buscar el acercamiento

con la audiencia. Debemos de huir de los

extremos y no utilizar, por tanto, ni un lenguaje

excesivamente técnico ni exageradamente coloquial.

Muchas veces es más importante lo que

no debe hacerse que lo que debería hacerse; por

ejemplo, si una persona habla con marcado acento

de una determinada región, no debería intentar

hablar con acento neutro, como hacían los presentadores

de televisión hace veinte años. Probablemente,

la energía gastada y la tensión acumulada

podría deslucir el contenido de nuestra

exposición, además de que tendremos muchas

posibilidades de mezclar vocablos con nuestro

acento característico y con el otro más académico.

Tengo que decir que cuando se habla fuera

de nuestra región, nuestro acento particular es

un atractivo adicional por la distinta cadencia y

musicalidad con respecto al español que se habla

en otras partes de nuestra piel de toro.

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Los clichés y muletillas que se repiten con

una frecuencia mayor de la normal pueden descalificar

a un ponente. En este caso es muy probable

que algunos miembros de la sala pierdan

el interés sobre lo que estamos versando y se

dediquen a llevar la contabilidad de las veces

que hemos dicho la o las susodichas palabras.

Incluso si nuestro ritmo de repetición de vocablos

es frenético, no sería extraño que algún

miembro del público de las últimas filas fuera

elevando el tono de su voz en el recuento del

número de repeticiones para certificar las excelencias

de un récord que está a punto de batirse.

El antídoto contra este defecto es el ensayo, teniendo

como público a nuestros compañeros de

trabajo o familiares que nos informarán sobre

los aspectos mejorables de nuestra exposición.

De nuevo, evita la improvisación.

Hay conferenciantes que deslizan dentro de

su exposición vocablos ingleses, pretendiendo con

ello dar la impresión, por extrapolación, de un

conocimiento profundo de la lengua inglesa. Craso

error. Mi propia experiencia me dice que aquellos

que mejor hablan el inglés evitarán por todos

los medios la utilización de anglicismos. Al

margen de modas pasajeras y potenciadas por la

televisión, afortunadamente disponemos de un

idioma suficientemente rico como para poder

expresar nuestras ideas sólo con él, sin necesidad

de la utilización de tales recursos cursis.

A lo largo de una exposición soy partidario

de llevar a cabo los siguientes dos hechos: 1)

después de un razonamiento largo, mostrar una

diapositiva que resuma de una forma concisa el

procedimiento seguido hasta ese punto. De esta

manera se prepara a la audiencia para que se

concentre en el punto fundamental de la comunicación;

y 2) formular la correspondiente pregunta

(que es una de las ideas fundamentales de

la exposición) que ha de ser contestada como

consecuencia del proceso inductivo y deductivo

seguido hasta ese momento. Esta ligera parada

permite un breve descanso a la audiencia, además

de clarificar y definir uno de los objetivos

de la exposición. Esta es una técnica muy usual

de las campañas publicitarias que, al plantear

una pregunta en una valla durante un cierto tiempo,

crean el interés y la curiosidad de los potenciales

compradores, de tal forma que cuando el

nombre del producto ha arraigado suficientemente

entre el público, se desvela el misterio.

La creatividad es algo que cada vez se valora

más en las reuniones científicas. Hay muchas

formas interesantes de comunicar resultados y

datos estadísticos. Si manejamos ecuaciones resultaría

más didáctico concentrarnos en las consecuencias

que se derivan de las expresiones

matemáticas más que en su propia génesis. La

extracción de consecuencias químico-biológicas

a partir de expresiones matemáticas no es fácil

y, por ello, si se consigue, el reconocimiento por

parte del auditorio será mayor. En definitiva, hay

que mostrarse interesante: mantén el contacto

visual con el público que te oye, muéstrate relajado

y cómodo y sé gráfico en tu conversación.

En las reuniones científicas, cada charla se encuadra

dentro de un simposio que tiene un elemento

común. Por tanto, lo que vayas a comunicar

estará muy relacionado con lo que previamente

hayan expuesto otros interlocutores. Si,

en algún momento, te refieres a uno de ellos, la

audiencia comprenderá que tú, también, has estado

sentado en el patio de butacas como uno

más, recibiendo la información de otros ponentes.

Esta mezcla ayuda a la creación posterior

del ambiente de comunicación mutuo entre las

partes implicadas: interlocutor/audiencia y audiencia/

interlocutor. La Tabla 2 resume los problemas

más comunes que pueden descalificar a

una exposición oral.

Tabla 2. Errores más frecuentes en las comunicaciones científicas orales

1.- Presentación de los datos en forma fría e inexpresiva.

2.- Postura rígida del ponente con ausencia de movimientos corporales: ausencia de lenguaje

no verbal

3.- Falta de contacto visual con la audiencia.

4.- Vocalización monótona y lenta o muy rápida, sin cambios de inflexión de la voz.

5.- Utilización reiterada de muletillas en el lenguaje.

6.- Presentación del material de manera desordenada, sin unas conclusiones claras.

7.- Manejo inadecuado del micrófono.

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CAMPOS, J.

La presentación de una comunicación oral en

una reunión científica es un privilegio al alcance

de unos pocos que, por lo tanto, merece la pena

prepararse de forma concienzuda. Si todo sale

bien, nuestra figura saldrá reforzada frente a la

audiencia y, lo que es más importante, nuestra

propia autoestima se verá fortalecida y en mejores

condiciones de afrontar con éxito situaciones

más complicadas.

4.1.-El auxiliar de la Comunicación Oral

4.1.1.- Las diapositivas

El elemento central de la comunicación oral

es el propio ponente; sin embargo, hay un elemento

adicional que puede ayudar a mejorar o a

empeorar la calidad de la exposición: las

diapositivas. Deben utilizarse para apoyar la

palabra y nunca para reemplazarla. Son el guión

de lo que pretendes comunicar. Hay una serie de

reglas elementales que permiten mejorar la calidad

de las diapositivas:

1) La diapositiva debe ser simple y con no

más de una idea. El frenético ritmo de vida hace

que asimilemos las noticias en forma de titulares.

Una diapositiva complicada debe convertirse

en varias simples. Sustituye las columnas de

datos por gráficos y figuras.

2) Utilice los colores de una manera lógica.

El color facilita tanto el aprendizaje como la

comprensión. Sin embargo, demasiados colores

pueden distraer a la audiencia de la idea que

tratamos de transmitir. Como regla general, no

utilice más de dos colores a menos que use un

tercero para poner énfasis en algún punto concreto.

En general el color más llamativo debe

utilizarse para apoyar o destacar algo noticiable.

No utilice fondos de dibujos o rallas que pueden

quitar protagonismo a la idea que estamos tratando

de vender.

3) No incluya nada en la diapositiva que no

vaya a comentar. La diapositiva hay que

“trabajarla” durante la exposición, dirigiendo la

atención del público allí donde nos interese.

Deben ser autoexplicativas. Es una muy mala

costumbre, demasiado generalizada, el paso de

las diapositivas de manera rápida por haber superado

el espacio de tiempo que teníamos asignado.

4) Utilice la regla de los seises: excluyendo

el título, no incluya más de seis líneas y no más

de seis palabras por línea. Por otra parte, elija un

tamaño de letra adecuado que permita su fácil

lectura.

5) La cadencia de la exposición debe de ser

de una diapositiva/minuto.

6) No perder el contacto visual con la audiencia.

No hay que hablar a la diapositiva. En la

actualidad la amplia utilización de los punteros

de tipo láser nos permiten mantener nuestra

posición en el centro del estrado. Antes, con los

punteros de madera, al estar la pantalla en un

extremo de la sala, se obligaba al disertador a

desplazarse a un lateral con la consiguiente pérdida

del campo visual de, prácticamente, las dos

terceras partes de la audiencia.

El puntero láser también requiere su técnica.

Es un detector del estado de nerviosismo del que

habla. Hay que pulsarlo cuando se quiera concentrar

la atención de la audiencia hacia donde

lo dirigimos. Es un mal hábito la dirección del

rayo hacia ningún punto concreto de la pantalla,

describiendo sucesiones de círculos sin ningún

sentido y, por lo tanto, con una nula efectividad.

Además, cuando el interlocutor se vuelve para

mirar de nuevo a la audiencia, sin ninguna actitud

agresiva consciente, al mantener pulsado el

puntero puede dirigir el rayo hacia la audiencia

como si se tratara del maléfico Darth Vader tratando

de aniquilar a su hijo Skiwalker de la Guerra

de las Galaxias, el Imperio Contraataca. Resulta

cómico y lo he sufrido personalmente, al ser un

miembro más de la audiencia, vivir la actitud

defensiva de la audiencia, agachando las cabezas

para tratar de evitar al nocivo rayo rojo en un

movimiento acompasado del tipo de la ola que,

sin embargo, nada tenía que ver con las muestras

de ánimo y colorismo características de los

grandes acontecimientos deportivos.

He podido presenciar buenas exposiciones que

perdieron su primera impresión positiva debido a

que la persona detrás del atril fue incapaz de una

correcta finalización dilatando sin ninguna razón

convincente la última parte de la charla, tras repetidos

“en conclusión”, “finalmente” y “por último”.

Frente a este comportamiento, tenemos el

opuesto en el que el interlocutor con un escueto

y brusco “gracias” cercena su exposición. La última

parte de ésta debe servir para redondear la

exposición, enlazar los principales puntos y concentrar

la atención de los oyentes en el punto

principal. Las conclusiones representan, en suma,

la tesis o definitiva aportación del investigador a

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LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA: ¿ARTE O TÉCNICA? 17

su campo de conocimiento y los puntos de partida

para nuevas investigaciones.

Villar (Villar, 1999) proporciona, en un breve

artículo, normas concretas de cómo diseñar

una buena diapositiva.

4.1.2.- Las transparencias

Básicamente las mismas normas que rigen para

la utilización de las diapositivas son válidas en

el caso de las transparencias. Presentan la ventaja

de su preparación prácticamente instantánea

pero, también, necesitan de una adecuada utilización.

Un poco de práctica nos permitirá tanto,

depositar la transparencia en el lugar adecuado

de la lente para que la visión por parte de la

audiencia sea la apropiada, como colocarla por

su cara correcta. La manipulación de la transparencia

para tratar de corregir los errores anteriores

nos harán perder credibilidad por parte de la

audiencia. Cuando queramos destacar un hecho

determinado, debemos cubrir con un trozo de

papel la información que, en ese instante, no

estemos utilizando e irla mostrando a medida de

nuestras necesidades explicativas.

El principal inconveniente radica en el tiempo

muerto que media entre la retirada de una

transparencia y la colocación de la siguiente.

Aunque el tiempo consumido es imperceptible

puede ser suficiente como para romper el ritmo

de nuestra exposición, dando una impresión de

comunicación a saltos. Esta dificultad se puede

evitar si seguimos manteniendo nuestra charla,

adelantando el contenido de la próxima transparencia.

Es una técnica parecida a la del fundido

de las imágenes cinematográficas.

4.1.3.- Cañón de vídeo

Las nuevas técnicas pueden ser de una ayuda

inestimable para mantener la atención de la

audiencia. Por ejemplo el cañón de video es

una excelente ayuda para ilustrar la

estereoquímica, para visualizar modelos

moleculares desde diferentes ángulos, o para

mostrar el acoplamiento de un fármaco al centro

activo de un enzima.

Hay que estar preparado para dar la charla

con otro apoyo como por ejemplo,

diapositivas, por si sucede cualquier incidente

que impida la utilización del cañón de video.

En éste último caso, prácticamente, no

supone un trabajo adicional el disponer de

las diapositivas cuando se tiene la información

guardada en el disco duro de nuestro

ordenador portátil.

4.1.4.- Cartel

Un cartel o poster, según la terminología

anglosajona, utiliza un modo de comunicación

diferente, va dirigido a una audiencia

distinta e induce un tipo de discusión diferente

de la que se deriva de una exposición

con diapositivas. Debe hacer un mínimo uso

de las palabras y basarse, fundamentalmente,

en información a través de la imagen. El título

debe ser legible a una distancia aproximada

de dos metros y el texto a unos sesenta

centímetros.

Los asistentes a una exposición oral constituyen

una audiencia “cautiva”. Por otra parte,

los asistentes a una sesión de carteles son más

variados y fluídos. Puede que hayan ido a buscar,

de manera específica, la información del

cartel o, en la mayoría de los casos, que pasen

por delante de él de manera accidental. El tiempo

dedicado a las preguntas en una comunicación

oral se suele restringir al final de la exposición,

mientras que con el cartel puede darse

un contacto más individual, extenso y animado.

CONCLUSIÓN

Un buen comunicador respeta suficientemente

a su audiencia como para preparar una exposición

organizada, concisa y clara. Además, suministrará

información relevante a los intereses y necesidades

de la audiencia y, durante la exposición

oral, procurará llevar a cabo los oportunos ajustes

que determinen las circunstancias particulares.

La exposición oral es una responsabilidad que

puede proporcionar grandes satisfacciones al

orador y a los miembros de su equipo. Es un

cometido que, como cualquier otro, se puede

aprender. Pero debe de tener un componente

artístico que ponga color al lenguaje; algunos

requisitos resultan imprescindibles: tranquilidad

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CAMPOS, J.

y equilibrio personal, concentración, conocimiento

profundo del contenido y de su hilo conductor y

conciencia clara de la presencia del auditorio y

deseo de comunicar con ellos.

BIBLIOGRAFÍA

ARANGUREN, J. L. (1992). La comunicación humana, 2ª edición, editorial Technos, S. A., Madrid.

GALLO, F. J., LEÓN, F., MARTÍNEZ-CAÑAVATE, T. Y TORÍO, J. (1997). Manual del residente de medicina familiar

y comunitaria. Smith, Kline & Beecham. Madrid.

GOLEMAN, D. (1997). Inteligencia emocional. Editorial Kairós, Barcelona.

HUTH, E. J. (1992). Cómo escribir y publicar trabajos en ciencias de la salud. Masson Salvat Medicina, Barcelona.

VILLAR, J. (1999). Aprendiendo a presentar los datos científicos de forma efectiva. Cómo hacer una buena diapositiva.

Jano, LVI, nº 1286: 69-70.

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