Costumbrismo Chileno
Stendarr26 de Octubre de 2014
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Chile
Costumbrismo enters Chilean literature in some of the writing of José Zapiola (1804–1885), Vicente Pérez Rosales (1807–1886),Román Fritis (1829–1874), Pedro Ruiz Aldea (ca. 1833–1870) and especially José Joaquín Vallejo (1811–1858), who under the name "Jotabeche" was the supreme Chilean costumbrista.[20]
Strong aspects of costumbrismo can be seen in the novels and other works of Alberto Blest Gana (1830–1920). There are manycostumbrista passages in the works of Benjamín Vicuña Mackenna (1831–1886) and Daniel Barros Grez(1833–1904); Román Vial(1833–1896) entitled one of his books Costumbres chilenas; Zorobabel Rodríguez (1839–1901), Moisés Vargas (1843–1898), Arturo Givovich (1855–1905), Daniel Riquelme (1854–1912), Senén Palacios (1858–1927), Egidio Poblete (1868–1940) all wrote in the mode at times. Costumbrismo figures particularly heavily in stage comedies: El patio de los Tribunales ("The courtyard of the tribunals [of justice]", by Valentín Murillo (1841–1896); Don Lucas Gómez, by Mateo Martínez Quevedo (1848–1923); Chincol en sartén ("A sparrow in the pan") and En la puerta del horno ("In the gate of horn"), by Antonio Espiñeira (1855–1907); La canción rota ("The broken song"), by Antonio Acevedo Hernández (1886–1962); Pueblecito ("Little town") by Armando Moock (1894–1942). In prose,costumbrismo mixes eventually into realism, with Manuel J. Ortiz (1870–1945) and Joaquín Díaz García (1877–1921) as important realists with costumbrista aspects
«El jefe de la familia»: Teatro costumbrista y la sociedad chilena de su tiempo
Pedro Bravo-Elizondo
Wichita State University
El propósito de nuestro trabajo será relacionar la única obra teatral de Alberto Blest Gana, con el teatro costumbrista, que él inicia, y la sociedad chilena reflejada en una escritura aparentemente candorosa. ¿Qué factores contribuyen al desarrollo del costumbrismo en Chile? En el plano literario, la influencia de Larra y Mesonero Romanos, cuyos artículos, reproducidos de la prensa española, aparecen en El Mercurio de Valparaíso en 1838, los de Larra, y en El Siglo en 1844, los de Mesonero Romanos. Agréguese la simpatía despertada por el Movimiento Literario de 1842 con Lastarria y la Sociedad Literaria y su discurso inaugural del 3 de mayo del mismo año1.
En el plano político merece mencionarse la fundación de la Sociedad de la Igualdad, 14 de abril de 1850, con participación de elementos liberales con Francisco Bilbao como líder del movimiento y Santiago Arcos, como compañero de ruta. El gobierno clausura la Sociedad el 7 de noviembre de ese año. Sabemos que la importación de ideas europeas por las elites urbanas provocó la reacción inmediata de la sociedad oligárquica2. Europa se vio remecida en 1848 al caer la monarquía de Luis Felipe en Francia y establecerse la Segunda República. Las implicaciones, que agitaron el ambiente chileno, provocan durante el gobierno de Bulnes (1841-1851) el estado de sitio de noviembre de 1850 y abril de 1851.
En el campo literario, será José Joaquín Vallejos «Jotabeche,» (1811-1858) el primer costumbrista nacional, con sus artículos recopilados en 1847, el que nos dejará el gran mural de los mineros de Copiapó y sus costumbres. Pedro Ruíz Aldea (1830-1870), provinciano como el anterior, publicará sus artículos en 1853, el mismo año en que Alberto Blest Gana comienza su escritura costumbrista en El Museo, con dos de sus artículos.
Dos dramaturgos siguen la huella de Jotabeche. Román Vial (1833-1896) no sólo incursiona en periodismo, sino lleva las escenas típicas del costumbrismo al teatro. Choche y Bachicha (1870), juguete cómico en un acto, se anticipa en cuarenta años al grotesco rioplatense, pero no hace escuela, para mostrar por vez primera a los inmigrantes italianos e ingleses que mayoritariamente dominaban el comercio en Valparaíso. «Choche,» deformación de George, y «Bachicha,» término popular que designa a los italianos avecindados, son los caracteres de los cuales se sirve el autor para satirizar aspectos de la vida diaria en Valparaíso, donde Vial trabajó para El Mercurio.
Daniel Barros Grez (1834-1904) será el más destacado dramaturgo en el estudio de la idiosincrasia chilena. En 1862 colabora paraLa Voz de Chile con sus escritos basados en caracteres como el avaro, el supersticioso, el testarudo, el fastuoso, etc. Su primera obra teatral, La Beata (1859), es una pieza en un acto, representativa del personaje femenino del mismo apodo. Autor de más de veinte obras, su producción integra valores clásicos del teatro nacional. Como en Santiago (1875), comedia en tres actos, tiene puntos de contacto con la obra de Blest Gana, enfocando la realidad provinciana a través de una familia de clase media.
La mención de estos dramaturgos, no olvidando a Antonio Espiñeira ni a Juan Rafael Allende, nos sirve para establecer niveles dramáticos entre los cuales ubicar a Blest Gana con El jefe de la familia. Publicada en El Correo Literario en 1858, será representada cien años más tarde3. ¿Qué motivaciones estéticas impulsan a Blest Gana a la senda del costumbrismo? Su discurso de incorporación a la Facultad de Humanidades nos explicita tal preferencia4.
Ante la aplicación de los modelos europeos en la vida social y económica de los países latinoamericanos, Blest Gana lamenta que«Chile, asimismo como las demás naciones de la América Meridional, recibe el producto de los progresos del viejo mundo, sin haber contribuido por su parte... al incesante trabajo de los antiguos pueblos en la obra de la civilización... todo se aclimata entre nosotros, casi sin modificación» (109). Luego de algunas disquisiciones, Blest Gana señala que la novela de costumbres «por la pintura de cuadros sociales llamará la atención de todos los lectores» (122). Observa que «nuestras costumbres tienen un sello peculiar que las distingue y forman un fecundo manantial para el hombre de observación» (123)5. Prosigue Blest Gana advirtiendo que este género ofrecerá «una imagen perfecta de la época con sus peculiaridades características» y «no puede dejar de ser esencialmente nacional según el mayor o menor acierto de los que a ella consagran sus esfuerzos» (124).
Tal defensa de lo nacional, con una crítica social refrenada, definirá su producción literaria, y de la cual no escapa su única incursión teatral. Sus obras «configuran un extenso ciclo de la historia del país y del desarrollo de las costumbres y de la sociedad chilena.»6
La estructura de El jefe de la familia sigue los postulados neoclásicos, introducidos en La Poética de Luzán. El teatro es un instrumento de reforma social y moral, cuyo justo medio se alcanza con el equilibrio entre utilidad y deleite. Blest Gana observa además las unidades de acción, lugar y tiempo, tan queridas del drama clásico y neoclásico. Internamente en El jefe... la intriga es mínima, lo que frena la acción, pero refleja la aptitud narrativa del autor.
El asunto corresponde a un hogar acomodado en el cual el marido es víctima del despotismo de su mujer. De allí la ironía del título. Don Manuel Verdoso, dueño de una fortuna respetable, por orden de su mujer organiza un baile para facilitar la búsqueda de marido para su hija Clara. Los pretendientes son Enrique Saldalla, un tunante proveniente de Copiapó, cuya leyenda de propietario de ricas minas de plata, él se ha encargado de propagar indirectamente a través de su vestimenta, maneras, criados, etc. El antagonista, Casimiro Laínez, es un joven correcto, de sólida moral, cuya timidez contrasta con la audacia y soltura de Enrique. Vagamente, ambos equivaldrían a los caracteres lindantes con el demonismo y angelismo, enunciados por Manzoni.
En la comedia se observa la constitución y visión de Chile del siglo XIX, con sus niveles sociales bien demarcados: aristocracia, o mejor dicho, «buena sociedad,» como se autodesignaban, y clase media y pueblo, estratos que Blest Gana desarrollará en novelas comoMartín Rivas (1862).
¿Cuál es el entorno político-social que trasunta El jefe...? Santiago tenía una población de alrededor de 130.000 en 1850.
El romanticismo se ensoñoreó de las costumbres; y las familias transformaron sus casas en pequeños tabernáculos, en que el dorado y el brocado servían de marco a este recogimiento de ensoñación; fue el período de la media voz, del susurro, de la palidez y lo lánguido, y mientras la calle se enardecía con la voz bronca de la prédica revolucionaria, los salones se llenaron de dulces romanzas italianas, con la voluptuosidad intangible de los valses de Strauss. El piano, el álbum y el carnet de baile sirven de vehículo al contagio de este ensueño.7
Las protagonistas, la niña casadera, Clara, y su madre Doña Prudencia, «desdeñan ya las severas modas inglesas y adoptan la infinita gama de las creaciones de Francia... En los bailes lucen el vestido de gros, tono flor de alucema, manga ajustada y corpiño a lo María Estuardo o bien el talle de avispa a lo Lucrecia Borgia.»8 Los hombres usan botas «que subían bajo el pantalón; las corbatas muy grandes y se colocan formando un gran bulto de seda, prendida con una alhaja al cuello. Se usaba el pelo largo y ondeado, dejando la mitad de la oreja cubierta.»9
La «buena sociedad» adoptó prácticas y formulismos, retratadores de un status social. El buen tono regirá desde el uso de la fina vajilla parisiense, hasta los temas que no incidan con la política y la religión. Este delineamiento se sigue al pie de la letra en la obra. En la primera escena, hay una mención leve sobre la
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