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Cuento Inventado Sobre Los Emblemas Mexicanos


Enviado por   •  7 de Mayo de 2014  •  928 Palabras (4 Páginas)  •  385 Visitas

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Durante muchas lunas vivimos en Aztlan hasta que nuestro dios Huitzilopochtli nos dio el mandato para abandonar nuestras tierras y buscar un lugar donde en su nombre nosotros gobernáramos. Caminamos durante incontables lunas y comerciamos con muchas tribus. Fueron pasando ante nuestros ojos, que miraron asombrados, mil maravillas allí entre las cañas y las juncias; entre el cielo y el bosque; entre la selva y la ceiba; el nopal y el desierto.

Ese había sido el mandato que les dio Huitzilopochtli a ellos que eran sus guardianes, eran sus padres los dichos. Lo que les dijo fue así: - “En donde se tienda la tierra entre cañas y entre juncias, allí se pondrá en pie, y reinará Huitzilopochtli.”

Así por su propia boca nos habló y esta orden dio.

Muchas lágrimas lloramos, mucha hambre padecimos, de muchas partes nos echaron y nos hicieron la guerra, perdimos a padres y madres, hermanos y amigos. Hasta que llegamos y vimos al momento: sauces blancos, allí enhiestos; cañas blancas, juncias blancas, y aun las ranas blancas, peces blancos, culebras blancas: es lo que anda por las aguas. Y vieron después donde se parten las rocas sobrepuestas, una cueva: cuatro rocas la cerraban.

Una al oriente se veía, nada de agua tiene, es sin agua que se agita.

La segunda roca de la cueva ve al norte: se ve que está sobrepuesta, y de ella sale el agua que se llama agua azul, agua verdosa.

Cuando esto vieron los viejos se pusieron a llorar. Y decían: - ¿Con que aquí ha de ser?

Es que estaban viendo lo que les había dicho, lo que les había ordenado Huitzilopochtli.

Es que él les había dicho:

-“Habéis de ver maravillas muchas entre cañas y entre juncias.”

¡Ahora las estamos mirando – decían ellos –, y quedamos admirados!

¡Cuán verdadero fue el dicho, bien se realizó su orden!

Muchos al enterarse de esto dijeron: vamos, vamos a admirar lo que hemos contemplado. Digamos al Sacerdote: él dirá qué debemos hacer.”

Fueron unos a Temazcatitlan y allí se detuvieron. Por la noche, vinieron a ver. Vieron a mostrarse unos a otros y era el sacerdote Cuauhtlaquezqui, que es el mismo Huitzilopochtli quien los recibió en el templo.

Dijo él: - Cuaucóhuatl, ¿habéis visto allí todo lo que hay entre cañas y juncias? ¡Aún resta ver otra cosa!

¡No la han visto todavía!

Id y ved un nopal salvaje: y allí tranquila veréis un águila que está enhiesta. Allí come, allí se engalana las plumas, y con eso quedará contento vuestro corazón: ¡allí está el corazón de Copil (nuestro príncipe) que tú fuiste a arrojar allá

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