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¿Cuál es el número ideal de horas de sueño?


Enviado por   •  23 de Mayo de 2015  •  Prácticas o problemas  •  1.889 Palabras (8 Páginas)  •  205 Visitas

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¿Cuál es el número ideal de horas de sueño? La respuesta fácil es entre siete y ocho diarias. La exacta: depende de la necesidad de cada persona. Al 90% de la población el cuerpo le pide un mínimo de siete u ocho horas para descansar lo suficiente. Pero, de la misma forma que hay un 5% que necesita más, hay otro 5%, como apunta el especialista en sueño Eduard Estivill, a quienes les basta con dormir habitualmente tan solo cinco o seis horas para mantenerse activos a lo largo de la jornada sin que se les escape un mal bostezo o muestren señales de somnolencia durante su actividad diaria.

Lo que en el resto de la población se traduciría con el paso del tiempo en alteraciones metabólicas y problemas cognitivos y emocionales, dormir poco no les pasa ninguna factura a estas personas. Simplemente, no necesitan permanecer más horas entre las sábanas. Lo normal de quien llega a los 90 años de vida es que, de este tiempo, haya estado 30 años durmiendo. En el caso de los dormidores cortos (denominación importada la expresión inglesa short sleepers acuñada para definir a esta especie de casta de amantes de la vigilia) en 90 años de vida habrán dormido una media de 22,5 años. Es decir, habrán vivido despiertos 7,5 años más.

Descansar menos de lo necesario afecta al metabolismo y a la función cerebral

Este grupo de personas está recabando cada vez una mayor atención por parte de la comunidad científica, que trata de encontrar las razones que expliquen por qué hay gente que durmiendo dos horas menos que la media rinde exactamente igual que el resto. Distintos trabajos relacionan la necesidad de dormir poco con variaciones en la secuencia de algunos genes, lo que quiere decir que existiría una predisposición genética a manifestar este comportamiento. Uno de ellos, publicado en la revista Science en 2009, partió del estudio de una familia en la que, tanto madre como hija dormían un promedio de 6,25 horas frente al resto, que pasaba en la cama 8,06 horas, también de media. El análisis genético del grupo familiar (de 19 miembros) arrojó que las dos compartían una particularidad en su ADN. En concreto, en el gen DEC2, relacionado con la regulación de los ritmos circadianos, el reloj biológico que marca los tiempos vitales. En ambos casos, lo que sucedía es que había una alteración en un nucleótido (las bases o letras químicas que componen el genoma) del gen. Donde debía haber una C (citosina) había una G (guanina), un cambio que no fue encontrado en otras 250 muestras humanas con las que se comparó el ADN de las protagonistas del estudio.

Esta alteración en la secuencia genética (especialmente al encontrarse en el gen donde se situaba) era un buen punto de partida. Pero era insuficiente como para extraer resultados concluyentes. Para establecer una relación de causa-efecto entre la mutación y la necesidad de dormir poco tiempo, así como descartar que el resultado del estudio familiar obedeciera a una casualidad, los autores del trabajo, estadounidenses y alemanes, diseñaron ratones de laboratorio con la misma mutación (denominada P385R) en el gen DEC2. Y compararon el sueño de cinco de estos roedores con ocho ratones no manipulados. Los animales portadores de la variante P385R dormían menos que el grupo control (1,2 horas de media). Además, sus ciclos de sueño eran más cortos y les acortaban el sueño, se recuperaban mejor de los periodos de insomnio que los ratones que no presentaban la mutación. La conclusión era evidente: la alteración que presentaban madre e hija estaba relacionada con su capacidad de dormir poco y mantenerse activas.

Existen otros estudios que también se han centrado en las raíces genéticas de la predisposición a dormir más o menos horas. Uno de los más recientes, del año pasado, se publicó en Molecular Psychiatry y se centra en el gen ABCC9, conocido por su relación con la diabetes y patologías cardíacas. Un equipo de la Universidad de Ludwig-Maximilians de Munich buscó alteraciones en este segmento de ADN de 4.000 ciudadanos de siete países europeos y las relacionó con los hábitos de sueño que describieron en una encuesta. El resultado de cruzar las dos fuentes de información arrojó que los individuos que tenían dos copias de una variante común del ABCC9 dormían “significativamente menos” que el resto de la población. Como en la investigación anterior, se trasladó el experimento a otra especie, en este caso, la mosca de la fruta. Y se observó que la variante del ABCC9 en los insectos también afectaba al periodo de sueño de la mosca. “El papel de este gen en la duración del sueño es innegable”, indicó el cronobiólogo francés Claude Gronfier, uno de los coordinadores del trabajo.

Otra de las conclusiones que extrajeron fue que las consecuencias en el sueño de la variación genética tenían un mayor peso en los países donde existía una mayor variación de horas de sol. “Ahí se ve claramente la combinación entre la influencia ambiental y la genética en las alteraciones del descanso”, apuntó Gronfier.

Varios estudios ilustran sobre el peso del ADN en el tiempo de reposo

Y es que conviene no olvidar que el peso de la genética tiene su contrapeso en las condiciones ambientales. De hecho, hay estudios que apuntan que el ADN no influiría más de un 40% en los hábitos de descanso de las personas.

La importancia del ADN en las particularidades del sueño de cada persona está cada vez más clara. No solo en lo que hace referencia a su duración. Hay otros genes, como el PER, BMAL1 o CLOCK, de los que se conoce su relación como controladores de los ritmos vitales, por ejemplo, la regulación de la vigilia y el sueño.

Pero, en

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