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Delirio Laura Restrepo


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2013  •  4.487 Palabras (18 Páginas)  •  568 Visitas

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DELIRIO – LAURA RESTREPO

Editorial Santillana Diseño: Proyecto de Enric Satué Cubierta: Revenge of the goldfish, 1981 Impreso en España, Abril, 2004

A Pedro, mi hijo, este libro que es tanto suyo como mío.

Sabiamente, Henry James siempre les advertía a los escritores que no debían poner a un loco como personaje central de una narración, sobre la base de que al no ser el loco moralmente responsable, no habría verdadera historia que contar. GORE VIDAL

Supe que había sucedido algo irreparable en el momento en que un hombre me abrió la puerta de esa habitación de hotel y vi a mi mujer sentada al fondo, mirando por la ventana de muy extraña manera. Fue a mi regreso de un viaje corto, sólo cuatro días por cosas de trabajo, dice Aguilar, y asegura que al partir la dejó bien, Cuando me fui no le pasaba nada raro, o al menos nada fuera de lo habitual, ciertamente nada que anunciara lo que iba a sucederle durante mi ausencia, salvo sus propias premoniciones, claro está, pero cómo iba Aguilar a creerle si Agustina, su mujer, siempre anda pronosticando calamidades, él ha tratado por todos los medios de hacerla entrar en razón pero ella no da su brazo a torcer e insiste en que desde pequeña tiene lo que llama un don de los ojos, o visión de lo venidero, y sólo Dios sabe, dice Aguilar, lo que eso ha trastornado nuestras vidas. Esta vez, como todas, mi Agustina pronosticó que algo saldría mal y yo, como siempre, pasé por alto su pronóstico; me fui de la ciudad un miércoles, la dejé pintando de verde las paredes del apartamento y el domingo siguiente, a mi re- greso, la encontré en un hotel, al norte de la ciudad, transformada en

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un ser aterrado y aterrador al que apenas reconozco. No he podido sa- ber qué le sucedió durante mi ausencia porque si se lo pregunto me in- sulta, hay que ver cuán feroz puede llegar a ser cuando se exalta, me trata como si yo ya no fuera yo ni ella fuera ella, intenta explicar Agui- lar y si no puede es porque él mismo no lo comprende. La mujer que amo se ha perdido dentro de su propia cabeza, hace ya catorce días que la ando buscando y me va la vida en encontrarla pero la cosa es difícil, es angustiosa a morir y jodidamente difícil; es como si Agustina habitara en un plano paralelo al real, cercano pero inabordable, es co- mo si hablara en una lengua extranjera que Aguilar vagamente recono- ce pero que no logra comprender. La trastornada razón de mi mujer es un perro que me tira tarascadas pero que al mismo tiempo me envía en sus ladridos un llamado de auxilio que no atino a responder; Agustina es un perro famélico y malherido que quisiera volver a casa y no lo lo- gra, y al minuto siguiente es un perro vagabundo que ni siquiera re- cuerda que alguna vez tuvo casa.

Te lo voy a contar a calzón quitado porque tienes derecho a saberlo, le dice el Midas McAlister a Agustina, y a fin de cuentas qué puedo arries- gar al hablarte de todo esto, si a mi ya no me queda nada. Tu marido anda perdido como corcho en remolino tratando de averiguar qué dian- tres sucedió contigo y tú misma tampoco sabes gran cosa, porque mira, Agustina bonita, toda historia es como un gran pastel, cada quién da cuenta de la tajada que se come y el único que da cuenta de todo es el pastelero. Pero antes de empezar déjame decirte que me alegra tu compañía, pese a todo siempre me ha alegrado tu compañía, la verdad es que después de lo que pasó eres la última persona que esperaba ver. ¿Me crees si te digo que este desastre empezó con una simple apuesta? Hasta vergüenza le da al Midas confesárselo a Agustina, que se tomó las cosas en serio y salió tan perjudicada, una apuesta de lo más ordinaria, una chanchada si vamos a llamar a las cosas por su nombre, una jugarreta que resultó sangrienta. La bautizaron Operación Lázaro porque el motivo era ver si el Midas y otros tres amigos podrían hacer que le resucitara el pájaro a la Araña Salazar, que lo llevaba muerto entre las piernas desde el accidente en el Polo Club de Las Lo- mas, ¿Te acuerdas, Agustina bonita, del escándalo aquel? A la hora de la verdad fue un accidente vulgar y cretino aunque después trataron de ponerle a la cosa su decoro y su heroísmo, haciendo circular la versión de que la Araña se había caído del caballo durante un partido contra un equipo chileno, pero la verdad, aclara el Midas, es que el trago amargo vino después, durante un zafarrancho de borrachos, porque el partido

había sido por la mañana y la Araña lo había presenciado desde la tri- buna, sentado en los primeros peldaños porque está tan gordo que no puede acceder a los altos, y te aseguro que todo su protagonismo con- sistió en apostar a favor de los chilenos y en contra de los locales, ese Araña siempre ha sido un gordazo y un vende patrias. Los chilenos ga- naron y luego fueron homenajeados con un almuerzo típico que supon- go que se tragaron por educación pero de mala gana, quién sabe cuál fue el folklorismo que les enjaretaron, lechona, tamales, buñuelos, bre- vas con arequipe o todos los anteriores, y después se retiraron a su ho- tel a bregar con la digestión de todo aquello mientras en el club la jara- na seguía y se multiplicaba, cada vez más enverriondada. Corrieron ríos de whisky, oscureció y ya no quedaban allí sino polistas nativos y habi- tués del club cuando a la Araña y a sus amigotes les dio por mandar ensillar, y el Midas McAlister supone, o mejor dicho sabe, que cuando partió en la noche la alegre cabalgata todos iban ebrios como cosacos, aquello era una patota de payasos alebrestados, no sé si tu hermano Joaco iba entre ellos, le dice a Agustina, a lo mejor si porque Joaco nunca se pierde un jolgorio promisorio. Se montaron en esos caballos que ya de por si son histéricos y que no aprecian que unos patanes pa- sados de kilos les aplasten los riñones y los obliguen a galopar a oscu- ras por trochas tapadas de barro, con la procesión de Toyotas 4 puertas cargados de escoltas detrás, tú conoces cómo va la onda, muñeca lin- da, le dice el Midas a Agustina, porque tú provienes de ese mundo y si emprendiste la fuga fue porque de eso ya habías comido bastante, ¿y acaso el sabor se olvida?, no reina mía, ese regusto a mierda permane- ce en la boca por más gárgaras de Listerine que hagas. A cada ricacho del Las Lomas Polo lo siguen como sombras cinco o seis guardaespaldas donde quiera que va, y peor en el caso de la Araña Salazar, que desde que nada en oro se hace proteger por una tropilla de criminalazos en- trenados en Israel, y el Midas asegura que esa noche la Araña, que ha- cia meses no se encaramaba en un caballo porque se ahoga en coleste-

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