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Divina Comedia Infierno Canto I A V

BiancaBolso2 de Septiembre de 2012

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La Divina Comedia

Canto 1

En medio del camino de nuestra vida

me encontré en un obscuro bosque,

ya que la vía recta estaba perdida.

¡Ah que decir, cuán difícil era y es

este bosque salvaje, áspero y fuerte,

que al pensarlo renueva el pavor.

Tan amargo, que poco lo es más la muerte:

pero por tratar del bien que allí encontré,

diré de las otras cosas que allí he visto.

No sé bien repetir como allí entré;

tan somnoliento estaba en aquel punto,

que el verdadero camino abandoné.

Pero ya que llegué al pie de un monte,

allá donde aquel valle terminaba,

que de pavor me había acongojado el corazón,

miré en alto, y vi sus espaldas

vestidas ya de rayos del planeta,

que a todos lleva por toda senda recta.

Entonces se aquietó un poco el espanto,

que en el hueco de mi corazón había durado

la noche entera, que pasé con tanto afán.

Y como aquel que con angustiado resuello

salido fuera del piélago a la orilla

se vuelve al agua peligrosa y la mira;

así mi alma, que aún huía,

volvióse atrás a re mirar el cruce,

que jamás dejó a nadie con vida.

Una vez reposado el fatigado cuerpo,

retomé el camino por la desierta playa,

tal que el pie firme era siempre el más bajo;

y al comenzar la cuesta,

apareció una muy ágil y veloz pantera,

que de manchada piel se cubría.

Y no se apartaba de ante mi rostro;

y así tanto me impedía el paso,

que me volví muchas veces para volverme.

Era la hora del principiar de la mañana,

y el Sol allá arriba subía con aquellas estrellas

que junto a él estaban, cuando el amor divino

movió por vez primera aquellas cosas bellas;

bien que un buen presagio me auguraban

de aquella fiera la abigarrada piel,

la ocasión del momento, y la dulce estación:

pero no tanto, que de pavor no me llenara

la vista de un león que apareció.

Venir en contra mía parecía

erguida la cabeza y con rabiosa hambruna,

que hasta el aire como aterrado estaba:

y una loba que por su flacura

cargada estaba de todas las hambres,

y ya de mucha gente entristecido había la vida.

Tanta fue la congoja que me infundió

el espanto que de sus ojos salía,

que perdí la esperanza de la altura.

Y como aquel que goza en atesorar,

y llegado el tiempo en que perder le toca,

su pensamiento entero llora y se contrista;

así obró en mi la bestia sin paz,

que, viniéndome de frente, poco a poco,

me repelía a donde calla el Sol.

Mientras retrocedía yo a lugar bajo,

ante mis ojos se ofreció

quien por el largo silencio parecía mudo.

Cuando a éste vi en el gran desierto

Ten piedad de mí, le grité,

quienquiera seas, sombra u hombre cierto.

Respondióme: No hombre, hombre ya fui,

y lombardos fueron mis padres,

y ambos por patria Mantuanos.

Nací sub Julio, aunque algo tarde,

y viví en Roma bajo el buen Augusto,

en tiempos de los dioses falsos y embusteros.

Poeta fui, y canté a aquel justo

hijo de Anquises, que vino de Troya,

después del incendio de la soberbia Ilion.

Pero tú, ¿Porqué a tanta angustia te vuelves?

¿Porqué no trepas el deleitoso monte,

que es principio y razón de toda alegría?

¡Oh! ¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente

que expande de elocuencia tan largo río?

le respondí, avergonzada la frente.

¡Oh! De los demás poetas honor y luz,

válgame el largo estudio y el gran amor,

que me han hecho ir en pos de tu libro.

Tú eres mi maestro y mi autor:

tú sólo eres aquel de quien tomé

el bello estilo, que me ha dado honor.

Mira la bestia por la que me he vuelto:

socórreme de ella, famoso sabio,

porque hace temblar las venas y los pulsos.

Otro es el camino que te conviene,

respondió al ver mis lágrimas,

si quieres huir de este lugar salvaje;

porque esta bestia, por la que gritas,

no deja a nadie pasar por el suyo,

sino que tanto impide, que mata:

su naturaleza es tan malvada y cruel,

que nunca satisface su hambrienta voluntad,

y tras comer tiene más hambre que antes.

Muchos son los animales con que se marida

y muchos más habrá todavía, hasta que venga

el Lebrel, que le dará dolorosa muerte.

No se alimentará de tierra ni de peltre,

mas de sabiduría, de amor y de virtud

y su patria estará entre fieltro y fieltro.

Será la salud de aquella humilde Italia,

por quien murió la virgen Camila,

Euriale, y Turno y Niso, de sus heridas:

De ciudad en ciudad perseguirá a la loba,

hasta que la vuelva a lo profundo del infierno,

de donde la envidia la hizo salir primero.

Ahora por tu bien pienso y entiendo,

que mejor me sigas, y yo seré tu conductor,

y te llevaré de aquí a un lugar eterno,

donde oirás desesperados aullidos,

verás a los antiguos espíritus dolientes,

cada uno clamando la segunda muerte;

después verás los otros, que en el fuego

están contentos, porque unirse esperan,

cuando sea, a las felices gentes;

a las cuales, después, si quisieras subir,

un alma habrá más digna que yo para tu ascenso;

te dejaré con ella, cuando de ti me parta:

que aquel emperador, que allá arriba reina,

porque rebelde fui a su ley,

no quiere que a su ciudad por mi se llegue.

Impera en todas partes, y allá reina,

allá está su ciudad y allá su alta sede:

¡Feliz aquel a quién para su reino escoge!

Y yo a él: Poeta, te intimo

por aquel Dios que no conociste,

de éste y de peor mal que yo me salve,

que allá me lleves donde tú dijiste,

así que vea la puerta de san Pedro,

y a aquellos tan tristes que tú dices.

Entonces se movió, y yo me pegué detrás.

Canto 2

Íbase el día, y el aire oscuro,

a los animales de la tierra,

libraba de las fatigas; y por mi parte solo yo

me preparaba a sostener la guerra

tan del camino y tan de la piedad,

que ha de referir la mente que no yerra.

¡Oh Musas! ¡Oh alto ingenio!, ayudadme ahora;

¡Oh mente que escribiste lo que vi!

Aquí se mostrará tu nobleza.

Comencé entonces: Poeta que me guías,

considera si es fuerte mi virtud,

antes que al alto paso me confíes.

Tu dices que el padre de Silvio,

aun corruptible, al inmortal siglo

pasó, y fue sensiblemente.

Pero si el adversario de todo mal

le fue gentil, pensando en el alto bien,

que salir de él debía, y qué gentes, y cuál imperio,

no parecerá indigno a un hombre de intelecto:

porque del alma Roma y de su imperio

fue elegido padre en el empíreo Cielo:

A decir verdad la una y el otro

fueron establecidos lugar santo

donde está la sede del sucesor del mayor Pedro.

En este viaje, por el que lo exaltas tanto,

oyó cosas que fueron la causa

de su victoria y del papal manto.

Viajó también el Vaso de elección,

para dar firmeza a aquella fe

que es principio en el camino de la salvación.

Pero yo ¿Porqué he de ir? o ¿Quién lo concede?

No soy Eneas, Pablo no soy:

que sea digno, ni yo ni nadie lo cree,

porque si a tal ir me abandono

temo que el viaje sea locura:

Sé sabio, y óyeme que yo ya no razono.

Y como aquel que desquiere lo que quería

y por nueva idea el propósito descambia,

y así de lo comenzado se aparta entero;

así me cambié yo en aquella cuesta obscura:

así, pensado, se consumió la empresa

cuyo comenzar fue con tanta fuerza.

Si he bien oído tus palabras,

repuso de aquel magnánimo la sombra,

tu alma está herida de bajeza:

la cual muchas veces estorba al hombre

tanto, que de empeñada empresa lo retorna,

como bestia espantada de una sombra.

A fin de que de este temor te libres

te diré, porqué yo vine y lo que oí

en aquel punto primero cuando me dolí de ti.

Estaba yo entre aquellos en suspenso

y una mujer me llamó, bendita y bella,

tanto de que me mandara yo la requerí.

Lucían sus ojos más que la estrella:

y comenzó a decirme suave y humilde,

con angélica voz, en su lenguaje:

¡Oh gentil alma Mantuana!

cuya en el mundo aún la fama dura

y durará cuanto el movimiento dure, lejana:

mi amigo, que no lo es de la ventura,

de la desierta playa está tan impedido

en el camino, que vuelto se ha de miedo:

y temo que no esté ya tan perdido

que tarde me haya levantado a socorrerlo,

de acuerdo a lo que de él en el Cielo he oído.

Ahora muévete, y con tu palabra ornada

y con lo necesario para que él sobreviva,

ayúdalo pues, para que yo quede consolada.

...

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