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Canto V De La Divina Comedia


Enviado por   •  8 de Agosto de 2013  •  845 Palabras (4 Páginas)  •  420 Visitas

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Así pues bajé del círculo primero

abajo al segundo, que menor espacio ciñe,

pero más dolor, más punzantes lamentos.

Horrible estaba Minos, rechinando dientes:

Examina las culpas en la entrada,

juzga y ordena, conforme se ciñe.

Digo que cuando el alma mal nacida

viene delante, toda se confiesa;

y aquel conocedor de pecados

ve cuál es su lugar en el Infierno:

Cíñese con la cola tantas veces,

cuantos grados abajo quiere sea puesta.

Siempre delante de él hay muchas almas

que van y vienen, cada cual al juicio,

dicen y oyen y después abajo son devueltas.

¡Oh tú que vienes al doloroso albergue

me dijo Minos al verme,

dejando su obrar de tan grande oficio,

guárdate de como entres y de quien te fíes:

¡Que no te engañe la amplitud de la puerta!

Y mi jefe a él: ¿Porqué gritas entonces?

No impidas su fatal camino:

Quiérese así allá donde se puede

lo que se quiere, y no más inquieras.

Ahora comienzan las dolientes notas

a dejárseme oír: he llegado ahora

a donde tantos lamentos me hieren.

Vine a un lugar de toda luz mudo,

que ruge como tempestad en la mar

cuando contrarios vientos la combaten.

La tromba infernal, que nunca calma,

arrastra en torbellino a los espíritus,

volviéndose, y golpeando los molesta.

Cuando llegan ante su propia ruina,

allí son los gritos, el llanto y los lamentos,

aquí blasfeman de la virtud divina.

Supe que a un tal tormento

sentenciados eran los pecadores carnales

que la razón al deseo sometieron.

Y como las alas llevan a los estorninos

en tiempo frío, en larga y compacta hilera,

así aquel soplo a los espíritus malignos

de aquí, de allá, de abajo a arriba, así los lleva;

nunca ninguna esperanza los conforta

de algún reposo, o de disminuida pena.

Y como van las grullas entonando sus lamentos

componiéndose en el aire en larga fila;

así vi venir, exhalando gemidos,

sombras llevadas por la dicha tromba:

Por lo que dije: Maestro, ¿quienes son aquellas

gentes, a quienes el negro aire así castiga?

La primera de aquellos de los que noticia

quieres, me dijo entonces,

fue emperatriz de muchas lenguas.

Al vicio de la lujuria estaba tan entregada,

que en su reino fue ley la lascivia

por no caer ella misma en el escarnio en el que estaba.

Es Semíramis, de la que se lee,

que sucedió a Nino y fue su esposa,

tuvo la tierra que Soldán tiene ahora.

La otra es aquella que se mató amorosa

y quebró la fe de las cenizas de Siqueo;

tras ella viene Cleopatra lujuriosa.

Vi a Helena por quien tiempo hubo

tan malvado, y vi al gran Aquiles,

que al final combatió con amor.

Vi a Paris, a Tristán; y a más de mil

sombras mostróme y señalóme con el dedo,

que de esta vida por amor partieron.

Luego que hube a mi Doctor oído

nombrar las mujeres antiguas y los caballeros,

la

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