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La Divina Comedia Canto 2


Enviado por   •  3 de Junio de 2013  •  899 Palabras (4 Páginas)  •  449 Visitas

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Canto

Íbase el día, y el aire oscuro,

a los animales de la tierra,

libraba de las fatigas; y por mi parte solo yo

me preparaba a sostener la guerra

tan del camino y tan de la piedad,

que ha de referir la mente que no yerra.

¡Oh Musas! ¡Oh alto ingenio!, ayudadme ahora;

¡Oh mente que escribiste lo que vi!

Aquí se mostrará tu nobleza.

Comencé entonces: Poeta que me guías,

considera si es fuerte mi virtud,

antes que al alto paso me confíes.

Tu dices que el padre de Silvio,

aun corruptible, al inmortal siglo

pasó, y fue sensiblemente.

Pero si el adversario de todo mal

le fue gentil, pensando en el alto bien,

que salir de él debía, y qué gentes, y cuál imperio,

no parecerá indigno a un hombre de intelecto:

porque del alma Roma y de su imperio

fue elegido padre en el empíreo Cielo:

A decir verdad la una y el otro

fueron establecidos lugar santo

donde está la sede del sucesor del mayor Pedro.

En este viaje, por el que lo exaltas tanto,

oyó cosas que fueron la causa

de su victoria y del papal manto.

Viajó también el Vaso de elección,

para dar firmeza a aquella fe

que es principio en el camino de la salvación.

Pero yo ¿Porqué he de ir? o ¿Quién lo concede?

No soy Eneas, Pablo no soy:

que sea digno, ni yo ni nadie lo cree,

porque si a tal ir me abandono

temo que el viaje sea locura:

Sé sabio, y óyeme que yo ya no razono.

Y como aquel que desquiere lo que quería

y por nueva idea el propósito descambia,

y así de lo comenzado se aparta entero;

así me cambié yo en aquella cuesta obscura:

así, pensado, se consumió la empresa

cuyo comenzar fue con tanta fuerza.

Si he bien oído tus palabras,

repuso de aquel magnánimo la sombra,

tu alma está herida de bajeza:

la cual muchas veces estorba al hombre

tanto, que de empeñada empresa lo retorna,

como bestia espantada de una sombra.

A fin de que de este temor te libres

te diré, porqué yo vine y lo que oí

en aquel punto primero cuando me dolí de ti.

Estaba yo entre aquellos en suspenso

y una mujer me llamó, bendita y bella,

tanto de que me mandara yo la requerí.

Lucían sus ojos más que la estrella:

y comenzó a decirme suave y humilde,

con angélica voz, en su lenguaje:

¡Oh gentil alma Mantuana!

cuya en el mundo aún la fama dura

y durará cuanto el movimiento dure, lejana:

mi amigo, que no lo es de la ventura,

de la desierta playa está tan impedido

en el camino, que vuelto se ha de miedo:

y temo que no esté ya tan perdido

que tarde me haya levantado a socorrerlo,

de acuerdo a lo que de él en el Cielo he oído.

Ahora muévete, y con tu palabra ornada

y con lo necesario para que él sobreviva,

ayúdalo pues, para que yo quede consolada.

Yo soy Beatriz, la que te manda vayas.

Vengo del lugar de a donde volver deseo:

Amor

...

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