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EL CREADOR LITERARIO Y EL FANTASEO


Enviado por   •  5 de Julio de 2020  •  Resúmenes  •  1.329 Palabras (6 Páginas)  •  147 Visitas

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EL CREADOR LITERARIO Y EL FANTASEO

Siempre nos intrigó averiguar de donde el poeta toma sus materiales y como logra conmovernos con ellos. Si le preguntáramos, la respuesta no será satisfactoria, aquel pensara que no importa cuanto nos informe, nos ayudará en nada a convertirnos nosotros mismos en poetas.

Ellos aseguran que a menudo en todo hombre se esconde un poeta. ¿No deberíamos buscar ya en el niño las primeras huellas del quehacer poetico? La ocupación preferida del niño es el juego. Todo niño que juega se comporta como un poeta: crea su mundo propio (mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada). Emplea en el juego grandes montos de afecto. Lo opuesto al juego es la realidad efectiva. El niño no las diferencia bien, y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Solo ese apuntalamiento es el que diferencia aun su jugar del fantasear.

El poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de fantasía al que dota de grandes montos de afecto, al tiempo que lo separa tajantemente de la realidad efectiva. A las escenificaciones del poeta que necesitan apuntalarse en objetos palpables y son susceptibles de figuración.

De la irrealidad del mundo poético derivan muy importantes consecuencias para la técnica artística, pues muchas cosas que de ser reales no depararían goce pueden depararlo en el juego de la fantasía, y muchas excitaciones que en si mismas son en verdad penosas pueden convertirse en fuentes de placer para el auditorio y los espectadores del poeta.

Cuando el niño ha crecido y dejado de jugar, tras décadas de empeño anímico por tomar las realidades de la vida con la debida seriedad, puede caer en una predisposición anímica que vuelva a cancelar la oposición entre juego y realidad. El adulto puede acordarse de la gran seriedad con que otrora cultivó sus juegos infantiles y poniéndolos en un pie de igualdad con sus ocupaciones que se suponen serias, arrojar la carga demasiado pesada que le impone la vida y conquistarse la elevada ganancia de placer que le procura el humor.

El adulto deja de jugar, renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. Pero es muy difícil la renuncia a un placer que conoció, en verdad, no podemos renunciar a nada, solo permutamos una cosa por otra. Es una formación de sustituto. Entonces cuando el adulto deja de jugar, solo resigna el apuntalamiento en objetos reales: en vez de jugar, ahora fantasea.

El niño no oculta a adultos su juego, en cambio el adulto se avergüenza de sus fantasías y las esconde de otros. Una de estas actividades es continuación de la otra. El juego del niño estaba dirigido por un solo deseo: ser grande y adulto. Juega siempre a ser grande. Del adulto se espera que no juegue ni fantasee, sino que actúe en el mundo real, es no permitido y lo avergüenza.

Surge la pregunta de cómo se sabe tanto del fantaseo si es “secreto o vergonzoso”, pues por la NECESIDAD se ha impartido el orden de decir sus penas y alegrías a un grupo de hombres: los neuróticos. Se ven confesados a confesar al médico, de quien esperan curación, sus fantasías.

El fantasear solo lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de la fantasía, y cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Son deseos ambiciosos que sirven a la exaltación de la personalidad, o son deseos eróticos. No son inmutables los productos de esta actividad fantaseadora, mas bien se adecuan a las cambiantes impresiones vitales, se alteran a cada variación de las condiciones de vida, reciben de cada nueva impresión eficaz una marca temporal.

Una fantasía oscila en cierto modo entre tres tiempos:

El trabajo anímico se anuda a una impresión actual, a una ocasión del presente que fue capaz de despertar los grandes deseos de la persona; desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior, infantil en general, en que aquel deseo se cumplía, y entonces crea una situación referida al futuro, que se figura como el cumplimiento de ese deseo, justamente el sueño diurno o la fantasía, en que van impresas las huellas de su origen en la ocasión y en el recuerdo. (Ejemplo joven pobre, en el cual se ve como el deseo aprovecha una ocasión del presente para proyectarse un cuadro del futuro siguiendo el modelo del pasado).

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