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El Leñador Y El Tigre Blanco


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2012  •  1.285 Palabras (6 Páginas)  •  503 Visitas

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El leñador y el tigre blamco

En un lugar de China, en una pequeña aldea, vivía un joven leñador con su anciana madre.

Un buen día el joven, llamado Fu-Ying, le dijo a su madre:

—Ya casi no quedan árboles cerca de nuestra aldea. Voy a tener que ir hacia la región de las montañas para encontrar buena leña para venderla en el mercado y así pasar un buen invierno.

La mujer miró hacia el camino que salía de la aldea y vio la región de las montañas a lo lejos, muy lejos, tan lejos que parecían perderse en el cielo. Entró en la casa y preparó mucha comida y bebida para el viaje de su hijo. Se despidió de él con lágrimas en los ojos y le vio marcharse por el camino.

El joven leñador llegó a las montañas donde pasó tres largos días cortando leña de los milenarios árboles que allí había.

Cuando estaba cortando un gran árbol, el último día, cayó al suelo agotado por tanto esfuerzo. Se quedó completamente dormido.

De repente se despertó sobresaltado porque sintió una presencia cercana a él. Abrió los ojos y vio un gigantesco tigre blanco que le miraba fijamente.

Fu-Ying invocó a todos los espíritus de sus antepasados pidiéndoles que le protegiesen. Sorprendentemente no le atacó, sólo le miraba con unos ojos profundamente tristes aquel extraño tigre blanco.

El joven se armó de valor y le dijo al tigre:

—Ya veo que no quieres atacarme, creo que te pasa algo. ¿Puedo ayudarte en algo? Estaría encantado.

Entonces el tigre movió la cabeza afirmativamente y extendió una de sus patas delanteras hasta las manos del leñador. Éste comprendió que estaba herido y vio que tenía una espina clavada y sangraba por la herida. Ello es lo que le hacía sufrir.

Con mucho cuidado sacó la espina y limpió la herida. El tigre se lamió la zona herida, miró fijamente al joven y se alejó caminando despacio.

El joven leñador regresó a su aldea pensando en su encuentro con aquel tigre blanco. Al llegar le contó lo sucedido a su madre. Ella creyó que el espíritu de su marido, que había muerto hacía mucho tiempo, era el que había protegido a su hijo de las garras de aquel extraño tigre.

Al cabo de varios meses, una mañana en la que el joven se disponía a buscar leña como cada día, encontró en la puerta de su casa un ciervo muerto.

Sorprendido, llamó a su madre, la cual se puso muy contenta y dijo: somos muy afortunados porque este ciervo ha venido a morir a nuestra casa para darnos comida para toda la semana, estoy segura de que es el espíritu de tu padre el que nos protege.

El joven pensaba y le parecía muy raro todo ello. Ese ciervo seguramente habría sido atacado por aquel tigre blanco y no entendía cómo éste le había dejado en la puerta de su casa.

Pasaron varios días y de vez en cuando aparecían más animales muertos en la puerta de la casa del leñador.

La madre pensaba que era muy raro lo que sucedía. Creía que no existía ningún animal capaz de agradecer así las cosas. Pero su hijo estaba convencido que igual que el tigre se acercó a pedirle ayuda allí en las montañas, aunque también era algo raro, podía comportarse de esa manera para mostrar su agradecimiento.

Aquella misma noche el joven leñador decidió permanecer despierto en la puerta de su casa y así agradecer al tigre que le dejara esos animales en su puerta. Pero poco antes del amanecer el sueño le venció y se quedó profundamente dormido.

Cuando despertó se quedó asombradísimo pues en la puerta de su casa estaba tendida en el suelo una bella joven. Parecía desmayada e iba vestida con unas finas ropas dignas de una princesa.

Cogió en brazos

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