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El Viejo Y El Mar.


Enviado por   •  4 de Junio de 2012  •  813 Palabras (4 Páginas)  •  1.077 Visitas

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Comprensión de Lectura

3º Básico

El viejo y el mar.

Era un viejo que pescaba solo en su bote y hacía ochenta y cuatro días que no capturaba un pez.

Hasta que un día preparó su embarcación y comenzó a remar y a separarse de la costa. Preparó los cebos y los echó al agua. Algún tiempo más tarde, un de los sedales se estiró y comenzó a sumergirse con rapidez. El viejo era feliz al sentir el movimiento del cordel que se hundía en las aguas.

-¡Qué pez! –exclamó-. Según la fuerza que hace, debe ser enorme.

El sedal continuaba deslizándosele entre los dedos; pensó que ya era el momento de luchar.

-¡Ahora!- gritó, al mismo tiempo que tiraba con ambas manos del cordel. Consiguió ganar unos metros, pero la resistencia que ofrecía el pez era excesiva y el viejo se detuvo para evitar que el sedal se rompiera.

El pez seguía moviéndose y arrastraba el bote hacia el noroeste.

“Esto lo matará –pensó-. Tendrá que parar alguna vez”.

Sin embargo, después de cuatro horas, el pez continuaba remolcando la barca.

Durante toda la noche el pez no cambio su rumbo.

El viejo durmió unas horas con el sedal enrollado en su cuerpo y soñó con leones marinos que descendían a la playa. Los admiraba y se sentía feliz.

Lo despertó el roce del cordel y comprendió que el pez subía. A los pocos instantes lo vio aparecer en la superficie, dar un brinco y volver a caer pesadamente en el agua. Pronto comenzó a girar alrededor de la barca, lo que significaba que perdía sus fuerzas. Durante varias horas trató de obligarle a dar círculos cada vez más pequeños, pero el pescador se notaba agotado y temía desmayarse en cualquier momento.

-Tengo que resistir- decía entre dientes.

Cuando consiguió ver el pez de cerca, se quedó admirado de su tamaño.

Jamás había visto animal más grande.

Sentía que se le iba la cabeza y realizaba esfuerzos para no desfallecer.

Ya se encontraba cerca de la playa. Alzó la caña tan alto como pudo, ¡flash!. El pez levantó grandes remolinos de agua y dio varios saltos.

Empleando sus últimas energías, el viejo amarró el pez al costado del bote y puso proa hacia tierra. Caía la noche, pero el viejo no necesitaba luz para orientarse.

Ernest Hemingway.

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