El antropólogo y los evozuk
sseytoroEnsayo2 de Diciembre de 2014
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El antropólogo y los evozuk
El objetivo de este trabajo es tratar de hacer una valoración conjunta, desde un punto de vista personal, de El antropólogo inocente de Nigel Barley y el libro de Lluís Mallart Soy hijo de los Evuzok. No quiero quedarme simplemente en la descripción o resaltar los puntos fuertes de cada uno de ellos y las carencias que pudiesen tener. Trato de componer un punto de vista, una crítica común para dos obras que, si bien es cierto tienen a Camerún como telón de fondo, mantienen posturas distintas. Son dos formas de ver y concebir la antropología en un mismo escenario. Barley por su forma de narrarla, con un gran sentido del humor e ironía y Mallart por su forma de descubrirla y de autodescubrirse como antropólogo.
Uno de los aspectos que siempre me ha gustado mencionar es el de la edición del libro con el que estoy trabajando, el aspecto más físico de una lectura: como es el manual, como está estructurado, su índice, prólogo o epílogo, etc. Aspectos que, si bien no son imprescindibles, ayudan o condicionan en cierta medida la lectura. Las ediciones con las que he trabajado son, del libro de Mallart , la editorial Ariel del año 2007 y de Barley la edición del año 2008 de la editorial Anagrama. He notado una diferencia entre ellas, que en el caso del libro de Mallart, es de agradecer: la inclusión de fotografías y mapas de referencia. Estas fotografías ayudan a poner cara a algunos personajes, mejor dicho, a las
personas que aparecen en el libro. Porque son personas de carne y hueso que se relacionan de una forma u otra con el autor. Por esto creo que son importantes, porque nos ayudan a “personificar” a los personajes. La edición de Barley tan solo cuenta con un mapa, muy general, que incluye algunos de los puntos de Camerún por los que se mueve el antropólogo inglés. Además la edición de Mallart menciona la dirección electrónica de la Biblioteca Éric de Dampierre de la Universidad de París X del Fondo Lluís Mallart, una nueva fuente de información para complementar aquello que hemos leído.
En cuanto a los autores, también presentan sus diferencias biográficas. Barley se forma como antropólogo en la Universidad de Oxford y será en Camerún donde realice su trabajo de campo gracias a una beca universitaria que, concienzudamente, tendrá que preparar y solicitar. Su tema de estudio será el pueblo dowayo, más concretamente la relación del ciclo agrícola con algunos ritos de fertilidad junto con su religión. Es decir, tratará de poner en práctica lo aprendido en la universidad. Mallart, en cambio, llega a Camerún por motivos distintos, llega como misionero y casi sin saberlo comenzará a realizar su propio trabajo de campo, acercándose poco a poco a la antropología y a la etnografía.
El propio Mallart mencionará en varias ocasiones la obra de Barley y hace una curiosa comparación entre ambos. Hace alusión al periplo final del
antropólogo inglés, que tras su experiencia en Camerún, termina en Roma, esperando su vuelo de regreso a Inglaterra. Mallart, nos dice de forma metafórica que él empieza su experiencia en Roma y que, poco a poco, se irá alejando de ella. Con esto quiere decir, que llega a Camerún como un sacerdote blanco enviado por Roma a “convertir negros” pero finalmente será él mismo, el convertido, convertido a la antropología.
Mallart critica y califica la obra de Barley de “caricatura” refiriéndose a la novedosa y divertida forma, según me ha parecido, en la que el inglés tiene de plantear su nada ortodoxa monografía etnográfica. De hecho, el libro de Barley se asemeja más a una novela o a un diario de un explorador que a un manual de antropología, usando un lenguaje irónico y con un gran sentido del humor, sin dejar por ello de ser riguroso. Pero lo que sí es cierto es que el número de anécdotas parece excesivo, como si el antropólogo inglés tratase de mantener un forzado sentido del humor a lo largo de toda la obra. El libro de Mallart, en cambio, es más denso, no contiene tantas anécdotas pero sí una terminología más “académica” prestando especial atención a la hora de explicar y definir algunos términos relacionados con la antropología.
Esto es algo común en las dos obras, el interés que muestran sus autores por tratar de explicar que es la antropología y cuál es el trabajo que están desempeñando cada uno de ellos, ya
que no siempre es entendido en el país africano. Allí se extrañan que un blanco esté interesado en estudiar las costumbres de una aldea africana. Es curioso, pero parece que el “asunto” antropológico que lleva a los autores a Camerún no es el tema principal de sus obras, más bien pudiera ser en el caso de Barley, la vivencia, la puesta en práctica de la antropología, la experiencia antropológica y en el caso de Mallart, su descubrimiento. El primero nos relata la experiencia con el trabajo de campo, es decir, el trabajo de investigación de primera mano, mientras que el segundo va más allá, cuenta la transformación de un misionero en antropólogo y de quienes participaron en ese proceso: el descubrimiento personal de la antropología. Esto permitirá al sacerdote-antropólogo estudiar el pueblo de los evuzok, su religión y el mundo de los espíritus y como este influye en su medicina “tradicional”.
Las dos obras están divididas en capítulos. En ellos se nos narra todos los acontecimientos relacionados con las vivencias de los antropólogos en Camerún siguiendo un orden más o menos cronológico. Los dos llegan a África en un momento muy importante para la historia de Camerún. A partir de 1960, este país africano comienza su independencia de las potencias europeas, concretamente de Francia y de Gran Bretaña. Los vestigios del colonialismo todavía están presentes cuando los dos antropólogos se instalan por primera vez en
Camerún. Muy significativo y en relación con esto, es la visita que Mallart hace a la antigua colonia española de Guinea. Allí puede ver por sus propios ojos un país en el que todavía se mantenía el régimen colonial. Pasa unos días con un sargento de la Guardia Civil y su esposa, quien le pide que dé la comunión a su hija. En ese momento critica a la autoridad colonial. Pero se lamenta de cómo entonces ignoraba el fututo tan incierto y gris de la antigua colonia española.
Como he mencionado antes, ambos antropólogos se verán obligados a explicar que es exactamente el trabajo que están desempeñando en Camerún. Por ejemplo a las autoridades que le expiden la documentación o a los habitantes de las aldeas que no entienden muy bien que hacen entre ellos. Tienen que explicar que es exactamente eso de la antropología y por qué la forma de vida de pequeñas aldeas africanas son de interés para la rica Europa.
Creo que es interesante mostrar la postura que tienen cada uno de ellos sobre esto y su actitud a la hora de hacer antropología. Para Barley la antropología se presenta como un remedio universal contra los malentendidos culturales, contra los choques entre sociedades y culturas, la herramienta indispensable para que el hombre pueda comprenderse a si mismo y poder entender aquello que le es extraño. La diversidad cultural abre todo un abanico de posibilidades para el conocimiento, siendo precisamente el
desconocimiento lo que provoca el recelo, la desconfianza o el miedo hacia el “otro” es decir, hacia quien es distinto a nosotros. Mallart mantiene una postura muy similar, dando una especial importancia al trato con este “otro”, incluso no ofrece una definición de la antropología: los estudios comparativos de las formas de organización social y de los sistemas de representación cultural. Por supuesto no se queda ahí, profundiza en el tema diciéndonos que la antropología es el resultado de haber intentado captar algunos instantes más o menos significativos de la vida social y cultural de los pueblos que pretendemos estudiar. La antropología es necesaria para comprender lo que somos y lo que nos hace diferentes, una “utopía necesaria”. Afirma que, al margen de todas las diferencias, existe la posibilidad de comunicación entre hombres de culturas y sociedades distintas, siendo esta posibilidad, la antropología. Remarca la importancia de la relación con el “otro” ya que la antropología es la única disciplina que exige el arte de saber permanecer, vivir y convivir con este otro para “aprender a su lado la grandeza de la diferencia social”.
Ambos mencionarán en más de una ocasión alguna de las figuras más importantes de la antropología moderna, como pudiera ser Malinowski o Claude Lévi-Strauss, recientemente fallecido. Lo harán para hablarnos del trabajo de campo y del rigor científico de las observaciones o para resaltar la
importancia del matrimonio, la presencia de animales en muchas tradiciones míticas, etc. Siempre harán mención de estos personajes para ponernos en relación con la antropología más clásica, conscientes quizás, de que su forma de hacer antropología no es la más habitual. Uno por su cambio “profesional” y el otro por la leve ortodoxia a la hora de transmitirla.
Un punto relacionado con la experiencia de los antropólogos es el que se refiere a las visitas a la administración pública del país africano. Barley nos habla de ella en multitud de ocasiones y siempre de forma negativa. Los encuentros con la administración son imprescindibles dada la cantidad de formularios, visados y solicitudes que son necesarios para entrar y salir del país y realizar la investigación. En Camerún, según Barley, la burocracia necesaria es totalmente caótica y poco eficaz. Se queja constantemente del tiempo que pierde en recopilar documentos que le exigen tener pero que no siempre le piden,
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