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El barón


Enviado por   •  25 de Marzo de 2014  •  Tesis  •  1.473 Palabras (6 Páginas)  •  221 Visitas

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Italiano, aunque nacido en Cuba en 1923 y fallecido en 1985, Italo Calvino se decantó en inicio por la literatura neorrealista, pero más adelante inclinó su carrera hacia el uso más natural de la imaginación para representar ideas de forma menos directa. Prueba de ello es la trilogía I nostri antenati (“Nuestros antepasados”), que está compuesta por “El vizconde demediado”, “El barón rampante”, la obra que nos ocupa, y “El caballero inexistente”. Murió en Siena en 1985, tras una vida dedicada al activismo político y a una lucha constante para que la crítica sin corsés ni ideología concreta tuviera su espacio en el mundo.

Un clásico con todas las de la ley que puede ser disfrutado a todas las edades, una lección en palabras de lo que puede significar la rebeldía cuando obedece a propósitos sanos y claros.

“El barón rampante” (Siruela) se centra en una familia noble de Ombrosa (Italia), a cuya cabeza figura el Barón Arminio Piovasco di Rondò, casado con la generala Corradina di Rondò, antes Konradine von Kurtewitz e hija de un general austríaco, con tres hijos, el primogénito, Cosimo Piovasco di Rondò, Biagio, su hermano y narrador cuasi omnisciente, y su calculadora y maligna hermana, Battista. Junto a ellos, conviven dos singulares personajes que planearán de un modo u otro a lo largo de la mayor parte de la novela, el Abate Fauchelafleur, limosnero y ayo de los niños, encargado de su educación y a menudo somnoliento y prototipo del clero de la época, y el Caballero Abogado Enea Silvio, un encargado del Barón, quien controla las maltrechas finanzas de la familia y se dedica a los menesteres más engorrosos de su administración.

El Barón es un hombre cargante y severo que aspira a ocupar algún día el ducado de Ombrosa, del que nadie se acuerda, trata por todos los medios de subir en la escala social, a menudo de forma inconsistente e inapropiada. Peleado con los jesuitas, a quienes culpaba de sus desgracias más peregrinas, y con la ambición siempre como bandera, sobrevive con escasas rentas a la antigua usanza: sin comerciar, como los nobles de antaño, por motivos de orgullo y posición, y sin ingresos fijos al carecer de territorio sobre el que mandar y del cual cobrar rentas. Despechado con sus pares y desesperado por recuperar la gloria, vive en el pasado cimentando en el aire alianzas y tratos ventajosos con los menos apropiados sujetos. Su mujer, hija de militar, lleva el código marcial en la sangre y se dirige a los demás a base de órdenes e inflexibilidad. Poca cordialidad o trato familiar hay entre ella y su marido, y desde luego, menos comprensión. Lo único que ambos cónyuges tenían en común, para desgracia de los hermanos, es la severidad de trato para con éstos.

Los niños, de temperamentos e intereses dispares, serán el vehículo argumental de la novela, especialmente Cosimo, que se revelará como el contestatario de la familia. Su hermano Piagio, narrador de los singulares hechos protagonizados por su hermano mayor, y siempre a la sombra de éste, posee un carácter más apocado y servil, que le permite juzgar con más distancia la vida Cosimo, así como sus motivaciones e intereses. Su hermana Battista apenas tendrá protagonismo, no más allá de sus frecuentes y vacuas gamberradas; no deja huella en ninguno de los miembros de la familia y pronto desaparece de escena.

Los dos servidores del barón, especialmente el Caballero Abogado, tendrán un protagonismo tangencial en esta singular historia, pero ambos serán básicos para contraponer valores más rancios al viento fresco que representará Cosimo, un transgresor e innovador que influirá notablemente en la pequeña localidad de Ombrosa.

Visto así el escenario, con pocos detalles y menos atractivos a priori, cualquiera dirá, tras leer esta reseña hasta el presente párrafo, que “El barón rampante” carece de interés. Pero Italo Calvino aplica el punto de inflexión necesario para elevar el carácter de la novela desde la primera página: Cosimo, un niño de 12 años, con padres como los descritos, una familia tan convencional como puede verse, y con una aburrida y predecible localidad agraria como escenario, decide, el 15 de junio de 1767, que su vida a partir de ese momento se desarrollará en los árboles, y que jamás bajará de ellos para nada. ¿Ya va cobrando interés?

De todos es sabido que la adolescencia es momento de rebeldías

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