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Esayo De La Señorita Prym

lupitareyes28 de Mayo de 2012

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Ensayo de señorita prim.

Un extranjero que lleva consigo 11 lingotes de oro llega a la aldea de Viscos en busca de una respuesta para la pregunta: ¿Son los seres humanos esencialmente buenos o malos?. El cree con firmeza que todos los hombres son malos y que, ante una tentación, son capaces de cometer crímenes horrendos. Él perdió a su esposa e hijas por un cruel capricho del destino y cree que todos estamos condenados al sufrimiento. Desafía a una joven, Chantal Prym, empleada de la cantina local, a una prueba muy extraña: él le dará a ella un lingote, y el resto a los aldeanos, si cometen un asesinato en los siguientes siete días. Si caen en la tentación, él sabrá que estaba en lo cierto; si no, se habrá probado lo contrario. De cualquier modo, él partirá de la aldea teniendo una respuesta definitiva a su pregunta. Lo que sigue es el dilema al que se enfrenta la chica, a quien, a la hora de la verdad, vence el temor de obedecer sus sueños. Los aldeanos, pusilánimes pero codiciosos, deciden llevar a cabo el crimen, aunque finalmente la joven los convence de lo contrario. El extranjero se da cuenta que las personas tienen en sí mismas algo de malo y de bueno. Que se trata de decisiones personales. El cuento es típico de la obra de Coelho, al poner en escena preguntas fundamentales relativas a nuestra propia existencia. Es una narrativa emocional acerca de la lucha que se desarrolla cotidianamente en nuestras almas entre el bien y el mal. Nos motiva a reflexionar en las decisiones que tomamos, y nos reta a vencer los obstáculos para lograr nuestros sueños.

EL DEMONIO Y LA SEÑORITA PRYM

Después de 15 años de salir diariamente a la puerta, sentarse a observar, meditar y hablar de como era todo en su juventud, la señora Berta presenció la llegada a su pueblo del que sin duda alguna sería el demonio.

El forastero se registró en el hotel como un ciudadano procedente de Buenos Aires, Argentina y se atrevió hasta indicar el nombre de la calle en donde vivía (Colombia). En menos de dos horas los 281 habitantes de Viscos conocían la presencia del forastero en el pueblo, su procedencia y hasta su nombre (Carlos). Al día siguiente el visitante se presentó con una chica de nombre Chantal a quien le enseñó los 11 lingotes de oro, le contó que los datos del registro eran falsos y le prometió la riqueza de ella y todos lo habitantes de Viscos si alguien se atrevía a matar a otro sin importar a quién.

Los habitantes de Viscos se familiarizaron con los acostumbrados paseos que el extranjero realizaba en las mañanas, por las montañas y en las tardes alrededor del pueblo, sabían que era el primer cliente en llegar a hotel y que no escatimaba gastos en los relacionado con su alimentación y las bebidas. También consiguió admiradores especialmente en el bar en donde acostumbraba a pedir licor por su cuenta para todos los allí presentes y porque contaba historias, verdaderas o falsas que descrestaban a sus oyentes; aunque no tanto a Chantal que por el contrario sentía rabia por sus coterráneos que estúpidamente se creían inferiores a todo forastero que decía venir de las grandes ciudades, sin darse cuenta de su importancia, de que gracias a los alimentos que ellos producían con su esmerado y honrado trabajo los ciudadanos de todo el mundo podían alimentarse.

Todos se sentían entusiasmados con las historias del forastero y en especial como Da Vinci pintó el cuadro de la última cena de Jesús.

Chantal seguía muy inquieta por la propuesta que el hizo el extranjero cuando le enseñó los lingotes de oro y en las noches le costaba mucho trabajo conciliar el sueño enfrentando las posibilidades de robarse un lingote, para tener todo lo necesario por el resto de su vida sin tener que trabajar o seguir viviendo pobre y en libertad como todos los habitantes de su ciudad. Recordaba la historia de san Sabino y el bandido árabe llamado Ahab.

Definitivamente Chantal no podía dormir en paz desde que la seductora mano del mal le acaricio su rostro. Para ello tanto el como el bien tenían el mismo rostro, solo dependían de la época en que se cruzaban en el ser humano. El hecho de ser la única del pueblo en saber todo lo que le había dicho y mostrado el forastero le generaría un gran cambio en su existencia. Sentía que no era la misma.

En su recorrido por el pueblo o sus alrededores meditaba constantemente sobre su situación actual; se sentía abandonada por todos y hasta maldecía a su madre por haberla abandonado a la hora de su nacimiento y contra su abuela porque le había enseñado ser buena y honesta.

Hizo una pausa y se sentó junto a la puerta de la señora Berta para atender su invitación, y allí hablaron un rato del estado del tiempo del extranjero, de la caza, del aullido del lobo la noche anterior y hasta escuchó por enésima vez de labios de la viuda como había ocurrido el accidente en donde su esposo perdió la vida.

La señora Berta, a pesar de su soledad, conocía, o mejor “veía” todo y a todos lo que se movían a su alrededor. Conocía con tanta precisión a Viscos y a sus habitantes que muchos de estos comentaban que era una bruja y que las brujerías las había aprendido del mismo demonio durante el año que permaneció encerrada en su casa, después de la muerte de su esposo. Otras personas opinaban que las había aprendido de un druita celta, cuando en realidad su manera de “ver” lo aprendió de tanto permanecer sentada en la silla frente a su casa, observando, conversando mentalmente con su difunto esposo y hablando con las personas que se le acercaban.

Aquella noche cuando Chantal cobró al extranjero la cuenta de la acostumbrada ronda que pedía para todos los presentes, recibió junto con el dinero un papelito que guardo en su bolsillo y a pesar del forastero la interrogaba con su mirada, ella sólo lo leyó cuando llegó a su casa. Se trataba de una cita privada en el lugar en donde se habían conocido, rompió el papel y lo echó por la taza del sanitario, se sintió feliz de tener controlado a su enemigo y se acostó, se quedó profundamente dormida, cosa que no lograba desde cuando se conoció con el extranjero.

Al día siguiente cuando el extranjero llegó al lugar de la cita la señorita Prym ya estaba allí y bien empapada porque estaba lloviendo. Esta le pidió al recién llegado no hablar del tiempo pues era claro que estaba lloviendo, lo invitó para conversar en un lugar más tranquilo, se levantó y llevó consigo una bolsa en donde portaba una escopeta.

El extranjero le preguntó si querría matarlo y ella respondió que sí, pero que no sabía si sería capaz de hacerlo. Sin embargo el motivo principal por el cual llevaba la escopeta era la de matar el lobo maldito que la noche anterior había estado rondando por ahí.

Después de discutir mucho acerca del famoso lobo, del día que jamás llega y del lingote de oro, Chantal sacó la escopeta de la chuspa, la cargó y apuntó directamente al extranjero dispuesta a matarlo. Pero no pudo hacerlo y bajando el arma se la entregó a su enemigo para que este la matara, él la recibió y apuntó firmemente con ella a Chantal quien desconcertada por la habilidad y firmeza con que era amenazada estaba a punto de pedirle perdón por haberlo desafiado, pero en ese momento el extranjero dejó de apuntarle, le hizo saber que se dio cuenta del mucho miedo que ella sintió y le contó de como él había sido un gran comerciante de armas y de cómo le habían secuestrado a su esposa y sus dos hijas quienes habían muerto junto con los secuestradores en la operación de rescate.

Lo más triste es que su familia había sido ejecutada con las mismas armas de su propia fábrica. También quería que ella le robara el lingote de oro porque, según él así aprendería a distinguir entre el Bien y el Mal y por que era un hombre que caminaba por la tierra en compañía de un demonio para alejarlo a aceptarlo de una vez por todas, necesitaba encontrar la respuesta a algunas preguntas.

El viernes en la noche y cuando el bar estaba totalmente lleno, la Srta. Prym hizo sonar un vaso de vidrio golpeándolo con un tenedor, para llamar la atención de los presentes y pedirles silencio porque les iba a contar dos historias; una que todos los habitantes de Viscos conocían, pero no el extranjero y otra que conocía el extranjero, pero ninguno de las habitantes del pueblo.

La primera se trataba de cómo Ahab hizo construir en la plaza del pueblo una horca con todo lo necesario para realizar ejecuciones y de cómo el día de su inauguración pronunció unas leyes que defendían a los campesinos, estimulaban la crianza de ganado, la monta de nuevos negocios y exigía el trabajo honrado, de lo contrario deberían marcharse del pueblo.

No mencionó ni una sola vez el “monumento” que acababa de inaugurar. Ahab no creía en amenazas.

Después de diez años y sin que se haya ejecutado a alguien, la horca fue desmontada y con la madera de esta se construyó la enorme cruz que hoy se encuentra en la plaza.

La segunda historia, la que el pueblo no conocía y para cuya ejecución sólo tenían tres días de plazo, fue la propuesta que el extranjero el pidió a Chantal que le hiciera saber a los habitantes de Viscos y que tenía relación con la comisión de un asesinato a cambio de los diez lingotes de oro para que el pueblo saliera de la pobreza en que se hallaba y pudiera vivir cómodamente, por lo menos, durante los próximos treinta años.

Los asistentes al bar se quedaron desconcertados, porque se les informó que el registro dado por el extranjero en el hotel era falso, no sabían quién era, de dónde venía, ni qué se proponía y más aún, por la oferta del oro a cambio de la muerte de

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