Estereotipos Y Prejuicios En El Habla
gdiazpagan27 de Marzo de 2012
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La forma en que un individuo habla puede tener varios efectos dentro de la región y la comunidad en que él se desenvuelve. Esto es particularmente cierto porque se trata de la lengua española que por su naturaleza es variable, flexible y adaptable a cambios resultantes de diferentes ambientes. Esta particularidad se refleja repetidamente en casos penosos y extremos cómo los que vemos en algunos núcleos de nuestro pueblo puertorriqueño. Si por ejemplo, nos referimos a los casos en que la forma de hablar de las personas de origen africano, en muchas instancias difiere tanto en la pronunciación como en la dicción de los demás grupos de la sociedad en que residen. Estas diferencias en el habla provocan el que formen sus propios grupos. Esta circunstancia conduce involuntariamente a que este tipo de individuo se encierre en su mundo y haga del grupo social que los rodea con las mismas características, un estereotipo de su propia raza.
Del ejemplo anterior surge una realidad a veces inevitable. Nos referimos a que si el individuo se encierra dentro del grupo que lo rodea y se separa del resto de la sociedad por diferencias en el hablar, éste se siente oprimido ante otros grupos. Por otro lado, la imagen antes mencionada tiene lamentablemente efectos adversos ante otros miembros de la sociedad porque éstos los miran con recelo y con prejuicios por la sencilla razón de que hablan o se expresan de una manera diferente. Todo el conjunto de estas circunstancias incrementa el prejuicio injusto y dañino, simplemente porque no todos hablamos igual.
El ejemplo antes descrito puede ampliarse a otras manifestaciones del diario vivir. Todavía tenemos el personaje puertorriqueño que llamamos el “jíbaro” que proviene del centro de nuestras montañas o de las costas de la isla. Es lamentable observar que a veces hablemos con prejuicio de nuestro campesino por la forma en que habla. Con frecuencia nos referimos a otras personas de la ciudad que hablan similar como un estereotipo del jíbaro puertorriqueño. Éste se encierra en sí mismo, constituye su estereotipo y se puede convertir en víctima de aquellos que no tienen suficiente sensibilidad para examinar la parte humana y valorizarla sobre cualquier otra consideración.
Es cierto que la educación contribuye a que estos lamentables sucesos ocurran, pero nos es menos cierto que tenemos que mejorar nuestra escala de valores. Es bueno y necesario hablar y comunicarnos bien, pero también es indispensable revisar nuestra escala de valores para dejar a un lado lo superficial y darle importancia a lo que realmente hay de bueno en cada ser humano. Debemos mejorar nuestro lenguaje sin herir la dignidad de los demás.
Las particularidades del habla denotan sustancialmente la formación y el nivel educativo del hablante. Esto lo observamos a diario, tanto en la calle, como en la escuela y en prácticamente una parte significativa de nuestra interacción con las demás personas. La expresión, el uso del lenguaje, la pronunciación, el énfasis que se da a las palabras, el uso adecuado de la sintaxis en la lengua hablada y la trasmisión de las ideas, son algunas señales del habla que nos pueden ofrecer una idea de la educación informal y formal que ha tenido el hablante. En Puerto Rico se dice que a veces “machucamos” el español. Esto, porque por ejemplo no pronunciamos la “s”, decimos “na” en lugar de “nada” y casi repetidamente tenemos la tendencia a decir “pa” en lugar de “para”. Otro buen ejemplo podría ser la diferencia que existe entre la forma en que se expresan los boxeadores y la forma en que se expresan los baloncelistas. Esto se debe a que en la mayor parte de los casos, los primeros carecen de una adecuada formación y educación, mientras que los segundos, principalmente los colegiales, les llevan la ventaja en este aspecto.
Si tomamos en cuenta que la personalidad es el
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