LA PARADOJA

CAPITULO II

DE RECUERDOS A CENIZAS

A

L fin pude salir de ese lugar misterioso y algo aterrorizante, seguí caminando recordando cuando las ciudades estaban hasta el tope de gente, el subterráneo donde ya no cabía ni un alfiler, los policías de tránsito que eran sobornados por los choferes del transporte público. Suena un poco extraño.

Y recordé las palabras de los ambientalistas, que estaban en contra del calentamiento global, la contaminación y demás porquería que la gente acostumbraba a hacer para echar al caño este maravilloso planeta, también todo por lo que luchaban, el derecho de los animales, el respeto a la fauna, la caza ilegal, etc. También cuando se predijo el fin de los seres humanos, para algunas personas el fin del mundo se aproximaba, pero para mí no, para mí, el mundo se había terminado hace ya mucho tiempo…

Entre tantos pensamientos me di cuenta que no recordaba a mi familia, por alguna razón no los recordaba ni extrañaba, lo último que oí de ellos fueron rumores de que se dirigían al sur del país, sin embargo nunca hice ni hare algo para reencontrarme con ellos; ¿Por qué? Ni yo lo sé.

Los recuerdos que tengo solo son de huidas y de situaciones de muerte, explosiones y balas volando por doquier, persecuciones interminables, sangre y gente inocente siendo asesinada brutalmente, gritando con su último aliento.

Esto ya no era cuestión de paz o de armonía, si no que se trataba de sobrevivir.

No sé a dónde me dirijo desde hace muchos años me lo he preguntado, solo espero la muerte o algún milagro de un dios inexistente, lo sé, ya estoy perdida; al principio buscaba algún refugio seguro, un lugar donde me pudiera resguardar y vivir tranquilamente, sin siquiera haberme dado cuenta de la cruda realidad, perseguía un sueño inalcanzable ya que esto se traba de morir o matar, no solo a esas “Cosas” si no que a veces había enfrentamientos entre los pocos humanos que quedaban.

CAPITULO II

CUANDO LA SANGRE LLAMA

E

n esta mañana desconocida para mí, descubrí lo agotante que era soportar a la gente odiosa, de hecho odiaba a la gente que me rodeaba, pero ahora es diferente, ahora necesito la sonrisa de alguien, una palmada en la espalda de vez en cuando, los momentos divertidos, y aquellas fiestas inolvidables de borrachera y tonterías sin sentido.

De nuevo a comenzar con mi rutina de vagar por las calles, bajo el ardiente sol, presentía que hoy me encontraría en una situación peligrosa, pero, ¿Cuándo no la he tenido?

Mientras caminaba de nuevo ese maldito sentimiento de ser vigilada, carajo, ¿Acaso me estaré volviendo loca? Quien

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