LA REVOLUCION CIENTIFICA
javiercuencaTesis12 de Junio de 2015
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II.- LA REVOLUCION CIENTIFICA
En 1663, Galileo recibió una segunda amonestación, esta vez ante el Tribunal del Santo Oficio. Acusado de herejía por copernicano, hubo de retractarse públicamente, aunque susurrara, según cuentan, el entonces blasfemo “eppúre, si muove”, (y sin embargo, se mueve), referido a la Tierra. El “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo”, publicado en 1632, fue incluido en el Indice en 1633, y en él permaneció hasta 1835. Pero hubieron de pasar 350 años del proceso para que un Papa, Juan Pablo II, se manifestara públicamente (9-5-1983) sobre la reparación que la Iglesia debía al pisano.
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GALILEO GALILEI (Pisa, actual Italia, 1564-Arcetri, id., 1642) Físico y astrónomo italiano. Fue el primogénito del florentino Vincenzo Galilei, músico por vocación aunque obligado a dedicarse al comercio para sobrevivir. En 1574 la familia se trasladó a Florencia, y Galileo fue enviado un tiempo –quizá como novicio– al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, hasta que, en 1581, su padre le matriculó como estudiante de Medicina en la Universidad de Pisa.
Pero en 1585, tras haberse iniciado en las Matemáticas fuera de las aulas, abandonó los estudios universitarios sin obtener ningún título, aunque sí había adquirido afición por la Filosofía y la Literatura. En 1589 consiguió una plaza, mal remunerada, en el Estudio de Pisa. Allí escribió un texto sobre el movimiento, que mantuvo inédito, en el cual criticaba los puntos de vista de Aristóteles acerca de la caída libre de los graves y el movimiento de los proyectiles. Una tradición apócrifa, pero muy divulgada, le atribuye haber ilustrado sus críticas con una serie de experimentos públicos realizados desde lo alto del Campanile de Pisa. En 1592 pasó a ocupar una cátedra de Matemáticas en Padua e inició un fructífero período de su vida científica: se ocupó de arquitectura militar y de topografía, realizó diversas invenciones mecánicas, reemprendió sus estudios sobre el movimiento y descubrió el isocronismo del péndulo. En 1599 se unió a la joven veneciana Marina Gamba, de quien se separó en 1610 tras haber tenido con ella dos hijas y un hijo.
En julio de 1609 visitó Venecia y tuvo noticia de la fabricación del anteojo, a cuyo perfeccionamiento se dedicó, y con el cual realizó las primeras observaciones de la Luna; descubrió también cuatro satélites de Júpiter y observó las fases de Venus, fenómeno que sólo podía explicarse si se aceptaba la hipótesis heliocéntrica de Copérnico. Galileo publicó sus descubrimientos en un breve texto, “El mensajero sideral”, que le dio fama en toda Europa y le valió la concesión de una cátedra honoraria en Pisa. En 1611 viajó a Roma, donde el príncipe Federico Cesi le hizo primer miembro de la Accademia dei Lincei, fundada por él, y luego patrocinó la publicación (1612) de las observaciones de Galileo sobre las manchas solares.
Pero la profesión de copernicanismo contenida en el texto provocó una denuncia ante el Santo Oficio; en 1616, tras la inclusión en el Índice de libros prohibidos de la obra de Copérnico, Galileo fue advertido de que no debía exponer públicamente las tesis condenadas. Su silencio no se rompió hasta que, en 1623, alentado a raíz de la elección del nuevo papa Urbano VIII, publicó “El ensayador”, donde expuso sus criterios metodológicos y, en particular, su concepción de las Matemáticas como lenguaje de la Naturaleza. La benévola acogida del libro por parte del pontífice le animó a completar la gran obra con la que pretendía poner punto final a la controversia sobre los sistemas astronómicos, y en 1632 apareció, finalmente, su “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo”; la crítica a la distinción aristotélica entre Física terrestre y Física celeste, la enunciación del principio de la relatividad del movimiento, así como el argumento del flujo y el reflujo del mar presentado (erróneamente) como prueba del movimiento de la Tierra, hicieron del texto un verdadero manifiesto copernicano.
El Santo Oficio abrió un proceso a Galileo que terminó con su condena a prisión perpetua, pena suavizada al permitírsele que la cumpliera en su villa de Arcetri. Allí transcurrieron los últimos años de su vida, ensombrecidos por la muerte de su hija Virginia, por la ceguera y por una salud cada vez más quebrantada. Consiguió, con todo, acabar la última de sus obras, los “Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas Ciencias”, donde, a partir de la discusión sobre la estructura y la resistencia de los materiales, demostró las leyes de caída de los cuerpos en el vacío y elaboró una teoría completa sobre el movimiento de los proyectiles. El análisis galileano del movimiento sentó las bases físicas y matemáticas sobre las que los científicos de la siguiente generación edificaron la Mecánica Física.
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La Ciencia luchaba porque era su deber manifestarse; la Iglesia, según sus proyectos, hizo lo mismo, y fue quien ganó la batalla. Y no sería la última victoria. A partir de la Reforma protestante del siglo XVI y la consiguiente Contrarreforma católica, la sociedad europea vivió en una atmósfera de exaltación religiosa que en buena medida caracteriza al Barroco, descendiente del Renacimiento y sostenido hasta los orígenes del enciclopedismo finisecular del siglo XVIII. Es la afirmación del individuo dentro de una sociedad más abierta, no tan minoritaria como la renacentista, y en la que se cree cada vez con más convencimiento que la razón es un instrumento suficiente para conocer el mundo.
No obstante, a la hora de relacionar la producción científica con las creencias religiosas, hay que tener presente la preponderancia relativa de protestantes a lo largo de la historia de instituciones científicas, como la Sociedad Real de Londres o la Academia de Ciencias de París, creadas, respectivamente, en 1662 y 1666. Las razones son: ausencia de Inquisición en los países protestantes, congruencia entre la ética protestante y la actitud científica (a pesar de que en un principio tanto Lutero como Calvino arremetieran contra Copérnico); uso de la Ciencia para alcanzar fines religiosos, y el relativo acuerdo entre los valores cósmicos de la Teología protestante y los de las teorías de la embrionaria Ciencia moderna.
“NOVUM ORGANUM”, UN NUEVO ESTILO CIENTIFICO
El londinense Francis Bacon (1561-1626), pretendió remediar la corrupción que, en su opinión, había introducido Aristóteles en la Filosofía Natural con su dialéctica.
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BACON, FRANCIS (Londres, 1561-id., 1626) Filósofo, científico y político inglés. Su padre era un alto magistrado en el gobierno de Isabel I, y fue educado por su madre en los principios del puritanismo calvinista. Estudió en el Trinity College de Cambridge y en 1576 ingresó en el Gray's Inn de Londres para estudiar leyes, aunque pocos meses después marchó a Francia como miembro de una misión diplomática. En 1579, la muerte repentina de su padre lo obligó a regresar precipitadamente y a reemprender sus estudios, falto de recursos para llevar una vida independiente. En 1582 empezó a ejercer la abogacía, y fue magistrado cuatro años más tarde. En 1584 obtuvo un escaño en la Cámara de los Comunes por mediación de su tío, el barón de Burghley, a la sazón lord del Tesoro; durante treinta y seis años se mantuvo como parlamentario y fue miembro de casi todas las comisiones importantes de la Cámara Baja.
La protección de Robert Devereux, segundo conde de Essex, le permitió acceder al cargo de abogado de la reina. Su situación mejoró con la subida al trono de Jacobo I, quien le nombró procurador general en 1607, fiscal de la Corona en 1613 y lord Canciller en 1618, además de concederle los títulos de barón de Verulam y de vizconde de St. Albans. Sin embargo, en 1621, procesado por cohecho y prevaricación, fue destituido de su cargo y encarcelado. Aunque fue puesto en libertad al poco tiempo, ya nunca recuperó el favor real.
Durante toda su carrera persiguió una reforma coherente de las leyes y el mantenimiento del Parlamento y los tribunales a salvo de las incursiones arbitrarias de los gobernantes; pero, sobre todo, su objetivo era la reforma del saber. Su propósito inicial era redactar una inmensa «Historia Natural», que debía abrir el camino a una nueva «Filosofía inductiva», aunque la acumulación de cargos públicos le impidió el desarrollo de la tarea que se había impuesto, a la que, de hecho, sólo pudo dedicarse plenamente los últimos años de su vida.
Sometió todas las ramas del saber humano aceptadas en su tiempo a revisión, clasificándolas de acuerdo con la facultad de la mente (memoria, razón o imaginación) a la que pertenecían; llamó a este esquema «la gran instauración», y muchos de los escritos dispersos que llegó a elaborar, como “El avance del conocimiento” (Advancement of Learning, 1605) –superado más tarde por el De augmentis scientiarum–, estaban pensados como partes de una Instauratio magna final. Criticando el planteamiento aristotélico, consideró que la verdad sólo puede ser alcanzada a través de la experiencia y el razonamiento inductivo, de acuerdo con un método del que dio una exposición incompleta en su “Novum organum
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