La Furia De La Langosta
pedro_neku11 de Noviembre de 2012
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Narrativa. "El que pierde tumba al rey", le dice Razzani, un exitoso empresario, a su hijo de 11 años. Es el último partido de ajedrez entre ambos y el primero que el niño puede llegar a ganar. Prófugo de la justicia y de otros poderes menos conspicuos, Razzani está llegando al final de la imposible carrera por mantener el control de sus múltiples negocios tras perder lo más apreciado en ese mundo: el anonimato. Sin embargo, el protagonista de La furia de la langosta, cuarta novela de la escritora argentina Lucía Puenzo (1976) y primera publicada en España, no es Razzani sino su hijo, Tino, un niño que madura a golpes cuando otros le revelan a él -y a todos- la vida secreta de su padre. "A Tino se le cruza por la cabeza una idea insoportable: que todas las acusaciones contra Razzani son ciertas (y otra aún peor: que aunque todo sea cierto, no dejará de quererlo)". Más de algo excesivo hay en esa familia donde los abogados, los guardaespaldas y las criadas son tan parte de ella como los hermanos de Tino y su madre, una familia que prolifera casi tanto como las propiedades que Razzani acumula en la vasta geografía de su país. Aunque el retrato de la corrupción en la sociedad argentina es acerado e inmisericorde, el corazón de la novela está en otra parte, está en ese niño que crece y aprende de la manera más dura a leer el mundo desde la pérdida de la inocencia.
En La furia de las langostas, Lucía Puenzo nos hace presenciar la caída de un hombre poderoso desde la mirada de un niño: cómo son los últimos días de un corrupto que se movía tras las sombras cae cuando su nombre y sus negociados salen a la luz en un programa de televisión, cómo la desgracia se ensaña con los miembros de una familia que lucha por mantenerse en medio de la desintegración.
Tino y Maia comparten amistad y familias que nadan en la abundancia gracias a prácticas bochornosas. Sus padres se convierten en enemigos y la disputa acaba con la muerte del progenitor de Tino. Lo que queda del clan familiar trata de ponerse a salvo huyendo a una localidad fantasmagórica, lugar que funciona como metáfora del gigante con pies de barro que es una familia sustentada casi exclusivamente en el dinero.
Lucía Puenzo, conocida en España por su inclusión en la antología Los mejores jóvenes narradores en español de la revista Granta, por la interesantísima y premiada película XXY y por El niño pez (que Caballo de Troya publicó en 2009), se zambulle de nuevo en el universo adolescente con La furia de la langosta, novela de corte clásico en la que destacan el buen manejo de la trama y el tratamiento de unos personajes cuyas vidas se truncan con una rapidez pasmosa. Títeres al servicio de un mafioso páter familias, de quien también son espejo, no hay ninguno que quede escorado, y ahí Puenzo hace gala de un raro talento para el equilibrio. Ninguna de las partes del libro se alza sobre otra, cuando la lectura termina no quedan flecos y todo rezuma dominio sobre lo que se cuenta. No hay aquí, literalmente, ni una sola palabra de más, y cabe mencionar la importancia del silencio. El narrador, que trabaja la información de una forma casi cinematográfica (no se incursiona en el ánimo más que a través de pensamientos sobre los que no hay demora, y a los que el lector asiste como si fueran muecas), imprime una distancia gélida, acorde con la implacabilidad de los hechos que se narran. Esta distancia lo mantiene a salvo del dramatismo fácil, aunque por momentos se echa de menos un poco más de calor y un poco menos de perfección. La furia de la langosta confirma que Lucía Puenzo es una escritora a la que merece la pena seguir.
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