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La Gota de Sangre, Emilia Pardo Bazan resumen

Cupcake95Resumen27 de Febrero de 2020

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La Gota de Sangre, Emilia Prado Barzan

Introducción: el señor Selva

Esta es la historia del señor Selva. El señor Selva era un caballero que vivió en el siglo 19. 

Los caballeros y las damas eran personas de la alta sociedad y de buena familia.
Solían tener mucho dinero, aunque a veces perdían todo lo que tenían. Los caballeros podían perder su dinero en el casino o en malos negocios. También se lo gastaban en mantener a amantes. Los caballeros no podían trabajar, aunque que no tuvieran dinero. Cuando un caballero trabajaba dejaba de ser caballero.

En el siglo 19 había muchas diferencias entre caballeros y trabajadores. No tenían los mismos derechos. Los caballeros eran superiores a los trabajadores.

A los caballeros y a las damas había que llamarles de usted. Pero a las personas trabajadoras se las podía llamar de tú. La gente confiaba más en los caballeros que en los trabajadores. Esta es la historia del señor Selva, un caballero que se aburría. Él mismo te contará su historia si sigues leyendo.

La depresión

Como me sentía muy deprimido, fui a ver al doctor. El doctor me dijo:

Doctor: Usted no necesita cuidarse.
Selva: Entonces, ¿necesito descuidarme?
Doctor: No es eso. Usted necesita encontrar intereses en su vida, hacer cosas que le gusten y le animen. Lo que le pasa es que está desmotivado. ¿Ha pensado usted en enamorarse?

Selva: No, las mujeres sólo me gustan para un rato. Las mujeres o me atormentan o me cansan. Me canso de ellas en seguida.

Doctor: ¿A usted le gustan los viajes?

Selva: Conozco Europa de memoria. He usado las mejores guías de viaje. Sólo me queda hacerme explorador o viajar en aeroplano.

Doctor: Pues deje usted de explorar la Tierra y explore personas. Las personas estamos llenas de misterios. Usted parece tener capacidades para la investigación. A lo mejor los misterios consiguen interesarle.

Me fui convencido de que el doctor no podía ayudarme, pero agradecí su consejo de todas formas.

El teatro

Esa misma noche fui al teatro, sobre las 12. Pasé por delante de otros espectadores para sentarme en una butaca y el espectador que estaba más cerca de mí me dijo:

Espectador: Ya podía usted andar con cuidado, so tío (una manera de hablar muy grosera, un insulto para un caballero) 

Me sorprendió. No entendía por qué me insultaba de esa manera. No había molestado a nadie al pasar, estaba seguro. Me sorprendió aún más, cuando vi que esa persona era Andrés Ariza. Un conocido que solía ver en el Casino y en La Peña (un grupo de persones que se reúnen para compartir una pasión)

La verdad es que parecía borracho (bourré), por el brillo de sus pupilas y la palidez de su cara. Pero su voz y sus gestos no parecían de una persona borracha. Volvió a insultarme y nos convertimos en el centro de atención. La gente hablaba y cuchicheaba (chuchoter). Entonces me reconoció y dijo:

Andrés: ¡Ah, señor Selva! Es usted, no me había fijado. Le ruego que me perdone, lo siento mucho.

Su disculpa me dejó igual de sorprendido que su enfado. Su enfado no tenía motivo y su disculpa era demasiado educada. Todo esto tenía muy poco sentido. Por eso despertó mi interés. Mientras tanto yo me hacía preguntas e imaginaba sin parar. En el teatro sonaba la música de danzas y tangos. Mientras tanto yo me hacía preguntas e imaginaba sin parar. ¿Por qué se enfadó Andrés Ariza? No tenía motivos para enfadarse. Pero las personas siempre tienen un motivo para hacer las cosas. ¿Qué motivo puede tener Ariza para enfadarse? ¿Y si había fingido su enfado? Yo pensaba todo esto mientras miraba a Andrés Ariza de reojo. Ariza parecía preocupado y nervioso. No paraba de tocarse (se toucher) el bigote (moustache). Yo no podía dejar de mirarle. Andrés olía a gardenia. Era un olor penetrante. Cuando se movía, el olor del perfume era tan fuerte que atontaba el cerebro y los sentidos. De pronto me horroricé: ¡había una gota de sangre en la camisa de Ariza! Era una gotita muy pequeña, podía ser cualquier cosa. Pero mi activa imaginación ya pensaba en crímenes y ajustes de cuentas. Pensaba en venganzas y situaciones arriesgadas. En tragedias y locuras.

El cadaver

Después del teatro, volví a casa dando un paseo. El aire fresco de la noche calmó mi imaginación. ¡Qué ridículos me parecían ahora mis pensamientos sobre crímenes! Andrés Ariza hablaba con tanta furia que pensé que estaba borracho. La verdad es que la gotita de sangre de la camisa de Ariza podía ser cualquier cosa. Por ejemplo, podía haber caído de su nariz. Por desgracia, la mayoría de cosas tienen una explicación cotidiana y simple. ¡Qué decepción! Sólo por un momento en el teatro, imaginé que algo sorprendente pasaba a mí alrededor. Durante ese momento desapareció el aburrimiento y la depresión. Yo vivía en una calle nueva, con pocas casas. Tenía un palacete (palace) alquilado (loué) al lado de un descampado (terrain vague). El descampado estaba rodeado por una valla (clôture). Al pasar por el descampado miré la valla. No sé porque lo hice, pero algo me empujaba (pousser) a mirar. A lo mejor fue la noche, silenciosa y oscura, que me afectaba. Me di cuenta de que la valla tenía un agujero (trou). Alguien había arrancado (arraché) varias tablas (planche) de la valla. Podía ver un bulto (paquet) en el descampado. Me acerqué para verlo mejor. Era un hombre tendido en el suelo. ¡Un cadáver! Alumbré con un mechero (briquet) para ver mejor al hombre tendido al suelo. Era un muchacho de unos 25 años. Nunca le había visto. Me acordé (se souvenir) de Andrés Ariza y de su enfado (irritation) otra vez, no sé por qué. Escuché los pasos del sereno (antes las llaves de las puertas eran muy grandes y muy pesadas. Era diffil de ponerlas en un bolsillo. El sereno guardaba las llaves de todos los vecinos del barrio y daba paseos por la noche) 

que venía por detrás de mí. Le dije al Sereno:

Selva: En este descampado hay un hombre. Ayúdeme a levantarle. Hay que comprobar (vérifier) si está muerto o borracho.

Sereno: ¡No, señorito Selva! No lo toque usted. No busquemos líos (ne cherchons pas les complications) con la justicia. Yo he visto muchos muertos y sé que este hombre lo está.

Comprobé la respiración del hombre, a pesar de los consejos del Sereno. El Sereno tenía razón: estaba muerto. Le di un duro (5 pesetas) al Sereno y él llamó a la policía. Soñé con Ariza y soñé que alguien había asesinado al muerto. Lo mezclaba todo en mi sueño. No tenía motivos para pensar que alguien lo había matado. No vi heridas (blessures) ni pruebas (preuves). Pero la idea de que fuera un asesinato despertaba (réveiller) mi interés. Recordé que el muerto no llevaba corbata (cravate), ni botones (boutons) en la camisa, ni chaleco (gilet) Eso llamó mi atención.

En el despacho del Juez

A las 11 de la mañana llegó un aviso (avis) del juez. Tenía que ir a verle a su despacho cuanto antes. El juez era un hombre joven. Era de esas personas que presumen de ser cultas e inteligentes. Cuando lo vi, me di cuenta de que lo conocía del Ataneo (club de caballeros donde hablaban y debatían de policía, ciencia, arte y otros temas). El juez sólo me llamaba para conocer mi opinión porque yo fui el primero que vio al muerto. Eso me aseguró nada más saludarme. El juez creía ser más listo que yo. Decidí divertirme con él y demostrarle que yo era más listo.

Selva: Sí, yo fui la primera persona que vio al muerto. Además, hay otra razón para que me pregunte usted: mi casa está al lado del descampado donde estaba el muerto. Usted también debería preguntar a mis criados.

Juez: ¡Por Dios! ¿Quién sería capaz de pensar que es usted el asesino, señor Selva?

Selva: Usted mismo puede sospechar de mí, señor juez. Soy la única pista hasta ahora, ¿verdad?

Juez: Deje de decir tonterías, señor Selva. Sé que usted estuvo en el teatro anoche. Lo sé porque discutió con el señor Ariza.

Selva: Veo que le han informado bien, señor juez.

Juez: Necesito que se tome este crimen en serio, señor Selva.

Selva: Así que es un crimen.

Juez: Eso es, señor Selva.

Selva: No estaba seguro porque no vi heridas en el cuerpo.

Juez: Yo puedo explicárselo.

Selva: ¡No me lo diga! Las heridas estaban debajo de la ropa y no se veían. Eso significa que lo mataron desnudo y lo vistieron después de matarlo. ¡Claro! Por eso no llevaba corbata, ni chaleco, ni botones.

El juez empezaba a alarmarse. Estaba molesto y celoso de mi inteligencia y tenía miedo de no poder competir conmigo.

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